De qué se trata la categoría del semblante en la invención singular del sujeto adolescente es una de laspreguntas que nace en el cartel Cuestiones de Adolescencia, en el marco de la experiencia Proliferación de Carteles, y cuya formulación surge después de no pocos rodeos sobre el tema, debido a las diversas aproximaciones de sentido que, desde la teoría psicoanalítica, parece adquirir el concepto semblante. En consecuencia, su articulación con la adolescencia representaba, a su vez, un incierto camino por recorrer.
En cuanto a la adolescencia se refiere, aunque como término es una categoría de la psicología, su definición conceptual se encuentra en diversas disciplinas del conocimiento, desde diferentes perspectivas, sin coincidencia ni superposición, con el consecuente resultado de una acepción confusa, imprecisa y controversial que lleva a considerar, en palabras de Jacques-Alain Miller (2015), que «la adolescencia es una construcción»; construcción que bien podría interpretarse no solo en relación con su definición teórica, sino, también, desde las caracterizaciones culturales propias de cada época y según las elaboraciones psíquicas de cada sujeto adolescente.
Si hay algo a lo que se le debe hacer lugar en el psicoanálisis, es a que todos los casos son diferentes, y que es mucho mejor funcionar con este axioma, esta regla, esta norma. No es lo mismo hoy, ayer y mañana, y fulano nunca es igual a mengano. (Miller, 2002, p.64)
En el campo psicoanalítico, Freud no emplea de manera explícita el término adolescencia, sino el de pubertad, correspondiente al momento de la salida de la infancia, con sus respectivos cambios biológicos e implicaciones psíquicas, abordados por él en el texto Las metamorfosis de la pubertad, último de los Tres ensayos de teoría sexual. No obstante, en el uso general, incluso en el ámbito de los psicoanalistas, se observa un predominio de la palabra adolescencia sobre el de pubertad, problema terminológico cuya resolución propone el psicoanalista Alexander Stevens, citado por Mario Elkin Ramírez (2014), al presentar la «adolescencia como síntoma de la pubertad». Es así como, continúa, Ramírez «con la categoría de «adolescencia» se designa un conjunto de conductas sintomáticas, que en ese momento de la vida son elaboradas por los sujetos como respuesta a la metamorfosis de la pubertad». La adolescencia, entonces, como respuesta subjetiva, singular, ante la conmoción y las rupturas que supone la pubertad.
En la misma dirección, y de acuerdo con el interés de esta indagación -a sabiendas de las innumerables aproximaciones que pueden hallarse acerca de la definición de adolescencia-, se transcribe una de las consideración del argentino José Barrionuevo (2011) respecto a que la adolescencia, desde el psicoanálisis, se refiere «a lo que sucede en un sujeto que se encuentra tramitando las vicisitudes de la «tormenta de la pubertad», al decir de Freud, estando abocado a la tarea de enfrentarse a «lo real» en sus más diversos ámbitos, tras la irrupción en la pubertad de un cuerpo sexual «real», que plantea un importante esfuerzo de trabajo para su psiquismo».
Respecto al concepto de semblante, en la propia teoría psicoanalítica algunos de los autores consultados lo refieren de un modo que invita a considerar el término sin ninguna ligereza. Casos como el de Miquel Bassols quien, en el título Algunas observaciones acerca del «semblante» (2009),marca comillas, justamente, a la palabra semblante; Santiago Thompson, en La categoría lacaniana de semblante (2014), procura cernir la categoría de semblante en la enseñanza de Lacan»; Miller que, en De la naturaleza de los semblantes (2002), considera la posibilidad de atrapar el término semblante, y hasta el mismo Lacan (1971), quien en De un discurso que no fuera del semblante (Seminario 18), afirma que ese algo que dice del semblante «no se encuentra en la vuelta de la esquina». Marcas y expresiones que anuncian las complejas y variadas posibilidades del semblante en la teoría Lacaniana.
Desde el punto de vista lingüístico, Bassols (2009) refiere que el término «semblante» forma parte del vocabulario castellano como traducción del semblant francés, adoptado como propio a falta de una traducción mejor; adopción que, a su vez, supone cierto uso neológico. Así mismo, los cambios lingüísticos que el término sufre en la lengua castellana muestran cómo la acepción se va alejando cada vez más del semblant francés, de modo que considera necesario el recorrido de Miller por el término semblant, para entender la torsión de su uso en psicoanálisis.
En el lenguaje clásico, por ejemplo, según Miller (2002), la palabra semblante se refería a lo que aparece, a veces lo que aparece de lo que es; en tanto que el hablante moderno percibe cierta redundancia en el Faux semblant, lafalsa apariencia, debido a que perdió el sentido del vrai semblant, de la verdadera apariencia, que consiste en aparentar lo que es.
Para Diana Rabinovich, la vieja acepción del término semblant coincide con el uso que le da Lacan, acorde con la definición del Diccionario de Autoridades, del que cita:
Semblante: la representación exterior en el rostro de algún interior afecto del ánimo (…) Es natural venga del verbo antiguo semblar que significa parecer. Metafóricamente vale la apariencia y representación del estado de las cosas sobre el cual formamos el concepto de ellas. Usado como adjetivo vale lo mismo que semejante. Semblar: semejante o ser semejante. (p. 8)
Lacan es quien introduce el término semblante en forma sustantivada, y lo ubica en la escala del nudo borromeo, en equivalencia con las dimensiones llamadas imaginario, simbólico, y real, como registros de igual naturaleza, cuya organización en el esquema fue variando según la dialéctica de la enseñanza de Lacan. En De la naturaleza de los semblantes, La palabra naturaleza, se emplea, según Miller, cuando no se quiere decir estructura ni sustancia. Por tanto, el término semblante no es estructura ni sustancia; está caracterizado como categoría que, en su sentido clásico, no se opone a lo real, «sino que califica con exactitud el orden de lo que se manifiesta»; en tanto que en el sentido de la época moderna, es el antónimo de lo real; deja de su lado a lo simbólico y lo imaginario, quedando por fuera lo real.
Hasta el momento, entonces, y de acuerdo con la clásica definición, el semblante lacaniano es aquello que se da a ver.
En este berenjenal que apenas se empieza a trasegar, resulta asaz intrincado hallar la dirección en la que se halle una articulación posible entre la categoría del semblante y la invención singular del adolescente, considerando que el lugar del semblante, en Lacan, tiene que ver con conceptos primordiales que, en sí mismos, presentan su propia opacidad, y cuya comprensión ha de ser preliminar o simultánea a la del semblante. Es así como la categoría de semblante se relaciona con el discurso, con el cuerpo, con la castración, con el falo, con el Nombre o los Nombres del padre, con el objeto a, con el encuentro entre los sexos…, en nada independientes; más bien tejidos en una filigrana que, al tiempo que los amalgama, también los particulariza.
En relación con lo verdadero, la realidad y el semblante, Lacan inventó inscribirlos en posiciones homólogas: lo verdadero lo inscribe entre lo imaginario y lo simbólico; la realidad, entre lo real y lo imaginario; y el semblante, entre lo simbólico y lo real. En cuanto a lo verdadero, Miller afirma que a lo real lo trae sin cuidado la verdad y, por tanto, si se intenta deslizar la verdad entre la apariencia y la realidad, esta se ubica del lado de la realidad; pero si se deslizara entre semblante y real, la verdad se haría del lado del semblante, lo que equivale a que la categoría del semblante guarda una relación particular con la verdad.
[…] el semblante que se hace pasar por lo que es es la función primaria de la verdad. […] El semblante no es solamente situable, esencial para designar la función primaria de la verdad, ocurre que sin esta referencia es imposible calificar lo relativo al discurso (Lacan, 1971, pp. 24-25).
En este punto, correspondería la articulación entre el semblante y el discurso, entre el semblante y la verdad en la producción de un discurso, ya que «No es posible acceder a la verdad de quien sostiene una posición si no es por la vía de un semblante del cual parte un discurso» (Thompson, 2014), tema que, se sabe, amerita un mayor despliegue, por cuanto el sujeto es un efecto del lenguaje y, por tanto, la posición subjetiva está determinada por un discurso. En su búsqueda por delimitar el concepto de semblante, Thompson sigue parafraseando a Lacan al decir que la economía misma del discurso está regulada por un semblante, y este regula la producción de un discurso que tiene por efecto un sujeto.
Ante la pregunta de si el ser está del lado del semblante o del lado de lo real, Miller (2002) responde que, «[…] en la perspectiva de Lacan, y al menos en el psicoanálisis, no se debe dudar en separar el ser de lo real, y en situar al ser del lado del semblante, […] el ser no se opone al parecer […] sino que se confunde con él» (p.12) Por otra parte, La verdad se oculta, es decir, no oculta ser lo que es.
En esta dirección, de acuerdo con Barrionuevo (2011), la adolescencia puede pensarse como semblante de las metamorfosis que sufre el adolescente; semblante de aquello que se presenta como apariencia, pero que no debe ser descalificada como tal, si se retoma lo dicho por Lacan (1971) en cuanto a que «el semblante que se presenta como lo que es, es la función primaria de la verdad».
La conmoción estructural que se experimenta en la pubertad, producida por las transformaciones que se manifiestan en el orden del cuerpo, y otras expresiones de lo real en diversas dimensiones, permite comprender la denominación de adolescencia como síntoma de tal metamorfosis, entendiendo síntoma, desde Freud, como una manifestación perceptible de una complejidad estructural, o como manifestación que denuncia lo traumático de la sexualidad y en tanto «dice» sobre algo que no puede ser puesto en palabras.
Tengamos en cuenta entonces que «aparente» en el terreno del psicoanálisis es diferente a la apariencia de las ciencias naturales, en tanto aparente no es «simplemente» o pobremente lo contrario a la verdad; una y otra son las dos caras de la banda de Moebius que constituyen de hecho la misma cara. Con la conceptualización del nudo borromeo, es posible entender al semblante como reordenamiento de lo simbólico que puede tener expresión, o deducirse, en lo imaginario y en lo real. (Barrionuevo, 2011, p.39)
Si bien el semblante es aquello que se da a ver, también es presentado como «el arte del hacer parecer» (Miller, 2009), de hacer creer que hay algo allí donde no hay. En tanto la pregunta filosófica es «Por qué hay algo y no más bien nada», la pregunta psicoanalítica es «Por qué hay nada y no más bien algo». Se afirma, según Miller, que de la sorpresa de que no haya nada allí donde se esperaría, se anhelaría algo, proviene el trauma de la sexualidad (en términos de Freud). Por eso la fórmula no hay relación sexual implica que, a nivel de lo real, solo hay semblante, no hay relación.
La revolucionaria proposición no hay relación sexual tiene que pasar por no hay acto sexual, y complementa Miller (2009), citando a Lacan, «[…] no hay acto sexual […] que dé la talla para afirmar en el sujeto la certeza de pertenecer a un sexo».
En cuanto a la singularidad del semblante en el discurso analítico, Bassols (2009) expone que «La única referencia del discurso, la única Bedeutung es para el psicoanálisis la significación del falo como semblante». El semblante por excelencia que viene al lugar de la imposibilidad de simbolizar la relación entre los sexos.
El lugar del semblante en el encuentro entre los sexos encuentra su antecedente en la «significación del falo». Para decirlo con Thompson (2014), «El falo es en sí mismo un semblante: teniendo su sustrato corporal, es aquello que se da a ver por la vía de un tener o un ser que es siempre un parecer. Como elemento tercero, irrealiza la relación entre los sexos, al funcionar de intermediario. Este parecer da al encuentro entre los sexos su carácter de escenificación.
El falo hace que el cortejo entre el hombre y la mujer entre por completo en el campo del semblante. Así desarrolla Lacan (1971) esta idea:
La identificación sexual no consiste en creerse hombre o mujer, sino en tener en cuenta que hay mujeres, para el muchacho, que hay hombres, para la muchacha. Y lo que importa no es siquiera tanto lo que ellos experimentan, es una situación real, permítanme. Para las mujeres el muchacho es la misma cosa, el falo, y esto es lo que las castra también porque ellas solo consiguen un pene, y que es fallido. Ni el muchacho ni la muchacha corren riesgo en primer lugar más que por los dramas que desencadenan, son el falo durante un momento. (p.33)
Para Thompson (2014), el pene aquí queda claramente dando cuenta de «la verdad del semblante falo» que no es otra cosa que la castración. Lacan retoma, entonces, la dialéctica de lo masculino y femenino ligada al ser y al tener el falo, en términos de semblantes.
El falo como significante del goce es así, según Bassols (2009), una suerte de semblante universal; se da en todas las culturas y discursos de una forma u otra como el semblante que vale para todos y cada uno. Y es por ello que Lacan lo iguala al significante Uno, S1, significante amo. A su vez, Bassols clasifica otra dimensión del semblante que se puede situar en el registro de lo singular de cada sujeto, para diferenciarlo de lo universal del semblante del falo, y que Lacan abordará con el objeto a. Según Miller, Lacan acuñó el objeto a para reunir lo que en la experiencia testimonia un goce no genital. Sin embargo, cuando se lo designa coma a, este goce es solidario del significante fálico y está presente en los sujetos de ambos sexos.
La verdadera naturaleza del objeto a está en relación con el ser. El objeto a es el soporte del ser, que es del orden de la esencia y tiene afinidades con el semblante. El ser no es otra cosa que semblante.
Llamamos pues, objeto a, a lo que en ese desastre del sujeto que se denomina falta en ser parece dar el soporte al ser […] No significa que esté el semblante del ser y, por otro lado, el ser, sino que el problema del ser está profundamente ligado, es de la misma tela, que el semblante […] El ser es justamente lo real que podría concluirse del significante[…] el ser es la manera en que se disfraza lo real para que sea presentable, para que guarde la compostura en la mesa del significante. (Miller, 2002, pp.116-120)
Si bien, hasta aquí, solo se enuncian algunas de las aproximaciones del semblante en relación con las elaboraciones psíquicas con las que tiene que vérselas el sujeto para su construcción, no resulta sencillo suponer que el joven adolescente tenga una salida fácil a la ruptura subjetiva que ocasiona en él la conmoción de la pubertad.
Acerca de la pregunta De qué se trata la categoría del semblante en la invención singular del sujeto adolescente, se han bordeado, en parte, los conceptos semblante y adolescencia, lo cual no desvía la singularidad que, en el discurso psicoanalítico, adquieren, a su vez, los conceptos de invención y sujeto, respecto a los cuales se hará una inicial alusión en este escrito, desde lo presentado por Miller en De la naturaleza de los semblantes (2002), que se sabe, está fundamentado en la enseñanza de Lacan.
La palabra invención la presenta en un binario comparativo con la de descubrimiento, haciendo notar que cuando se trata del saber en lo real puede hablarse de descubrimiento, en tanto que al saber en juego en psicoanálisis corresponde el verbo inventar. Esta afirmación tiene un alcance consistente en que descubrimiento significa que hay previamente (por lo que Lacan sostiene que hay saber en lo real), este hay fundamenta el descubrimiento; en cambio, el no hay relación sexual da su fundamento a lo inventado.
¿Qué es el sujeto?, se plantea explícitamente Lacan en el informe de Roma, y responde que este va mucho más allá de lo que el individuo experimenta subjetivamente, que el sujeto va tan lejos como la verdad que puede alcanzar. Respuesta que, según Miller, tiene un valor muy preciso: «afirma que el sujeto es el de la verdad y la verdad, un sentido que se inscribe más allá del individuo.
Con lo hasta aquí enunciado, ya se tienen, por lo menos, referentes iniciales para abordar la pregunta y hallar una aproximación a su respuesta.
BIBLIOGRAFÍA
- Barrionuevo, José (2011). Adolescencia y juventud. Consideraciones desde el psicoanálisis: Semblante de las metamorfosis de la pubertad. Buenos Aires: EUDEBA.
- Bassols, Miquel (2009). Algunas observaciones acerca del «semblante». Recuperado el 9 de septiembre de 2016, de http://miquelbassols.blogspot.com.co/2009/06/algunas-observaciones-acerca-del.html
- Lacan, Jacques (2008). En Escritos 2: La significación del falo. Buenos Aires: Siglo XXI.
- Lacan, Jacques (2008). Seminario 20: Aún. Buenos Aires: Paidós.
- Lacan, Jacques (2009). Seminario 18: De un discurso que no fuera del semblante. Buenos Aires: Paidós.
- Miller, Jacques-Alain (2002). De la naturaleza de los semblantes. Buenos Aires: Paidós.
- Miller, Jacques-Alain (2015). En dirección a la adolescencia. Buenos Aires: Paidós.
- Ramirez, Mario E. (2014). Despertar de la adolescencia: Freud y Lacan, lectores de Wedekind. Buenos Aires: Grama ediciones.
- Thompson, Santiago (2014). La categoría lacaniana de semblante. Recuperado el 5 de octubre de 2016, de https://www.aacademica.org/000-035/730