En un primer acercamiento, un cartel clínico es algo diferente al uso tradicional del Cartel. Aquí el peso de lo «clínico» tiene efectos.
Los responsables de los Carteles de la Sede Nel Medellín, me convocaron a hacer de Más Uno en un cartel que podría constituirse con quienes hicieron una demanda de formación a la Escuela. Es habitual que los carteles sean convocados por temáticas conceptuales o epistémicas: Transferencia, inconsciente, interpretación, psicosis, o el Seminario tal de Lacan, o de Miller, etc. Los cartelizantes se presentaron al dispositivo con esas inquietudes: trabajaban todos en una institución para adictos, y venían con preguntas apoyadas en conceptos: la transferencia en el adicto, el objeto droga, el saber analítico, la conducta adictiva, toxicomanías, etc.
Conversando con ellos nos surgió la propuesta de tener una experiencia de hacerlo como un cartel «clínico», es decir, desde la experiencia de la práctica clínica. Lacan en la Proposición del 9 de octubre de 1967 habla de una Escuela donde la razón de su pregnancia, reside en constituir al psicoanálisis como experiencia original. Y agrega: Es esencial aislar esta experiencia de la terapéutica, que no sólo distorsiona al psicoanálisis por relajar su rigor[1]. Frase compleja de la cual resalto cómo lo terapéutico distorsiona al ubicar una «finalidad2 por encima de «la experiencia».
Lacan homologa el saber al goce[2], cuestión que se aclara cuando habla de la pasión por la ignorancia. Cuando hay enseñanza, bajo cualquier dispositivo, hay que estar advertido sobre el obstáculo que implica que se sepa a partir de lo que otro dice. El saber de esta enseñanza, me atrevo a afirmar que en no pocos casos, hace barrera al saber sobre los diferentes goces que surgen en la experiencia de la práctica clínica. El sujeto sigue sin un saber sobre lo más propio, el semblante epistémico actúa como barrera. Hay que admitir que la enseñanza no es lo que hace falta para que se llegue al discurso de Lacan, allí donde está hecho para servir a la práctica, que lo que opera es aquello que Lacan llama «experiencia original».
Un cartel clínico implicaba alejarse del uso de «un concepto» adoptado con el valor de S1, como brújula en la relación al saber, como pareja para el cartelizante, y poner en primer lugar la «experiencia original» de la práctica de cada uno de ellos. El hacerlo a cielo abierto, a diferencia del control, exigió un movimiento importante en los participantes. La propuesta fue centrarse en la singularidad de la experiencia de la práctica, a partir de trabajar un caso que les haya llamado la atención, y en articularla a la manera como el discurso de Lacan sirve para nombrarla. Lo que debe disponer a un participante de un cartel clínico es la prevalencia de lo que llamaré el saber textual, (el saber que se puede leer como letra en el paciente) para oponerlo a la noción referencial que lo enmascara[3].
Ha sido un desafío provocar la implicación de cada practicante en la percepción de detalles propios que surgen en su práctica y la elaboración de cómo pueden ser anudados al caso. Convertir la sesión del cartel en una experiencia cercana a la analítica, implica contar con la división subjetiva, provocar un corte en ese ejercicio discursivo productor de sentido y de explicaciones racionales, lógicas, cargadas de significación en la vía de la comprensión y la psicogénesis.
El corte en ese modo de operar, da lugar para que aparezca en primer lugar la angustia, tomada como angustia fantasmática: «no saber cómo responder ante el sufrimiento del otro», «no estar a la altura», «temor al fracaso», «la responsabilidad en juego», etc. Pero concluimos en un tiempo posterior, que es la angustia del no saber, de poner entre paréntesis el saber previo, soltar las amarras a lo contingente, poner en juego lo propio, exponerse a lo no leído, a lo no reconocido. Reconocimos que había una posición psicologísta de orientación dinámica que orientaba la práctica, la que se puede formular así: «facilitar la emergencia del inconsciente en aquel que sufre, y que pueda hacer cadena con los significantes que produce». El objetivo era «Saber». Para eso se estaba en el Cartel. Propongo que esa es la definición de una práctica clínica.
Tener en el horizonte la práctica no clínica, sino analítica exige una operación más. Convertimos la pregunta sobre el «saber», ya no con mayúscula relativo a la comprensión y al sentido, sino un «saber» en singular, el del propio inconsciente real, que surge y se evidencia en la situación propia del cartel: En el cartel se trata de un saber que queda sujeto a la contingencia, y con la angustia. Es posible tener seguridad, si no hay esa brújula terapéutica del «Saber», sino del «saber» sobre el propio real.
La angustia que provoca la convocatoria al cartel, tiene que ver con el paso del deseo terapéutico al deseo del analista, y del acto clínico al acto analítico. Se plantea inicialmente la localización del engaño que implica el SSS, y que más allá de la transferencia al saber, se trata de estar formado para identificar el lenguaje de lo real que despliega el sujeto.
Algo más sobre la angustia. En el après-coup, lo transcurrido en el tiempo de existencia de este dispositivo de Cartel clínico cada participante ha dado cuenta de experimentar una exigencia desde la angustia. Contrario al espacio curricular o académico donde se apunta a un logro, acá aparece la resistencia a tomar la palabra, a decir y mucho más, a escribir sobre lo propio. Salvado ese umbral, lo que se despliega de manera maravillosa ha sido poder tramitar la angustia ahí, en acto, bajo la transferencia de trabajo con otros.
Y del otro lado, lo que nombrábamos como la experiencia de escuchar el lenguaje de lo real de quién consulta, supone una lógica del acto diferente a la lógica fálica del discurso social al que pertenecemos, la lógica del para todos, del sentido común, de los ideales terapéuticos. El deseo y el acto del analista no pueden reducirse a ello. Pueden prescindir de esa maquinaria fálica, y saber hacer con ella, desde que la reconozca como no toda. El deseo del analista, para ser tal, debe gravitar en la ilógica femenina: en aquello que itera y que no marcha, en lo que retorna como imposible, como insoportable, tanto del lado del analista como de quién consulta.
A todas estas, quedan varias preguntas:
1. ¿en qué se apoya la transferencia?, la transferencia de trabajo incluida, ¿de qué está hecha?
2. ¿Cómo se hace con el propio real frente al real de quién consulta, cómo el propio real entra en juego?
3. Se detecta que hay un malentendido en el momento en que se transmite el caso en el cartel, ¿Que estatuto darle?
NOTAS
- Lacan, J. Proposición del 9 de octubre sobre la garantía de la Escuela
- Lacan, J. Alocución sobre la enseñanza. En: Otros Escritos. Buenos Aires. Paidós. Pág 318.
- Lacan, J. Proposición