El «imperio de las imágenes», es el título del próximo Encuentro Americano de Psicoanálisis de la Orientación Lacaniana, este título suscita preguntas por la clínica, por las nuevas presentaciones clínicas. En muchas de ellas las imágenes «imperan» sobre el sujeto, se le imponen por vía de las diferentes pantallas que pueblan su cotidianeidad, en algunos casos su uso resulta inevitable, inexorable como la pulsión misma que no cesa de satisfacerse de manera siempre igual, pero ¿qué efectos tienen estas imágenes sobre el goce de cada quién? ¿están al servicio de acotar o localizar el goce o, más bien operan como el empuje al goce todo? ¿de qué manera en algunos casos estos dispositivos creados por la ciencia para facilitar la comunicación y la vida misma llegan a transformarse en instrumentos de goce, o en una nueva clase de compulsión o adicción?
Lacan sostiene que cuando algo en el sistema simbólico falla o falta, lo que prevalece para el sujeto es una imagen, vemos así como en las psicosis la identificación a una imagen le permite al sujeto hacerse un cuerpo y armar un lazo que puede mantenerlo estabilizado o precariamente anudado, acotando de esa manera el goce que invadiría su cuerpo o su pensamiento.
Un joven psicótico, que atribuye su padecer a una enfermedad en uno de sus órganos que lo desespera al punto de no permitirle continuar yendo al colegio y que lo obliga a consultar insistentemente a los médicos ya sea pidiendo turnos para exámenes y controles o enviándoles cartas, encuentra un gran alivio conectándose a diario por internet a un sitio que agrupa a otros que padecen su misma supuesta enfermedad, encuentra así un modo de hacer lazo que localiza su goce, disminuyendo los fenómenos intrusivos de goce en el cuerpo. Se trata entonces en este caso de del uso de una pantalla que, vía la identificación imaginaria, le permite a este sujeto operar una suerte de unión entre lo imaginario y lo real del cuerpo allí donde lo simbólico falla.
Pero ¿qué función cumplen las imágenes en la estructura neurótica? ¿Cómo inciden en los síntomas de nuestro tiempo?
Para Freud, en un comienzo detrás de cada síntoma neurótico, o más bien como su causa, había una imagen, una fantasía que había que descubrir. Más adelante a esta imagen le adscribe una frase fija inmutable, que funciona a parte del contenido de la neurosis y que produce placer o satisfacción pulsional por la libido que le ha quedado fijada.
Lacan, quien comienza su enseñanza dando preeminencia al discurso en detrimento de las imágenes, también privilegia un decir que remite a una imagen que no es sino aquella que ha sido capturada por el goce, Lacan nos dirá que se trata de una significación fija, un axioma debido a su fijeza, axioma fantasmático o fantasma fundamental, con sus tres vertientes: imaginaria, simbólica y real. Fantasma que, en definitiva, no es más que una de las defensas del sujeto frente al goce que lo habita.
Jacques Alain Miller, destaca tres imágenes privilegiadas: la del cuerpo propio, la del cuerpo del Otro y la del falo, las tres a su modo son imágenes significantizadas y capturadas por el goce.
Tenemos pues, imágenes que operan como reguladoras de goce, imágenes que capturan goce, imágenes que empujan al goce, imágenes que suplen la falta o falla en lo simbólico, imágenes pacificadoras, imágenes que descompensan, imágenes que… será nuestro trabajo determinar qué función cumplen en cada caso.
«En una hora tuve más de cien «like» o (me gusta)», decía una adolescente que acababa de chequear su teléfono antes de entrar a sesión, pidiendo especialmente no apagarlo, sino solamente silenciarlo, para no quedar desconectada durante el rato que duraba su sesión.
Una joven dice: «Llevaba dos semanas desconectada de las redes sociales pero no aguanté más, me conecté y encontré cientos de mensajes de todo el mundo…me había hecho tan bien no estar pendiente, me podía concentrar mucho más en mi trabajo… es tal mi ansiedad por saber quién me contacta…»
«No puedo dejar de mirar pornografía por internet, ver a otros hombres entre sí, ver mujeres…pierdo tanto tiempo, no puedo trabajar ni preparar mi tesis… mi novia se enteró, no sé qué hacer…ella lo considera una infidelidad, yo la quiero, no quiero perderla pero no puedo dejar de hacerlo»
¿Qué espera la adolescente de sus «like», de esas palabras sin cuerpo, sin voz, que efectivamente la conectan con un grupo de pares que goza de la misma manera, pero con los cuales tiene serias dificultades para conectarse por medios no virtuales? Está claro que los cientos de «like» le devuelven una imagen de su cuerpo de la cual goza sin necesidad de mirarse a un espejo, o mejor dicho es este el espejo del otro que la reconoce cada vez que aprieta una tecla o toca una pantalla. Pendiente de ese reconocimiento esta joven encuentra en cada like un mensaje del otro que la calma y le da un lugar que no encuentra sino en el espacio virtual, haciendo así un lazo social sin necesidad de poner el cuerpo.
A diferencia de la función de pacificación que la pantalla cumple para la adolescente, la joven mujer no puede dejar de estar conectada en las redes sociales, investigando la vida de hombres y mujeres, tejiendo historias alrededor de fotos y comentarios que la angustian, la inquietan la dejan presa de una ansiedad que por momentos no le permite hacer más que eso. Atrapada en las bien llamadas «redes» sociales esta joven está a punto de perder su trabajo por reiteradas ausencias y falta de concentración, capturada en un empuje irrefrenable a un goce solitario, que en la modalidad del plus de gozar la deja a expensas de sus fantasías sin lazo al otro, haciendo un corto circuito en la relación con su deseo.
Por su lado, a nuestro «adicto a la pornografía», estas imágenes sin palabras, casi como un tóxico, lo sumen en un autoerotismo silencioso que a la vez que dificulta su deseo por la mujer, está al servicio de obturar la castración o de impedirle el encuentro con la relación sexual que no hay, siendo la presencia de esas imágenes la mejor confirmación de su no existencia, a decir de Miller en el porno «la adoración del falo sigue siendo el episodio central».