«Que nadie entre aquí sin haber entrado en un cartel», podría ser un cartel para colgar en la puerta de la Escuela, al estilo de aquél que se leía al entrar en la Academia de Platón: «Que nadie entre sin saber geometría».
El Cartel es el principio de la Escuela, la disciplina propuesta por Lacan para articular la actividad del grupo con el trabajo particular de cada uno- su experiencia de lectura e investigación, su recorrido en el saber a partir de lo que no se sabe, su invención, también, cuando se da. Si el título con que se nombra el cartel ( su tema) es común, el producto es particular de cada uno y se ofrece al control de la Escuela como un modo de hacer avanzar el psicoanálisis.
¿Así, de buenas a primeras, cualquier recién llegado puede hacer avanzar el psicoanálisis?. Sí, esa es, de entrada, la apuesta de la Escuela cuando no se define como una «escuela de psicoanalistas y candidatos» sino de trabajadores, cuando no deja a quien se dirige a ella en la posición de pedigüeño, a la espera de iniciarse en un saber supuesto, sino que hace de ese saber supuesto el principio de una transferencia de trabajo, cuando hace de otros saberes que no son los del psicoanálisis una razón para interrogar a éste.
El cartel es entonces, para cada uno, la primera implicación en la Escuela. Tiene una estructura que privilegia el efecto de serie sobre el del grupo analítico y nombra, así, el real en el que éste se funda. La lógica que Lacan le dio- cuatro más uno- lo hace funcionar al estilo de un conjunto de Russell: el más-uno debe encarnar la paradoja de dar coherencia al grupo y, a la vez, de descompletarlo, de restarse a lo que haría de él unidad, ideal de saber., debe provocar la elaboración de saber para cada uno de sus miembros- él también es un miembro más-, manteniendo la continuidad del grupo, y debe a la vez indicar su disolución cuando sea preciso, es así el testimonio de la inconsistencia del grupo, el operador que lo destina a una permutación con otros miembros de la Escuela en un tiempo previsto ( cada año como mínimo, cada dos como máximo).
El cartel tiene una historia en la enseñanza de Lacan. Pensado desde el principio como el «órgano Base» de la Escuela, viene a ser su fenómeno elemental, la hoja que debe dar la estructura de la planta. En 19644, en el Acto de fundación de la EFP, Lacan habla ya de una «elaboración sostenida en un pequeño grupo», anticipación de lo que será el cartel.
En 1981 volverá a tomarlo como el «órgano base» de la nueva experiencia: cuatro escogen a un Más-Uno cuya función es de selección temática, de discusión y de dar una destinación al trabajo de cada uno.
Este deseo, conviene saberlo de entrada, no es obvio para el psicoanálisis: hay que exponerlo, ponerlo a prueba, cultivar sus impasses y someterlo a la crítica que otros puedan ejercer.
Es que, por lo que respecta al saber que más importa, la Escuela no será nunca un lugar turístico. El mecanismo de su puerta es del sistema «Pecci- Blount» (el del grabado de la página 8 del primer número de Uno por Uno), que sólo se abre para volver a cerrarse, además, el único medio para que se entreabra es llamar desde el interior.
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