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Barbara Kaplan | Azar, tiempo y la repetición

Tiempo y cartel. Del rasgo al encarnar esa letra de su sinthome

Jessica Jara B.

Crónica del amarre sinthomal y un cierto desarraigo, con estilo

«… se comporta con severidad y desconfianza tanto mayores cuanto más virtuoso es el individuo«
S. Freud

Me ha costado escribir este texto, aunque me gusta escribir y ustedes lo saben. Empecé desde la Comisión de Biblioteca en el 2012 reseñando todos los Viernes de Escuela, las «Resonancias…». Pero aquí lo escrito es segundo pues trabajo en carteles desde el 2005. El cartel implica el paso del Uno al Otro, siendo que es la puerta de entrada a la Escuela, a partir del rasgo propio.

Empecé por El malestar en la cultura y el seminario 17… Escribí «La cifra en los proyectos sociales». Después fui más-uno del cartel «Más allá de lo privado y lo público». A partir del dilema de los tres prisioneros, expuse «El cartel: una política sin partido», casi la propuesta de ZADIG, pero entonces me hacía esas preguntas porque estaba funcionando como más-uno. Aquí puedo ubicar un corte, junto con Miller, ¿y si en lugar de prisioneros fueran prisioneras? Así, años después anoté lo femenino como singular. Y al final de un tramo, propuse en otras jornadas como estas: «De psicoanalizante a psicoanalista: Un paso, un empalme, un gesto… un acto».

Pero desde antes abordaba lo más íntimo de la clínica y la Escuela, mediante la lectura de testimonios de pase. Este dispositivo inventado por Lacan demanda al A.E. no quedarse callado, pasando derecho a encastarse en la casta; sino, hacer pasar al Otro de la Escuela algo del campo de lo Uniano: encarnar esa letra de su sinthome. Miller dirá que serán tres años, pues luego se le va la frescura.

El tiempo lógico cuenta más allá o más acá de los años cronológicos e implica salir de la anécdota.

El «problema» lógico del Uno que no accede al Dos

Aún trabajo sobre la transmisión en psicoanálisis. En lo escrito por Leonardo Valencia: «Tarde o temprano, dejando a un lado sus intereses centrales, temas y personajes, los escritores (los analizantes) se repliegan por un instante sorprendidos e intrigados por los propios signos que trazan…», y su recuerdo de un narrador de Nabokov: «Quisiera que se maravillasen… del milagro de que es legible», me resuena Lacan en los 80 aún sorprendido de que el número nos sea dado en lalengua, ¡con lo que impide la paz sexual!

El estilo de Lacan, que se forja en tanto no se enseña más que el Uno, me impactó más que la retórica freudiana que anhela hacer Uno con el Dos. Lacan buscó en las matemáticas un Uno que no sea «intuitivo, fusional, amoroso» (Aún, p.60), siendo que el Uno de Lacan «se sugiere como situado en el principio de la repetición… marcado por nunca ser más que el Uno de una falta, de un conjunto vacío» (Seminario 19, p.160).

Ram Mandil en uno de sus testimonios de pase dirá que en su caso el acontecimiento de cuerpo tomó la forma de una «bolsa agujereada»; término que Lacan usó en su seminario 19 cual representación del fundamento del Haiuno. Este vacío es el vacío como subconjunto, trazo, marca, S1 referido a ese goce ocasionado por el choque de lalengua y el cuerpo. Y este Uno es también vacío cual «carne palpitante», lo que permite dar levedad y plasticidad a la bolsa, al cuerpo. El S2 es defensa ante ese real, y en el caso de Mandil sería: «hay un vacío en su cuerpo y éste debe ser llenado» (Mandil, 2017, p.24).

Entonces, hay el Uno que se repite, y aquello que en el significante designamos mediante letras diversas y es lo mismo: el Uno solo, la diferencia absoluta, el S1, el punto «ideal» en el análisis. Dice Lacan: «en la teoría de conjuntos todo elemento es equivalente (al conjunto vacío)… justamente así puede engendrarse la unidad… Al tomarla como aislable y no captada en la inclusión conjuntista… la mismidad de la diferencia absoluta es contada en calidad de tal» (Sem. 19, p. 162).

Al final del análisis el corte S1 // S2 es acontecimiento de cuerpo que escribe un punto de arraigo del Uno del sinthome, y trae como efecto una liviandad, la que vengo proponiendo como un cierto desarraigo del Otro, en tanto que éste ha sido inconsistido en la experiencia analítica. Es aquí donde puede pensarse el «saldo cínico» al que se refiere Lacan. Allí mi asunto es, ¿por qué alguien que ha tomado contacto con esa diferencia absoluta del Uno, puede querer volver al Otro tachado, cual número encarnado, a ser incluido en lalengua? ¿Cómo y para qué volver al Otro desde el estilo propio de un renovado amarre sinthomal? ¿Cómo confiar en alguien que ya no responde al para-todos y actúa un poco despegado?

He ido ciñendo estos puntos a partir del artista desarraigado… con deseos de pertenecer, Solá Franco. Luego, diferenciando el cierto desarraigo de la errancia del hombre libre. Así la psicosis enseña que el paso al Otro no es natural, ni asegurado, y trae preguntas sobre el rechazo y la inclusión. Así me he referido en control y en cartel a un joven que juega fútbol tan desligado y libre que le dicen La locura. Joven que ayer se ha nombrado como «impar».

Escuela, confianza y affectio societatis

Más que la lógica es la confianza la que parece primar en el paso al Otro. En 1993 Miller contrapuso la prudencia aristotélica a la acción ética kantiana inhumana y universal. Pues es en el caso por caso donde se debe decidir. El hombre que uno toma en serio, que inspira confianza lo hará por razón de sus trabajos. Será un hombre distinguido, de criterio y libre que es su propia ley: sabe hacer lo que se debe hacer cuando se debe hacer, a falta de regla. Miller lo aproxima al analista, si existe. Antes, en el 75 Lacan dijo sobre el A.M.E.: «en éste se puede tener confianza. Nada más».

Hace un año, Miller al crear ZADIG dijo que en ese momento lo prudente era ser imprudentes. ZADIG en acto se distanció de la propuesta foucaultiana-deleuziana de saber-hacer en los intersticios, apostando por una opinión que tenga condición de acto, con sus incalculables consecuencias. La confianza humaniza el acto. Es así que entiendo que ZADIG además de ser red, está junto a la Escuela. El paso al Otro cuenta con la responsabilidad de la enunciación y la confianza de algunos otros.

La Escuela es un conjunto de equivalentes singularidades que actúan a su estilo, por lo que topológicamente los ingresos a la Escuela son «homologaciones». Una Escuela no es un Otro bueno ni malo, sino un lugar Otro «ideal» desde donde arraigarse y trabajar por el psicoanálisis. Pero cuando en la escuela se confía tanto, hay pegoteo; así Lacan insistió en la permutación.

En esa vía, Doménico Cosenza en Mexico D.F. ubicó que el affectio societatis, no es «tener un jajaja entre nosotros… un completamiento imaginario que de una consistencia a la Escuela», lo que puede ser ridículo o suscitador de desconfianza; siendo que, el verdadero affectio societatis es «el efecto del conjunto del trabajo de escuela. Si hay un buen trabajo de escuela se produce». Estas son coordenadas del paso del trabajo de transferencia a la transferencia de trabajo.

BIBLIOGRAFÍA

  • Cosenza, D. (2018) Conversación política «La lógica del pase en la Escuela» en NEL CDMX.
  • Freud, S. Obras completas. El malestar en la cultura.
  • Lacan, J. Seminarios 17, 18, 19, 20, 23.
  • Lacan, J. Lettres de l’EFO, abril 1976.
  • Mandil, R. (2017) La bolsa, (el vacío) y la vida. Una experiencia de análisis. Buenos Aires: Tres Haches.
  • Miller, J-A. (1993) El concepto de Escuela.
  • Miller, J-A. (2009) Curso «Cosas de Finura en psicoanálisis».
  • Miller, J-A. Campo Freudiano, Año Cero. Lacan Quotidien N° 718.
  • Valencia, L. «El invisible lector del futuro». Diario El Universo, 13 de junio del 2018.
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