«Si la razón hace al hombre, el sentimiento lo conduce.»
Rousseau
A lo largo de la historia de la humanidad se evidencia que los sujetos tienden a la conformación de clanes, grupos o familias y entre ellos la familia cristiana; con una finalidad de protección a la especie y supervivencia, en sus orígenes. Este grupo o familia ha ido mutando con la civilización y de la misma forma ha variado en su semántica, la familia ha sido un eje fundamental en lo que concierne a la cultura. Así lo expresa Jacques Lacan en su texto Los complejos familiares en la formación del individuo: «Entre todos los grupos humanos, la familia desempeña un papel primordial en la trasmisión de la cultura» (Lacan, 2012, pág. 34). La familia es la encargada de forjar concepciones de mundo, trasmitir tradiciones y formas de interactuar en la sociedad.
La familia como institución dadora de vida y cultura procrea en sí sujetos que harán parte de una de lo que conocemos actualmente como sociedad. Para el Psicoanálisis la familia es una institución fundamental en el desarrollo del sujeto. Así lo expresa Lacan en su escrito Los complejos familiares en la formación del individuo:
(…) ella rige los procesos fundamentales del desarrollo psíquico, esta organización de las emociones de acuerdo con tipos condicionados por el ambiente que es, según Shand, la base de los sentimientos; más ampliamente, ella transmite estructuras de comportamiento y de representación cuyo juego desborda los límites de la conciencia. (Lacan, 2012, pág. 35)
De esta manera, la familia se convierte en la formadora de sujetos que ingresarán a una cultura determinada. En específico, el nombre del padre es quien efectuará la plena trasmisión de la cultura, pues le otorgará al infante el ingreso al mundo simbólico. Dirá Lacan:
Se manifiesta efectivamente en el acto del don. Ya no es en las idas y venidas de la madre donde está presente, por lo tanto todavía medio velado, sino que se pone de manifiesto en su propio discurso. En cierto modo, el mensaje del padre se convierte en el mensaje de la madre, en tanto que ahora permite y autoriza. (2010, pág. 211)
Sin embargo, este don ya no se encuentra representado por el padre o el que realiza las funciones paternas ante el infante, como se planteaba antes. En la actualidad, se presenta la caída del nombre del padre, que es entendida como la debacle del poder que se le otorgaba al hombre en su función paterna y, ahora, no se presenta de esa manera; todo lo contrario, el nombre del padre ya no posee la fuerza con la que antes se le relacionaba, ahora esta fuerza se encuentra depositada en la misma madre o en otras instituciones ajenas a la familia y al mismo sujeto.
Por consiguiente, se construye una nueva concepción de familia, como resultado de la constante transición que sufre la familia. Dirá Miquel Bassols haciendo alusión a la familia actual en su texto Famulus: «Hoy puede pedirse muy bien una familia hecha a la medida del fantasma de cada uno» (2016). Esta aseveración implica el reconocimiento de una nueva estructura familiar y la exteriorización del niño y, con este, lo singular de cada familia.
La familia tradicional se ha desmoronado, la llegada de las libertades en cuestión de género, sexo, ideología, entre otras, y el conocimiento que cada uno posee sobre sí ha propiciado una serie de acontecimientos que involucran una transformación no solo en la crianza de los herederos familiares sino en el concepto mismo de familia. Debe tenerse en cuenta que el concepto Familia: viene del latín famulus que alude a: esclavo, siervo, sirviente, sometido. Sin embargo, este significante ya no es coherente con su significado original, todo lo contrario, la familia en la actualidad se constituye por dos personas pares tanto en la asignación de derechos como en los ámbitos académicos y económicos, sujeto que se equiparan bajo un mismo apellido o familia conyugal (Lacan, Otros escritos, 2012, pág. 70). Y, también, bajo el secreto del goce familiar que lo heredará el niño. Para Miller: «(…) la familia está esencialmente unida por un secreto, por un no dicho. (…) Es un deseo no dicho, es siempre un secreto sobre el goce, de qué gozan el padre y la madre» (Miller, 2007).
El niño crece en un ambiente que lo hace heredero del secreto familiar, ese secreto que tiene que ver con el goce tanto del padre como de la madre y estos van a ser claves en su desarrollo vital. Dirá Lacan citado por Miquel Bassols: «Creemos que decimos lo que queremos, pero es lo que han querido los otros, más específicamente nuestra familia, que nos habla». Esta forma de operar radica en la necesidad que tuvo el niño de suplir la falta de la madre, pues ella es el objeto de deseo del niño y él es su deseo, y sabe que la virilidad del padre es lo que la madre desea, por ello el niño intenta ser espejo de ese deseo materno, dirá Lacan: «Para gustarle a la madre, si me permiten ustedes ir deprisa y usar palabras gráficas, basta y es suficiente con ser el falo.» (2010, pág. 198). El niño conoce del deseo materno y anhela proveerlo a su madre y, también, identifica al padre como aquél que lo otorga, por ello en la salida del Edipo el niño inicia la identificación con el padre o con aquél que juega las funciones de este, para así ser heredero oficial del falo y poder operar en su pubertad como el padre lo hace con la madre.
La anterior, es la triangulación primordial para el Edipo, en el Seminario 5 que propone Lacan; sin embargo, se desprenden diversas formas en que se lleva a cabo esta triada, y, es ahí, donde el secreto de familia inicia su proceso de acoplamiento con el niño, pues el niño se expone a los diferentes goces que residen en sus parientes.
Ahora bien, a la dualidad madre-hijo entra un tercero que reconfigura la ley planteada por la madre, sin embargo, hace parte de esa proyección que la madre ejecutó sobre el infante, es el padre o quien cumple las funciones de padre, este sujeto irrumpe como metáfora pues es la imagen que constituyó la madre para él y es a lo que Lacan llama metáfora paterna. «El falo, el padre ha demostrado que lo daba sólo en la medida en que es portador, o supporter, si me permiten, de la ley.» (Lacan, 2010, pág. 199). El padre inicia el proceso de mediar sobre la ley y la realidad, y, funda en su hijo las concepciones básicas para orientar su vida. Sin embargo, en la actualidad, las transformaciones en la estructura de la familia, parecen que han convertido al niño en su centro, y este entra a sostener una realidad que se ha basado en él y gira a su alrededor, pues los padres lo priorizan como centro de su vida y el infante lo sabe y se reconoce a sí mismo como el centro de vida.
En consecuencia, el niño de la actualidad se esboza en la triada de forma diferente, pues es un sujeto que parte de la triada para generar el reconocimiento y la evocación de cuidados y atenciones por parte de sus padres. El niño, según Lacan, en la etapa pre-edípica se concibe sometido al deseo de la madre «Es un súbdito porque se experimenta y se siente de entrada profundamente sometido al capricho de aquello de lo que depende, aunque este capricho sea un capricho articulado.» (Lacan, 2010, pág. 195). El niño vive este sentimiento de sumisión al deseo del padre y la madre en sus primeros años, se presenta en la etapa fálica primitiva; sin embargo, antes el niño se sometía a la ley paterna; no obstante, en la actualidad se comporta como un objeto de deseo que responde a ser el objeto de deseo de otros y a partir de ahí se presenta como un sujeto agalmático, es un sujeto superior que a través de la manipulación provoca la satisfacción de sus deseos.Y se debe a la caída del nombre de padre en la familia contemporánea.
El infante no crece sintiendo el peso de tener que pagarles a sus padres su vida y su sobrevivencia, todo lo contrario, el niño de la actualidad se perfila como un sujeto consentido y adorado, en la gran mayoría, por los seres que lo rodean. El niño actual se forma bajo la concepción de ser único e irremplazable, pues es lo que le han hecho sentir sus padres o, contrasta con otras realidades, pues existen los niños que sus padres le han hecho saber que no significan nada en la vida de ellos. De esta manera, la ley paterna ya no es transmitida por los padres, muchas veces se les pide que lo realicen las instituciones educativas, el maestro y organizaciones que son ajenas al núcleo familiar. La modernidad ha traído extremos que retan al psicoanálisis en su concepción de familia e infancia; el niño como objeto a.
REFERENCIAS
- García, K. (2000). EL DECLIVE DEL PADRE UNA REFLEXIÓN PSICOANALÍTICA. Psicología desde el Caribe , 39-47.
- Lacan, J. (2010). El seminario de Jacques Lacan. Libro 5. Buenos Aires: Editorial Paidós.
- Lacan, J. (2012). Otros escritos. Buenos Aires: Paidós.
- Miller, J.-A. (2007). Cosas de familia en el incosciente. Mediodicho, 11-32.