Los sujetos trabajan ahora desde sus casas, el mundo empresarial los denomina teletrabajadores. No deben salir de ésta, no se cambian su pijama. Allegra Pacheco, documentalista, recorre las calles del Japón y dibuja círculos alrededor de japoneses, con corbata, caídos en la calle. No son vagabundos. Son trabajadores que caen en las calles, «muertos del cansancio». Ella, los rodea con una línea de tiza, como si fuesen cadáveres y de alguna manera lo son. Son cadáveres de las nuevas formas de trabajo del capitalismo. El gobierno japonés tiene un nombre para los otros cadáveres: esos que sí caen muertos por exceso laboral, denomina a esas muertes, producidas por jornadas de 60 y 80 horas, 150 horas: Karoshi.
Hay palabras para eso en chino, coreano, inglés, español. En inglés la palabra es «burnout» y se hacen estudios específicos de eso. En español, la palabra es menos adecuada. Decir agotado, no es lo mismo que decir «quemado». En Japón también, hay otro fenómeno, los Hikikomori, sujetos conectados a una máquina, que han decidido vivir desde pantallas en sus cuartos, abandonando el mundo exterior, sin volver a salir jamás.
No ocurre solo en Oriente, en el mundo occidental están los mundos virtuales y simuladores, en los que sujetos abandonan cada vez más el cuerpo físico para relacionarse y vivir vidas completas solo por esa vía. La producción de robots sexuales está en ascenso, así como de sujetos que optan por estos para vincularse, hacer pareja. El fenómeno de acumuladores es tan común que tiene sus propios realities y terapistas en Occidente. Gente sepultada por los objetos dentro de sus propias casas.
Yahari se pregunta, en el marco de esta nueva agenda de lo humano, por el aumento del número de suicidios en un mundo en el que cada vez se muere más por sobrepeso, por tristeza y no por violencia, no por guerra. Por el exceso de comida, el exceso de tristeza. Porque no pudieron poner límites. El aumento polémico de enfermedades psiquiátricas en el nuevo DSM, más allá de cuestionarse desde los alcances de la psiquiatría, da cuenta de un fenómeno: hay más tristeza y esa tristeza necesita nuevos nombres, y esos nombres, nuevos fármacos para tratarse. Todas son postales del capitalismo contemporáneo, de alguna manera también del sujeto, de los efectos del discurso del capital.
En relación a este discurso del capitalismo valdría entonces preguntarnos por las características de este nuevo amo, y de este nuevo sujeto, así como los efectos que produce tanto en la subjetividad como en el lazo social.
Lacan plantea los cuatro discursos como fórmulas del lazo social: 1) amo 2) histérica 3) universidad y 4) analista. Si bien Lacan advierte que el número de los discursos es limitado, él mismo deja abierta la puerta a dos discursos más: 5) el discurso capitalista y 6) El de los mercados. Considera que el discurso capitalista podría considerarse como el discurso cuarto + 1 y responde a una «ínfima transformación» del discurso del amo. El discurso de los mercados, es uno derivado del discurso capitalista, que denomina como discurso PS, PST, apestosos que puede ser el remplazo del analista para el que había que «prepararse». El autor considera que esa amenaza ya se cumplió y que estamos en el tiempo de este nuevo discurso en la sociedad postindustrial.
El discurso (del) capitalista corresponde al amo moderno e implica una nueva modalidad de dominación. Mientras el amo antiguo regulaba, éste promueve la satisfacción, rechaza la castración. En este discurso el sujeto confunde deseo con demandas. La producción de mercancías y su plusvalía, originada en el saber científico, genera un plus de goce a partir de semblantes de objetos @.
Valdría decir que el capitalismo y el mercado al que se refería Lacan no es el capitalismo ni el mercado contemporáneo. En el denominado «capitalismo salvaje», post-guerra fría, antes del fin de la historia (del discurso no-capitalista o comunista podríamos pensar en eso) se vuelve necesaria la pregunta por el discurso del mercado contemporáneo y sus características. Si es un discurso derivado del amo, sabemos que no es ya un amo que regula.
La noción de amo de la sociedad disciplinaria, era la de un amo externo, un amo que dividía, decía Lacan, en este caso un amo que nos obligaba a producir, un amo en una empresa, en la que la empresa o la actividad laboral se separaba de los espacios y tiempos personales con claridad. Esta noción de amo estaría acorde al proletariado de la revolución, del amo – que estaba afuera – había que liberarse o en todo caso generaba unas condiciones que generaban unas posiciones subjetivas específicas. El amo de la sociedad del control, es distinto porque no es un amo ( claramente) externo, es un amo interno, dirían autores como Han, cuando habla de la autoexplotación. Este nuevo amo, acompañado de discursos de emprendimiento, de inversión en bolsas laborales, está introyectado. Es el amo de la sociedad del cansancio, de la sociedad del rendimiento de Han. Es el amo, de los japoneses que mueren literalmente o del cansancio en las ciudades niponas. Es el amo que no lleva por ejemplo a consumir energizantes, vitaminas, para rendir ¿ Cómo le ponemos límites a este amo interno? ¿Cómo se genera subjetividad si el amo no se identifica?
Es un capitalismo distinto, que tal vez Lacan no alcanzó a vislumbrar. Es el capitalismo salvaje, anárquico, electrónico. La relación valor de uso-valor de cambio y la noción de plusvalía se configura de forma distinta. Existe un plus de goce, ¿pero en qué radicaría su diferencia del capitalismo industrial? ¿qué implicaría esta simulación? Si el capitalismo contemporáneo el eje de la producción no está en los objetos, sino en los mundos subjetivos que se producen alrededor de dichos objetos por su continua actualización, un capitalismo en el que sobrevivimos a los objetos y en el que sabemos que estos cumplen un proceso de rechazo a la castración, la insatisfacción estaría ya no solamente en relación al objeto que no satisface porque no llena un vacío, sino que el discurso del capitalismo contemporáneo – que ya nos anticipa que vendrá otra versión del objeto – la insatisfacción tendría unas dinámicas distintas, en donde por un lado se le reclama al objeto una versión personalizada, siempre fallida, a imagen y semejanza del deseo en un tiempo en que la tecnología hace eso posible (bastaría con señalar todos los procesos de producción personalizada de objetos que ya existen), sino que además reclama pertenecer al mundo construido alrededor de éste, que funciona como «aura» de dicho objeto, que son formas de hacer lazo a través del consumo, un lazo con un imaginario, los imaginarios publicitarios constituidos.
Si Lacan indicaba que el sujeto se termina consumiendo él mismo (lo que encuentra por ejemplo otras formas en los algoritmos de las máquinas, que nos arrojan búsquedas, imágenes, objetos, personas e información de corte espejo y plataformas con funciones que nos permiten eliminar, desactivar la Alteridad) las formas de lazo adquieren dinámicas también distintas. Si los sujetos evitan la corporalidad del Otro, la información del Otro al punto de remplazarlo por pantallas y por máquinas, hablamos de un goce autista, en el que no hay algo que intervenga e interpela entre el sujeto y el objeto, entre el sujeto y la tecnología. Si según Han vivimos una disolución de los social, qué posibilidades existen para este sujeto de devenir revolucionario, de una subjetividad maquínica, que no sería la de Deleuze entendida como máquina de deseo. Otra reacción sería la intolerancia extrema. La violencia extrema contra si mismo, contra el Otro. Si se pudiesen leer estos pasajes al acto cada vez más comunes, del hombre, la mujer, que toma un auto, un arma y sale a eliminar al Otro y al otro, para luego suicidarse. Incluso que parece que eliminan a otros para poder ahora sí eliminarse después del acto. El reguero de cadáveres parece a veces secundario, es un fin que justifica los medios. No se explican tal vez estos eventos simplemente por motivos religioso, culturales. Son propios también de una subjetividad de la época, aunque se entienda en singular. ¿ Son estos sujetos también víctimas del capitalismo salvaje?
Si el sueño de la razón produce monstruos, estos son tal vez los monstruos del capitalismo salvaje. Si el análisis trabaja con el inconsciente, con el sueño, con la pesadilla ¿no es la relación con la máquina, con el gadget otra forma de sueño, otra forma de pesadilla? ¿qué cadena de significantes se está armando allí y cómo puede romperse? ¿cómo incorporar palabras en dicha relación? ¿cómo generar rupturas, desconexiones? ¿estamos preparados para estas nuevas «pestes»?