Sabemos que el pase nos concierne, y también a la Escuela. Con el pase Lacan nos propone cómo llegar a ser psicoanalista de la Escuela. ¿Qué implica la falta del dispositivo en la NEL?, ¿cómo afecta la vida en la Escuela y nuestra vinculación con las otras Escuelas? Son cuestionamientos sobre sus fundamentos y su anudamiento con la Escuela Una y el lugar del psicoanálisis en el mundo.
La Escuela es el lugar de la formación del analista y del pase, ahí está el agalma. Para la nominación del analista, según nuestros principios, hace falta, la experiencia radicalmente singular de la cura, pero también del control de la práctica y del estudio de los textos. Conocemos que Escuela y pase son conceptos indisolubles, pero, ¿en qué medida se encuentran juntos? La Escuela es anterior al pase, es una experiencia que compartimos todos en la NEL. La hacemos nuestra, compartimos la experiencia de Escuela y, sin embargo, son las enseñanzas del pase las que producen el saber que mueve al grupo analítico. Miller, en su curso «El lugar y el lazo»,[1] ubica tres versiones del pase, puntos límite de la experiencia analítica a las que Lacan arribó a lo largo de su enseñanza y que produjeron cambios en la orientación analítica.
Al analista nominado por el cartel del pase Lacan lo llamó Analista de la Escuela, AE y entendía que así se haría responsable de la Escuela. Esta es la novedad subversiva, como indica J.-A. Miller: reclutar al analista sobre la base de lo que se modificó de su inconsciente por la experiencia analítica. El psicoanálisis es intransmisible –una paradoja que siempre nos pone en aprietos– pero no por eso la transmisión del psicoanálisis es imposible. Lacan plantea que a cada uno le toca reinventar el psicoanálisis. El cartel y el pase se anudan en este trabajo de intensión en la Escuela.
Miller dijo en el Congreso de la AMP pasado que la última enseñanza de Lacan con la primacía de lo real nos pone a la investigación sobre el deseo del analista, más precisamente sobre la redefinición del deseo del analista, que no es un deseo puro como dice Lacan, no es una pura metonimia infinita, sino que se nos aparece como un deseo de llegar a lo real, de reducir al otro asu real y liberarlo del sentido. El deseo del analista es caracterizado como «dar lugar a lo singular», y el pase es definido, entonces, como la «captura» de lo singular. El pase consiste en someter la profesión a la prueba de la verdad sabiendo que la verdad es un espejismo, es decir que «no puede sino mentir sobre lo real», que no hay adecuación de la palabra y lo real. Por eso, el final del análisis, que se comprueba con el pase, produce una detención en el recorrido «delirante» de la experiencia analítica.
Presentarse al pase es presentarse a una prueba en el marco de una institución analítica: la Escuela. Los testimonios del pase tienen efectos de sorpresa y satisfacción por lo que puede esclarecerse sobre la teoría y la práctica del psicoanálisis. Se puede concebir el pase como el acceso a una fórmula para y de cada uno, que no es una solución sino «un saber hacer con» el síntoma incurable, es decir, el mejor tratamiento que uno encuentra.
Un encuentro que toca lo real pero que, sin embargo, se puede demostrar. Demostración de lo que en el final del análisis se puede decir de lo real, de lo que escapa a lo simbólico y a lo imaginario, que fue como Lacan planteó el final desde su primera enseñanza. Lacan enseña que un psicoanálisis se trata de lo real y de la defensa contra lo real; y añade que en la experiencia del análisis el analizante consiente recibir de su analista eso que perturbe su defensa.[2] El final del análisis y el pase, como todo encuentro, es contingente, responde a un real sin ley que produce un desarreglo en la secuencia de la ley del goce (que se vive como mortificante), de la repetición de lo mismo.
Lacan enseña en «Radiofonía» que «…cuanto más se interpreta el discurso, más se confirma que es inconsciente»;[3] y en elSeminario 24: «El inconsciente no dice sino una sola y misma cosa que en definitiva desordena, de ahí su defensa».[4] Es así que en la experiencia del análisis constatamos que vamos dando giros, y puede verificarse que el deseo del analista relanza esos giros con el efecto de introducir algo nuevo. Se produce un encuentro contingente, algo del hallazgo, del desvío con respecto a esos giros.
Sorprendentemente, en la experiencia analítica, esas vueltas, siempre parecen ser como la primera vez; pero, conmovida la defensa, la nueva relación con la repetición permite acercarnos a lo nuevo en el decir, en otras palabras, ir de la repetición al acontecimiento que produce resonancias y reacomodos del goce. Una contingencia que vendría para inscribirse sobre el inconsciente, trastornando la reincidencia mortificante.
NOTAS
- Miller, J.-A., El lugar y el lazo, Paidós, Buenos Aires, 2013.
- Lacan, J., Seminario 24, «L’Insu que sait de l’une-bévue s’aile à mourre». Clase del 11 de enero de 1977. Inédito.
- Lacan, J., «Radiofonía», Otros escritos, Paidós, Buenos Aires, 2012, p. 441.
- Lacan, J., Seminario 24, «L’insu que sait de l’une-bévue s’aile à mourre». Clase del 11 de enero de 1977. Inédito.