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Lo imposible de saber y la elaboración posible en un cartel

Por: Gabriela Urriolagoitia [1]

La invitación del Secretariado de Carteles a conversar sobre los usos del cartel ante las crisis sociales, me ha provocado algunas preguntas. ¿Es posible darle al cartel, un uso en el contexto de una crisis social? ¿Se trata de conformar un cartel y poner al trabajo la crisis? ¿Es posible poner una crisis, al trabajo en un cartel? ¿Cómo pasar una crisis hacia algo del orden del trabajo? La respuesta inmediata es que el principal trabajo en el que desemboca una crisis, sea social o subjetiva, es el trabajo en el análisis. Así fue para mi el 2019 y me parecía difícil pensar cómo hacer pasar la crisis -en el sentido de cuando algo pasa- al trabajo.

Sin embargo en una conversación previa con el Secretariado, se develó lo que constituyó para mi, una verdadera experiencia de escuela que se produjo en una crisis social, en el marco del dispositivo del cartel.

Se trata de Noviembre de 2019 con la caída de Evo Morales de la presidencia de Bolivia y la crisis sociopolítica que se desató por alrededor de 21 días. Recordarán el efecto mediático en las redes sociales cuando colegas, principalmente de España y Argentina, repudiaban a modo de una drástica afirmación, el supuesto golpe de Estado contra el gobierno de Morales. Algunos psicoanalistas afirmaron que la Delegación La Paz de la NEL, apoyaba el golpe.

Los efectos de angustia y de impotencia no tardaron en aparecer, junto con un intento vano de algunos miembros y asociados que vivimos en Bolivia, de esclarecer que lo que sucedía no era un golpe de Estado.

Après-coup me doy cuenta por qué eso estaba destinado al fracaso. Primero porque habrá algo de lo imposible de saber sobre los hechos. Estamos advertidos ya de que el agujero en el saber S(A/) nos pone a elucubrar Hystorias y que una afirmación en nombre de la  verdad, no es más que una verdad mentirosa. La segunda razón que es la que nos convoca hoy, la intentaré explicar más adelante.

En el contexto de aquella crisis social estaba en curso un cartel del que formaba parte, con el título Los usos del sueño. En acto, y sesión tras sesión durante algunas semanas, se producían encuentros donde los colegas estaban verdaderamente concernidos por lo que estaba sucediendo en Bolivia. Un interés bajo la modalidad de la pregunta, que desembocaba cada vez en una fecunda conversación. Nociones como las de autoridad, racismo, poder, permutación, eran casi S1 que permitieron algunas elaboraciones y la posibilidad de la circulación de la palabra, que tuviera otro efecto que la angustia y la impotencia, más bien un cierto efecto de alivio y vivificación.

Esta Noche de Carteles junto a ustedes, me permite a modo de un segundo tiempo, ubicar que aquellas conversaciones constituían una experiencia de escuela. Pienso que el cartel, órgano base de la escuela, encarnaba en aquellos momentos, un preciso y vital refugio contra el malestar de la civilización y un espacio de elaboración que voy a colocar en contrapunto con los efectos de grupo producidos en las redes sociales, a consecuencia de los fenómenos de identificación y sus pasiones políticas.

¿Por qué responder a ello tenía como destino el fracaso y la impotencia? Porque el primer efecto de grupo es el asesinato, nos recuerda Miller1: o tú o yo, o yo o los otros, correlato del nosotros y ellos que genera la identificación a cualquier ideal o insignia.

Entonces, el alivio y la vivificación que se producían en esos encuentros de cartel, ¿eran producto del amor? Tampoco. Miller nos advierte que la affectio societatisque conviene entre los miembros de una escuela no es el amor. Es algo del orden del afecto que es suplementario a los estatutos o al contrato y que “se aloja en un fallo de lo universal”3. Se trata de lo pulsional vivo, necesario para ser “buenos compañeros” como nos invitaba a serlo, Lacan, que desemboca en un cierto “nos entendemos”.

El objeto a cómo afecto, se produce cada vez que algunos se entienden entre sí. Esto hace de obstáculo al efecto universalizante de grupo, que tiende a un “para todos” y sus consecuencias de segregación.

Para mi se pone en evidencia una experiencia de escuela en aquellas conversaciones que recuerdo, porque algo de esa affectio societatis propia de la escuela, tomaba lugar y  el cartel se constituía, en acto, como respuesta a la contingencia.

Un uso del cartel en acto y ante la contingencia, encarna para mi, la advertencia que nos hace Miller de que nunca hay que fatigar al objeto a4

1 Miller, J-A., Affectio Societatis, Rio de Janeiro – Paris, Agosto 1995 – Abril 1996, Trad. Gerardo Arenas

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