La relación madre e hija se encuentra casi siempre en los límites, es indefinible y como todo vínculo en crecimiento es mutante y se transforma.
Es un vínculo tan pasional que a veces resulta difícil de controlar. En cuestión de minutos puede pasar de un día soleado a la más grande de las tormentas para luego volver al arco iris, de la compañera confidente a la enemiga mortal y de vuelta al reconocimiento.
Del odio al amor en un solo paso, la relación entre ambas parece una montaña rusa, y en muchos casos se llega a oír frases tales como: tú existes porque existe ella, es una de las relaciones más intensas profundas y complejas del ser humano a la vez que se sufre y se disfruta.
Contar una historia desde lo más íntimo del ser humano no es fácil, las situaciones que se recuerdan con dolor están acompañadas de una necesidad urgente de aliviar lo que con palabras desbordadas tocan los sentimientos más profundos y hieren el cuerpo, esas heridas que quedan y que requieren atención.
Se trata entonces de saber qué hacer con este cumulo de emociones ya que la hija está en un estado de reproche, de desarmonía con su madre, por tanto su goce es distinto, es el goce del cuerpo de cada una que puede ser mortífero o vivificante, la idea es que se pueda articular en un verdadero lenguaje de manera que mejore el vínculo que las une.
Aunque esta relación devastadora, de estrago no debe ser entendida como el resultado de una desastrosa relación entre madre e hija a causa de una mala madre sino más bien se trataría de un hecho que da cuenta de la imposible armonía de esa relación.
Por otro lado, ahora no se trata, por vía de Ia culpa, de transformar los deseos hostiles en reparación de Ia madre, sino, por el contrario, de asumir un deseo hostil de cada uno de los lugares en los que Ia madre, se ha sometido a un orden patriarcal como sistema de atributos donde la mujer ha tenido ciertos tratamientos que la han marcado desde siempre.
El estrago materno es una problemática estructural que presenta una tenacidad especial en la relación madre-hija. Para explicar este fenómeno, «Freud investiga la intensa ambivalencia propia de la relación preedípica con la madre, mientras que Lacan equipara el deseo materno a la boca de un cocodrilo presto a devorar al niño, de no ser por la intervención paterna». El problema alude a la búsqueda en la madre de un significante ausente en la estructura, el de lo femenino, allí donde el padre se revela insuficiente. Pero la insuficiencia del padre no es la excepción sino la regla que hace síntoma.
Por tanto es necesario hacer ciertas puntuaciones sobre esta ligazón-Madre-hija; por un lado Freud le da un carácter fantasmatico, en orden al objeto (Madre) y por otro, plantea una total exclusión del objeto padre. «En Ia niña, estos fantasmas a los que alude denuncian un clima de satisfacción pulsional y amoroso. Se trata de un goce que escapa a Ia misma ley paterna que Freud plantea, no afectado por Ia castración, distinto al deseo insatisfecho en relación a Ia falta fálica».
Freud dice claramente que hasta aquí no hay, para Ia niña, entrada en el Edipo. Ahora bien, sin Ia presión de Ia amenaza de castración, ¿que motiva el desprendimiento de un vínculo tan satisfactorio?
Tal vínculo se rompe cuando existe una rivalidad entre la madre y la hija que las lleva al descontrol emocional desencadenándose la devastación total.
En su artículo la feminidad dice «¿a raíz de que se va a pique esta potente ligazón Madre de la niña? La ligazón – madre acaba en odio y el factor especifico donde se espera hallarlo reside en el complejo de castración.»
Con esta ausencia Freud alude al padre interdictor que Lacan ubica en el segundo tiempo del Edipo, cuya intervención separa a la niña de la madre, orientando su búsqueda del falo hacia la figura paterna que detenta.
En el post-scriptum del psicoanálisis de niños, Freud señala: «en mis análisis de pacientes femeninas de todas las edades, he encontrado que su miedo a ser devorada, cortada en pedazos o destrozada por su madre, surge de la proyección de sus propios impulsos de la misma naturaleza sádica contra ella y que sus miedos están en el fondo de sus más tempranas situaciones de ansiedad»
Cada hija lleva consigo a su madre. Es un vínculo eterno del que nunca nos podremos desligar. Porque, si algo debe quedarnos claro, es que siempre contendremos algo de nuestras madres. Para ser sujetos responsables de su deseo y de su goce, cada una de nosotras tenemos que conocer de qué manera nuestra madre influyó en nuestra historia y cómo sigue haciéndolo.
«Una madre y una hija. Qué combinación terrible de emociones, confusión y destrucción. Pero todo es posible, y se seguirá construyendo en nombre del amor que es la constante en una relación que perdurara por toda la vida»
REFERENCIAS
- VIRTUALIA Revista digital de la escuela de la orientación Lacaniana- junio-julio de 2005 Nº 13
- Batla Elba, Juan C Criscaut J.C, Feriid S., Nemaric A, Rossi L, y Valla D, UN ESTRAGO LA RELACION MADRE E HIJA