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Arturo Morin | Mi vecindario

Re-introducción del narcisismo

Thamer Prieto,

Por: Thamer Prieto, Asociado NEL – Delegación Cochabamba

Freud plantea en Introducción del narcisismo que existe un nuevo acto psíquico[1] que permite el pasaje del autoerotismo al narcisismo. Este nuevo acto psíquico es dilucidado por Lacan a partir del estadio del espejo: modelo que permite a Lacan anudar lo real, lo imaginario y lo simbólico en la constitución del cuerpo y la subjetividad del ser humano.

En términos freudianos la libido que se encontraba distribuida en las distintas zonas erógenas del organismo, tomará al yo como objeto; es decir que el cuerpo es producto de la libidinización de la forma yoica. Proceso definido como narcisismo primario, narcisismo definido por Freud más como un requisito lógico que como un suceso comprobable. Posteriormente, esta libido yoica podrá catectizar otros objetos, transformándose, mediante un movimiento hidráulico, en libido objetal. Para Freud, por tanto, el narcisismo está ligado a la libido y ésta responde a un criterio energético; lo cual complica mucho su conceptualización, produciéndole a Freud dificultades en algunas definiciones y puntualizaciones, que llevarán a reformular toda su teoría sobre las pulsiones.

Para Lacan, el narcisismo está directamente vinculado a la imagen, al efecto de embalsamiento[2] de la libido en la imagen, mediante la acción de la palabra. El yo, por ende, sería el resultado de la captura de la libido en la imagen. El goce propio del autoerotismo -de ese cuerpo que se goza a sí mismo- que se hallaba en las zonas erógenas pasa a través de esta constitución psíquica a enlazarse con lo otro a nivel de la imagen, no sin la mediación, acción de un gran Otro. El narcisismo da cuenta de que el goce; primeramente será con el propio cuerpo (autoerotismo) y luego será con una imagen (narcisismo). Como recorta Graciela Brodsky[3], tenemos el cuerpo que se goza a sí mismo, que corresponde a la idea de mí mismo como cuerpo y al que le concierne el concepto de ego; y, posteriormente tenemos el cuerpo del estadio del espejo, al que atañe la idea de mí mismo como imagen y el término de yo.

El cuerpo del estadio del espejo se constituye a partir de «un caso particular de la función de la imago«[4], mediante «una identificación en el sentido pleno que da el análisis a este término: a saber, la transformación producida en el sujeto cuando asume una imagen»[5]. Este cuerpo, representando por el yo no solamente implica una imagen, sino que involucra también un goce con la imagen. Posteriormente, a partir de la acción del deseo del Otro, el goce también será con los objetos; y por ende, aparece la apertura a la elección de objeto, con todos los rasgos edípicos que predeterminarán dichas elecciones.

Por tanto, tenemos:

Cuerpo que se goza a sí mismo –(Autoerotismo)(Ego)Cuerpo como imagen gozada –(Narcisismo)(Yo ideal)Goce con los objetos(Elección de objeto)(Ideal del yo)

La relación con los objetos, ese goce con los objetos, implica un goce con la imagen de los objetos a nivel del Ideal del yo. No todos se vinculan con todos los objetos del mundo, hay algo en el mundo humano que determina a qué objeto acceder y cómo acceder a ellos; y se trata de la dirección que otorga el significante amo.

En la actualidad, con el detrimento de la acción simbólica que ordena el cuerpo y el goce, acaece una modificación con el modo de gozar; encontrándonos en esta época con sujetos hablantes cuya relación con los otros es precaria, evidente en los escuálidos lazos sociales que establecen. A ese desinterés de «conducir» el goce al campo del Otro, el goce queda estancado con objetos que no se presentan a nivel del ideal del yo, sino que alimentan el yo ideal. Se promueve, a partir del discurso científico, «una decadencia del ideal del yo y un desarrollo del yo ideal»[6]. Así mismo, el goce con la imagen se infla. Por eso es posible apreciar en nuestros días gente más interesada en gozar con la selfie, con la cirugía o la dieta, con el ejercicio solitario en el gimnasio, que las actividades en las que se enlaza el goce con otros seres hablantes. Hay un retorno a la fase contemplativa y fascinante con la imagen. La nueva acción psíquica freudiana es débil debido a la caída del Otro y esto conlleva a una viscosidad del goce en sus movimientos hacia el otro. El goce en esta época se presenta narcisista; es decir, con la fuerte tendencia autoerótica que es propio al goce con la imagen.

Esta época, de la caída del Otro, denota que los significantes-amo que permiten el «abrochamiento» de un cuerpo que se goza a sí mismo con la buena forma de la imagen, es deficiente. Por tanto, el yo como imagen no puede del todo hacer de límite al goce del cuerpo y a la insuficiencia del mismo. Parafraseando a Marie-Hélène Brousse[7]: hay un desarrollo del cuerpo como imagen pero cortada de la palabra, en partes sin el Otro de la palabra. Una extensión del imperio de las imágenes no tan reguladas por el mundo del discurso como fuera antes.

Por una parte, tenemos a nivel de este más-de-goce, cuerpos invadidos por el goce y sujetos que buscan una nueva manera de regulación de ese real del goce que no siempre es por la vía simbólica, que se presenta derruida. Por ello, proliferan prácticas sobre el mismo cuerpo, acción real sobre lo real del cuerpo, para aplacar el goce de ese cuerpo que se chupa así mismo. Por otro lado, la insuficiencia del cuerpo. Cuerpos que se reflejan como defectuosos y fallados; y con sujetos que tienen dificultades en apoderarse de esa imagen y concluir: «ese soy yo». La solución va por la vía de múltiples identificaciones lábiles, una «sobrecarga» de identificaciones con imágenes «al alcance de la mano».

Cuerpos desbordados por el goce y cuerpos con fallas en la representación imaginaria de cuerpo. Se aprecia más que nunca, en esta época, el hecho de que un cuerpo no se es, se lo tiene y, por tanto, puede perderse en la inundación del río del goce y/o en la inmensa extensión del mar de la imagen.

NOTAS

  1. Freud, S., «Introducción del narcisismo», en Obras completas, t. 14, Amorrortu, Bs.As., 1986
  2. Lacan, J., El Seminario, Libro 1, Los escritos técnicos de Freud, Paidós, Bs.As., 1981, p. 199
  3. Seminario de Formación Lacaniana de NEL, abril, 2015
  4. Lacan, J., «El estadio del espejo como formador de la función del yo [je] tal como se nos revela en la experiencia psicoanalítica», op. cit., p. 102
  5. Ibíd., p. 100
  6. Brousse, M.-H.. «Cuerpos lacanianos: novedades contemporáneas sobre el estadio del espejo», en Colofón 29: ¿Sobrevivir al consumo?, Boletín de la Federación Internacional deBibliotecas de la Orientación Lacaniana, 2009
  7. Ibíd.
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