Hacia una nueva clínica
Por: Giancarla Antezana U., NEL-Cochabamba
Hace ya tiempo atrás que me voy preguntando de qué se trata cuando decimos que hay diferentes momentos teóricos en la enseñanza de Lacan y cuál la incidencia de esto en la práctica psicoanalítica. ¿Cómo servirnos de estos distintos tiempos lógicos del pensamiento lacaniano?
Encontramos la llamada «clínica del deseo», como primera semilla que delinea las coordenadas de las estructuras clínicas, fundamentada en la oposición de si hay aceptación o rechazo del Nombre del Padre y la que prima la relación del sujeto con el Otro. Y está la «clínica del goce» o «clínica borromea», como una clínica elástica que está fundada en la generalización del concepto de conclusión, que conduce a la pluralización del Nombre del Padre.
Para seguir la transición de la primera clínica a la segunda, hay que entender que se produjo un cambio de perspectiva en el pensamiento de Lacan, que llega a plantear a la «psicosis ordinaria» como la base de todo ser hablante, en tanto no hay escritura de la relación sexual. Desde esta lógica, las respuestas de cada sujeto a ese real, serán las soluciones sintomáticas – en las que puede estar la del Nombre del Padre – para anudar los tres registros real, simbólico e imaginario.
En este abanico conceptual, mi reflexión es en relación a los casos que se nos presentan en la clínica actual, donde se despliega la subjetividad contemporánea hipermoderna. Son casos que nos confrontan con el saber – hacer psicoanalítico que no se sostiene en un solo argumento o una sola mirada teórica, sino que se trata del enlace, tanto de las elaboraciones freudianas como de las dos clínicas lacanianas, en el que se arma un tejido conceptual que forma el tapete subjetivo que tendrá una variedad de tamaños y colores en el bordado de la singularidad de cada uno.
«Nuestra reflexión se va tejiendo con un zurcido de piezas diversas de épocas diferentes, tomadas de Freud y Lacan, y no tenemos que renunciar a llevar a cabo éste zurcido para ir ajustando el psicoanálisis al siglo XXI». (Miller, 2014).
La última enseñanza de Lacan se sirve de dos conceptos diferentes, pero que pueden trabajar juntos: El escabel y el sinthome. El escabel, como el pedestal sublimatorio, que fomenta el goce de la palabra, incluyendo el sentido como una forma de tramitar lo real y el Sinthome, como el síntoma del parletre que excluye el sentido y traduce la marca que produjo el acontecimiento en el cuerpo. El Sinthome es una pieza suelta que en análisis puede encontrar su función.
Tomando estas dos vertientes, Lacan encontró en el escritor James Joyce, la hazaña de enlazar el síntoma con el escabel. «Joyce hizo del síntoma mismo, como fuera de sentido, como ininteligible, el escabel de su arte». (Miller, 2014).
En 1979, en el Seminario de Caracas, Miller habla de la geometría del caucho, que implica considerar que el discurso mismo de Lacan tiene una estructura topológica, que supone un discurso que se flexibiliza y se deforma según lo nuevo que aparece en la sorpresa y la contingencia. Si pensamos en la «nueva clínica» como un tejido en el que se zurcen varios elementos que conllevan esa flexibilidad, podremos concebir el arte del analista como el arte de un bricolador: «El bricolador acumula, sin saber por qué, piezas sueltas que siempre podrán servir.» (Miller, 2013).
Entonces, así como el saber – hacer de la araña, el analista – tejedor será, prestándonos el título de una canción preciosa de Silvio Rodríguez: «El reparador de sueños», al estilo de Freud y Lacan, un tejedor de fantasías que conlleva los deseos más inexorables del ser hablante.
La nueva clínica que propone Lacan implica saber leer con lupa y microscopio, el detalle que causa y anuda al parlêtre, afectado por el lenguaje. Es como caminar a oscuras, dice Miller, haciéndonos chinchones en el cuerpo para aprender.
«El mérito de un resumen es ese: que muestra que solo hay preguntas, y que lejos de ser un palacio encantado, un ala por un lado es demasiado grande, las ventanas no tienen el mismo tamaño, el sótano quizás está en el desván, y la casa no es muy cómoda. Sentimos que pudo haber en algún momento un terremoto o una erupción volcánica». (Miller, 1979).
Esta reflexión me lleva a la pregunta de ¿si el analista – tejedor tiene que ver con la concepción del analista vivo?, el analista que aparece en el dispositivo analítico con la marca de su goce, de su estilo[1]; que a diferencia del analizante, sabe servirse de lo que no anda.
BIBLIOGRAFÍA
- MILLER, Jacques – Alain, «Piezas sueltas», Los cursos Psicoanalíticos de Jacques – Alain Miller, Ed. Paidós, Argentina, 2013.
- MILLER, Jacques – Alain, «El Inconsciente y el cuerpo hablante», Presentación del tema del X Congreso de la AMP en Río de Janeiro 2016, 2014.
- MILLER, Jacques – Alain, «Seminarios en Caracas y Bogotá», Ediciones Paidós, Buenos Aires, 2015.
- MAZZUCA, SCHEJTMAN y ZLOTNIK, «Las dos clínicas de Lacan», Ed. Tres Haches, Buenos Aires, 2000.
- Artículo de Internet. KLAINER, Esteban. Presentación del Libro: «Entre Neurosis y Psicosis. Fenómenos mixtos en la clínica psicoanalítica actual» de los autores: J. Carlos Indart, E. Benito, C. Gasbarro, L. Tudanca y F. Vital
NOTAS
- SALMAN Silvia, Cuerpos que hablan, Artículo: «El cuerpo en la experiencia del análisis», Ed. Grama, Buenos Aires, 20013, Pág. 15.