Miller en el «Banquete de los Analistas», establece una relación paradójica entre saber y verdad. Por un lado ubica al saber por encima y la verdad por debajo de lo que representaría la barrera de la represión, sin embargo propone una nueva relación, entre la enseñanza, por encima de la barrera y el saber por debajo, ubicando el inconsciente de lado del saber.
En sus primeras reflexiones sobre el inconsciente de Freud, Lacan ubica al inconsciente del lado de la verdad «La verdad que habla», «Freud supo dejar, bajo el nombre del inconsciente, a la verdad hablar»[1], Al respecto Miller dirá que en Lacan se encuentra una definición que parece oponerse al inconsciente como saber. Se trata entonces de dos nociones «que no pueden resolverse por un ordenamiento cronológico, según el cual una formulación dominaría a la otra»[2], sino que se trata de una relación particular y de otro orden.
La relación paradójica se asienta en el hecho de que animar la vertiente de la verdad, pone en tela de juicio la función del saber. La noción de inconsciente definido como verdad, hace del saber del analista síntoma de su ignorancia, de la ignorancia de la verdad del inconsciente, es decir el no saber del analista como operativo a su práctica. «El saber es en sí mismo una no relación con la verdad, y funciona, si me permiten, como mordaza»[3].
En la obra de Lacan, saber y verdad no corresponden a dos clases separadas y opuestas, puesto que lo que al nacer se presenta como verdad, luego se construye como saber, al inscribirse y depositarse en el registro de lo imaginario y lo simbólico. Al respecto dirá Lacan que lo que permite el pasaje de la verdad al saber es el tiempo, de modo que en un análisis el tiempo cobra valor.
Así, existen dos momentos de la relación entre saber y verdad: «la verdad es no saber», donde la verdad no se aprende, aunque el análisis apunta a que el sujeto algo pueda decir sobre la verdad que lo determina. «la verdad aparece como una falta de saber», lo que torna paradójica la formulación «un saber sobre la verdad». En este sentido el Pase propuesto por Lacan, apunta a formular este saber localizable al final de un análisis, como una posibilidad de un saber sobre la verdad de cada uno. Saber encima, verdad abajo, apunta paradójicamente «al cierre del inconsciente como verdad»[4].
Lacan sostiene que el análisis progresa esencialmente en el no saber, lo que indica que avanza en el orden de la verdad del «no sé», que deja un «sé», al final. El pase, es entonces una experiencia no ajena al análisis mismo, sostenida en el no saber, plantea una relación distinta con la verdad, de manera paradójica, una relación de saber.
Al respecto se articula en Lacan el término docta ignorancia, que retoma de Nicolás de Cusa, autor del tratado «La Docta Ignorancia», donde plantea una articulación necesaria entre saber e ignorancia, no como dos opuestos, sino como dos aspectos que en la cima del saber, coinciden. Para Nicolás de Cusa, la ignorancia, articulada con el amor, era la vía privilegiada de la relación con Dios.
Para Lacan la vía del significante, no alcanza a aprehender la verdad, en tanto se inscribe como un saber supuesto de los significantes en el inconsciente, dirá que como no se puede medir a Dios, se lo enumera, aunque se barren indefinidamente los significantes propuestos para nombrar a Dios. Lo que remite a que el saber supuesto de los significantes del inconsciente, arman una serie indefinida, pero que parece finita.
Así, el inconsciente estaría definido como saber «el saber debajo de la barra y encima, un término que es el retorno del saber»[5]. De modo que se trata de dos saberes: el que sé, y el que hay, que correspondería al «sé», y al «no sé», respectivamente. Esta distinción es necesaria para ubicar la función del Sujeto Supuesto al Saber, como mediación y como lazo. En un análisis es el Sujeto Supuesto Saber, se inscribe en la brecha entre los dos saberes, el que sé y el que hay, en tanto escribe el saber en posición de verdad.
Pensar la cuestión de la verdad y el saber en la posición, formación y práctica del analista, remite al real con el que el psicoanálisis opera, la ausencia, la falta total de una verdad toda, absoluta sobre la relación sexual, siendo la única verdad de la que se trata en el psicoanálisis, la no existencia de la relación sexual y el modo singular de cada uno de arreglárselas con ello. Mientras que el saber es lo que el sujeto puede construir o aprehender de esa su verdad a lo largo de un análisis, pero se trata de un saber no todo, del saber que se logra saber, y no del saber que hay, pues esto equivaldría al vaciamiento del inconsciente, el levantamiento total de la represión, la saturación de la falta, aspectos imposibles por estructura.
En este sentido, el analista opera desde la docta ignorancia en un campo donde saber y verdad, no se oponen, sino que se articulan siempre de manera paradójica.
NOTAS
- Lacan, Jaques. «Los Escritos». 1995. Paidós. Pág. 846
- Miller, Jacques Alain. «El Banquete de los Analista». 2000. Buenos Aires. Paidós. Pág. 332
- Miller, Jacques Alain. «El Banquete de los Analista». 2000. Buenos Aires. Paidós. Pág. 333
- Miller, Jacques Alain. «El Banquete de los Analista». 2000. Buenos Aires. Paidós. Pág. 337
- Miller, Jacques Alain. «El Banquete de los Analista». 2000. Buenos Aires. Paidós. Pág. 338