Por: Fernanda Gomez de la Torre, Asociada NEL-Lima
«Tinder is how people meet. It’s like real life, but better».
La aplicación llamada Tinder se presenta como la forma en que las personas se conocen. Como si fuera la vida real, pero mejor.
¡Como si fuera la vida real, pero mejor! ¿Cómo no utilizarla, entonces, para conocer gente? Si bien se puede ver en las personas que acuden a nuestra consulta que muchos utilizan el Tinder como una forma moderna de lograr un encuentro, también es cierto que muchos otros lo utilizan a modo de poner una dificultad más en la ya dificultosa no relación sexual. Respetando el uno por uno, lo que se intentará en este texto es de entender un poco qué es lo que está puesto en juego cuando se utiliza Tinder a modo de impasse, qué de goce autoerótico hay, qué del narcisismo, qué del consumo, y, también, de qué forma está implicada la imagen.
La palabra «tinder» tiene como traducción «yesca», palabra que según la RAE tiene 5 definiciones:
Yesca.
(Del lat. esca ‘comida, alimento’).
- f. Materia muy seca, comúnmente de trapo quemado, cardo u hongos secos, y preparada de suerte que cualquier chispa prenda en ella.
- f. Cosa sumamente seca, y por consiguiente dispuesta a encenderse o abrasarse.
- f. Incentivo de cualquier pasión o afecto.
- f. coloq. Cosa que excita la gana de beber, y, con singularidad, de beber vino.
- f. pl. lumbre (‖ conjunto de yesca, eslabón y pedernal).
Nos quedaremos, para fines de este trabajo, con la tercera definición, ya que parece ser la traducción que más se ajusta a la intención de esta aplicación tan utilizada hoy en día. Sin embargo ¿será cierto que Tinder incentiva pasiones y afectos?
Veamos cómo funciona: un sujeto se «baja» la aplicación en su dispositivo móvil y se crea una cuenta de usuario, cuenta que se asocia inmediatamente a la de Facebook, se descargan las últimas fotografías de perfil utilizadas, se registra la edad, si se busca hombre o mujer y el radio de búsqueda. Una vez hecho esto, empiezan a aparecer imágenes de personas que se encuentran dentro de la zona establecida y el sujeto puede escoger si la persona le gusta (deslizando la foto hacia la derecha) o si no le gusta (deslizando la foto hacia la izquierda). Si a la persona que nos gustó también le gustamos, es decir, también nos puso un «check», se puede empezar a «chatear». A las personas que les dimos el pulgar abajo, nunca más las veremos, al menos no en Tinder.
El creador de la aplicación sustenta que Tinder es como ir a un bar y escoger entre las personas que están ahí a los que nos atraen físicamente. Si nosotros también les atraemos, entonces es muy probable que se inicie una conversación. Al principio puede parecer que hay algo de verdad en esto: siempre hay algo de lo imaginario. Sin embargo, cuando vamos a un bar, no vemos fotografías, vemos personas, no vemos la imagen del cuerpo de la imagen, vemos el cuerpo de la imagen. En Tinder las imágenes no serían soportadas por un cuerpo. Voy a introducir aquí una pequeña viñeta: un joven tiene una «amiga» (así la llama) que conoció a través de la aplicación, pero, importante detalle, no la ha visto en persona, hace más de un año que hasta han tenido conversaciones telefónicas, pero siempre que se propone el encuentro surge una excusa perfecta para no poner el cuerpo.
Por otra parte, cuando vamos a un bar, no tenemos la oportunidad de ver al menos a 15 o 20 personas por minuto para escoger, a modo de catálogo, con quién nos gustaría conversar o tal vez algo más. Hay en el uso de la aplicación un tema de consumir imágenes; imágenes, al menos al principio, vacías.
En cuanto al narcisismo, revisando Introducción al Narcisismo, encontramos que Freud sostiene: «Y sobre este yo ideal recae ahora el amor de sí mismo de que en la infancia gozó el yo real. El narcisismo aparece desplazado a este nuevo yo ideal que, como el infantil, se encuentra en posesión de todas las perfecciones valiosas[1]». Interesante cómo un texto de 1914 pueda resultar tan actual, en efecto, podemos pensar que ese yo presentado en el perfil de Tinder, con la mejor foto, el mejor ángulo, el mejor filtro, el mejor marco, etc. sería el yo ideal. ¿Será que el yo real de la amiga del joven de la viñeta no se ajusta mucho al yo ideal que ha presentado en fotos de perfil y selfies? Si fuera así, esta esquizia (vamos a llamarla así a propósito, para hacer surgir una pregunta acerca de la mirada) entre la imagen real y la imagen ideal sirve a la perfección al amor imposible. Ahora se entiende con mayor facilidad por qué, para algunos usuarios, se hace tan complicado pasar del «conocerse» a través de la pantalla a conocerse en la vida real.
De otro lado, pero en relación, se puede establecer cómo en esta práctica hay una fuerte presencia del goce autoerótico. Aún cuando lo que se busca es encontrar a otra persona, aún cuando los jóvenes «conversen» una vez que se sabe que se «gustan», la relación sigue siendo entre el sujeto y su pantalla, pantalla que le devuelve imágenes de sus «conversaciones», de sus dichos, de sus palabras. Esto no sería llamativo si es que después de esta primera fase, las personas pasaran a un segundo tiempo en donde se encontraran, se escucharan, se vieran; sin embargo, muchos de los usuarios se quedan en la primera fase, en la relación virtual con ese otro que, cada vez hay menos seguridad de que sea Otro. La comedia de los sexos parece no existir más, cada vez es más difícil soportar el deseo y la pregunta ¿qué me quiere?, no hay un cuerpo que soporte ese deseo, al parecer las «apps» y esta forma moderna de relación que establecen los jóvenes hoy en día facilitan la forclusión de ese deseo que cae. En el caso de la viñeta se es posible apreciar que hay algo del deseo que ha caído y que el uso que hace el joven de estas plataformas contribuyen a que permanezca así, a pesar de que al menos hay una queja, no se hace más pregunta acerca de por qué a esta amiga siempre le «surge» algo cuando él le propone que por fin se conozcan, le molestan las excusas, sí, pero parece haber aceptado que, al menos esta relación, será así, virtual, sin cuerpo pero repleta de imágenes…se evidencia de qué manera intenta escabullirse de la castración y controlar la mirada del otro, mirada que revela tanto el deseo como el goce, de los que no quiere saberse nada.
Si pensamos que en las relaciones con los demás hay algo de la transferencia puesto en juego, y recordamos que Lacan en el Seminario 1 nos dice que «La transferencia eficaz de la que hablamos es, simplemente, en su esencia, el acto de la palabra»[2], entonces habría que plantearse qué acto de palabra hay en estas relaciones virtuales si la palabra no está soportada por un cuerpo.
Miquel Bassols sostiene que «»Una imagen vale más que mil palabras». Se suele decir la frase olvidando al decirla que hacen falta al menos esas siete palabras para evocar una significación que ninguna imagen podría mostrar por sí misma, si esta imagen pudiera alguna vez quedar desligada del lenguaje. Ni mil imágenes valdrían entonces para decir esa significación, como tampoco para decir cualquier otra. Hablando propiamente, una imagen no dice nada, oculta más bien lo indecible que sólo la palabra puede evocar o invocar»[3] Y es que al escuchar a algunos jóvenes acerca cómo usan esta aplicación, se cae en la tentación de pensar ¿qué es lo que se oculta tras esa foto de perfil? Es como si se intentara escamotear lo simbólico y de usar lo imaginario como un bello y perfecto tapón de lo real. Como menciona Mauricio Tarrab en su texto «El ojo bulímico y el lobo»[4] es una forma de tratar de hacer posible lo imposible, en el caso concreto de Tinder: el intentar hacer existir la relación sexual.
NOTAS
- Freud, Sigmund «Introducción al Narcisimo» en Obras Completas de Amorrortu Editores, Volumen 14, pp. 91.
- Lacan, Jacques «Los escritos técnicos de Freud» pp. 170.
- «El imperio de las imágenes y el goce del cuerpo hablante» http://oimperiodasimagens.com.br/es/faq-items/el-imperio-de-las-imagenes-y-el-goce-del-cuerpo-hablante-miquel-bassols/
- «El ojo bulímico y el lobo» http://oimperiodasimagens.com.br/es/faq-items/el-ojo-bulimico-y-el-lobo-mauricio-tarrab/