Por Renzo Pita Zilbert
Al inicio del seminario XVII Lacan distingue dos caras del saber. A una de ellas le llama saber articulado y a la otra saber hacer. El saber articulado no es más que la episteme, es el S2 que Lacan nos enseña a leer en el lugar del agente del discurso universitario. El saber hacer, por su parte, es el saber del esclavo, es el saber no sabido del inconsciente, pero también y, sobre todo, es el saber que hay en la repetición y en el síntoma. Por supuesto, esta elaboración que hace Lacan sobre el saber no es la primera ni la última, pero podemos servirnos de ella para decir algunas cosas sobre el producto del cartel.
Lo que nos interesa sobre todo de esta elaboración es que aquí Lacan afirma que la base donde se apoya el saber articulado no es otra que aquella que le otorga el saber hacer. Es decir, que todo el saber que podemos escribir en textos, en ensayos, en productos de cartel, no es más que una especie de elaboración segunda respecto de un saber no sabido que habita en cada ser hablante. Nosotros podríamos agregar que toda elaboración de saber lleva en su seno (aunque se las excluya bajo alguna modalidad de rechazo) las resonancias de los acontecimientos de cuerpo que tuvieron lugar en un ser hablante.
El cuerpo nunca falta a la cita en una producción saber, sin embargo, a excepción del discurso del analista, el saber nunca es asumido como medio de goce, como nos lo recuerda Lacan en este seminario, pues para ello es necesario que éste ocupe el lugar de la verdad, lo cual le permite descubrirse como no toda.
El producto de un cartel es una producción de saber particular, pues en dicha producción el cartelizante está advertido (o debería estarlo al menos un poco), de esta hiancia entre el saber articulado y aquello que lo empuja, desde su propio inconsciente, en dirección a la producción de saber. Sin embargo, no basta sólo con estar advertido de esta sobredeterminación, además es necesario que se ponga el saber de la episteme al servicio de la elucidación del inconsciente, aunque esto no se haga de manera explícita.
Como puede imaginarse, es muy difícil poner la producción epistémica al servicio de la elaboración del inconsciente tal como lo han hecho Lacan y Miller en sus respectivos seminarios, de los cuales decían, justamente, que los realizaban en posición analizante. Sin duda es necesario para esto pasar por la experiencia analítica, tener una relación con el inconsciente, estar habitado por algo del deseo-del-analista, etc. En todo caso, la producción de un cartel pone en evidencia que la construcción de saber en una escuela tiene siempre como base lo más real que nos agita. De tal manera que, de la misma forma en que Clausewitz solía decir que la guerra es la continuación de la política por otros medios, nosotros podemos señalar que la producción de saber en una escuela, incluyendo los productos de cartel, son la continuación del análisis por otros medios.