Martha Idrovo Vanegas
Cartel: Los honorarios en la práctica analítica.
Más Uno: Rosa Lagos
Tengo que empezar mi texto con la confesión del por qué me interesó el tema de los honorarios en psicoanálisis, porque era un tema del cual me encontraba en la total ignorancia y era un empezar de cero, o con la falta, y eso es lo que me motivó. Igualmente también me preguntaba el porqué de esta ignorancia, ya que en el camino de mi formación no me vi enfrentada a este asunto de los honorarios, y ocurría algo muy curioso era algo de lo que se hablaba pero no se decía nada, cada uno con su estilo, su opinión de cómo pagar, cuánto cobrar, tanto del lado del analista como del analizante, algo que parecía desde lejos tan arbitrario. Pero en el cartel me percaté de lo obvio, eso que esta frente a tus narices pero no te das cuenta o no te quieres dar cuenta, los honorarios incluye el dinero, un objeto de goce tal cual.
El analista trabaja con ese objeto de goce que es el dinero y el analizante lo ofrece. Y es precisamente en ese primer ofrecimiento del dinero y del pago de los honorarios es que el analista puede observar algo de ese modo de gozar del paciente. No es lo mismo el que te pregunta de entrada cuánto cobra, el que no te pregunta y luego negocia el honorario o para el que ni pregunta. Ahora el pago cabe aclarar no sólo es en dinero sino también en tiempo, son dos objetos que están relacionados y los que se involucran en el maniobrar del análisis, pues se presenta el planteamiento de cuánto se cobrará por tanto tiempo, y el analista trabaja con la relatividad de ambos según caso a caso, interviniendo así en el fantasma de cada paciente.
Y así en el transcurso del cartel se me presenta la interrogante de cómo pasar del dinero como objeto plus de goce al deseo o a causar el deseo más allá de ese a veces primer impasse que puede ser el pago de los honorarios. Está claro que es necesario pagar en dinero y tiempo cuando llega un paciente, así se neutraliza posibles fantasmas de que me quiere el Otro, pero también es necesario trabajar la significación que le da ese paciente al pago. Por ejemplo un paciente pagaba siempre dinero de más en las sesiones y se tocó en algún momento que le daba más valor hablar de su sufrimiento que de otra cosa, existía un goce por hablar victimizándose, lo cual se intentaba frenar en análisis, por contingencia o no, el paciente se queda sin trabajo y no puede pagar las sesiones, se rebajan los honorarios para que continúe, pero con menos valor por sesión, se interviene con esto en las sesiones indicando que ahora su sufrimiento tiene menos valor, produciéndose el efecto de dar el espacio a que aparezcan otras cosas de las cuales disfrutaba el paciente pero no las valoraba. O el caso distinto de la paciente que decía venir a sesión y pagar dinero que le faltaba para otras cosas porque creía que le faltaba la capacidad para resolver sus emociones sola, en una cadena de «me falta», «no valer», «no hablar de su sufrimiento», construye algo nuevo donde paga porque vale hablar de ella y lo que siente y ese dinero ya no le falta sino que lo invierte en ella. En ambos casos el primer pago se transformó en otra cosa en el transcurso del análisis. Y ¿por qué pasó eso? Es donde puedo responder con el paso del goce al deseo. El dinero en la entrada de un paciente en sus entrevistas preliminares tiene que ver con su modo de goce, el dinero como plus de gozar donde el paciente a partir de sus dichos y actos podrá ir trabajando de qué manera ese dinero está relacionado con su goce a veces directa y otras indirectamente. Pero cuando el paciente pasa a ser analizante y consiente al trabajo analítico y su amor de transferencia al sujeto supuesto a saber se encuentra instalado, este pago puede transformarse o limitarse de un plus de gozar a causa de deseo, ya no es el dinero lo que se juega en este momento sino su valor, el valor de la palabra y el efecto de ella en cada uno, se paga por hablar. Así tiempo y dinero logran ser relativizados y lo que vale son los efectos analíticos que se experimentan, el sujeto sale del «pagué para que el otro me gozara por tal tiempo» a «pago por saber de mi goce y qué hacer con él» y eso no tiene tiempo ni equivalencia en dinero. Se puede decir que se pasa de un discurso capitalista donde el dinero como objeto a (plus de gozar) se coloca como el producto en la entrada, » pago por tanto tiempo para hablar y obtener el producto que otro me escuche «, a un discurso analítico donde el objeto a se coloca como agente que causa un sujeto dispuesto a saber, donde ya no es el dinero sino el valor de los significantes «pago sin saber el tiempo por hablarme y escucharme a ese Otro que esta fuera y adentro al mismo tiempo».
Si se logra maniobrar con el dinero como plus de goce a sabiendas que cada paciente no elaborará tan fácilmente su modo de gozar, y advertidos sobre lo que el dinero involucra para cada sujeto, se podrá instaurar el amor de transferencia que es lo único que puede frenar el goce y condescenderlo al deseo, el deseo de saber sobre el propio goce más allá de estar condensada en un billete.