Los carteles traen consigo una dimensión política, Miller piensa que la relación entre la escuela y el cartel da lugar a pensar que este último podría tener un potencial subversivo para pensar la teoría política de los grupos.
Conviene enfatizar la perspectiva de considerar al cartel como «órgano de base de la Escuela» por qué en este caso, el acento recae más en la dimensión colectiva, transindividual de un dispositivo que se sostiene de la participación individual de sus miembros. Esta perspectiva lleva a considerar una hipótesis de entrada a la Escuela a través de los carteles y no a partir de una validación por un recurso individual. (Lacan Lettre d I’Ecole freudianne, 1976). No hay que olvidar que esta posición de los carteles es una interpretación sobre la formación y la disolución de los grupos, como un acto político referido a esa experiencia de Escuela.
Ya en 1975 Lacan se muestra atento a los efectos de los carteles sobre la comunidad analítica. Reconoce una «inestabilidad» en el funcionamiento de los carteles de la Escuela, percibe que los carteles van atrancándose en el camino «poco a poco» y por eso instiga a que se produzcan testimonios de cartelizantes sobre su modo de funcionamiento. Una atención especial la dirige el funcionamiento de los más uno o sobre que o quien cumplirá dicha función.
La dimensión política de los carteles se asienta sobre la noción de «los pequeños grupos» y vale remarcar su concepción y complejidad.
Lacan le preocupa que un cartel no adquiera un carácter religioso, por el riesgo al cual se está sujeto al concebirse en una colectividad ilimitado indiferenciado y anónima (Lacan «religión y lo real»).
Otros elementos que nos pueden interesar para conversar sobre el cartel y la puesta al día democrática de las escuelas son:
- Los pequeños grupos como su nombre lo indica deben de ser LIMITADOS en el número de sus participantes. Para Lacan es de entre 3 y 6 participantes, para dar lugar a un «remolino», donde el deseo pueda tener lugar. Este es un elemento poco considerado y que sería muy importante incluir en nuestras discusiones sobre la dimensión política de las Escuelas.
- Por otro lado, hay que procurar que el cartel sea siempre diferenciado no anónimo, los miembros trabajan a nombre propio con una marca significante con la que se propone trabajar y además, como señala Bassols, con la singularidad de su síntoma con un valor para todos y para cada uno.
También el cartel se ve afectado por una aceleración temporal que está implicado en el tiempo de duración predeterminado. La permutación toma en cuenta que no se produzca el pegoteo de la identificación de grupo. La idea es que todos estén implicados a su modo. Así podemos tomar al cartel como un dispositivo de conversación que tiene la capacidad de localizar el referente que está en su raíz. Es una relación singular la que motiva la conversación en la que cada uno participe.
El más uno
En la formación del cartel conviene destacar la función esencial en su composición, la presencia del más uno, elemento sin el cual la función del cartel más propia de la Escuela no se sostiene. A criterio de Lacan, esa función puede ser compleja de modo variado y no siempre plenamente reconocida. Lacan es categórico al expresar «si se retira el más uno, se cae en el individualismo completo». Ram Mandil (2018), se interroga si en eso reside la dimensión política de los carteles como un modo de contraponer en la Escuela, el empuje al individualismo de masas del mundo actual. ¿Tendrán los carteles la fuerza para oponerse a esa tendencia contemporánea?
En esta perspectiva retomar los principios fundadores del cartel puede tener una incidencia sobre nuestros debates sobre el poderío de un deseo de democracia en las comunidades analíticas.
Podemos decir que el concepto psicoanalítico de democracia se juega sobre la tensión irreducible entre la comunidad de los iguales y el lugar del UNO, en este sentido nada más ajeno al nivelamiento o las igualdades, nada más rebelde al juicio distributivo que la pulsión.
Algunos problemas
Un aspecto a pensar sobre la vida de los carteles en las Escuelas es la preponderancia de los aspectos epistémicos en relación a la dimensión política de la experiencia. Esta disociación entre la elaboración del saber y el contexto en que ese saber se ha producido, acaba muchas veces en acentuar el carácter de grupo de estudios en los carteles.
Este es un punto fundamental en el debate sobre el aggiornamiento político de las Escuelas, o sea la relación entre la episteme y la política. Por eso Lacan enfatiza en que el saber producido en el cartel se encuentra afectado por un síntoma en su relación con otro, del cual se podría inferir un deseo de Escuela.
Esta relación tan íntima entre carteles y Escuela se ve trastocado por una tendencia de los carteles a formarse siempre entre miembros o a veces evitando la presencia de miembros, justificando un supuesto carácter inhibidor de una a otra presencia. También los llamados carteles flash o fulgurantes, ligado a una acción específica, raramente participan de la comunidad de carteles, mostrando su afinidad con el discurso contemporáneo donde hay una tendencia a la formación de grupos inestables, horizontales y de poco duración.
En este sentido, algo de la singularidad de los carteles se ha visto absorbida por la nuevas formas de lazos sociales un ejemplo de esto son las afinidades entre el funcionamiento de carteles a través de los dispositivos de conexiones de redes sociales.
Para concluir podemos afirmar que los carteles guardan una importante potencialidad para producir un debate democrático, al presentar sus experiencias y sus productos y en la posibilidad de relanzar estas pequeñas comunidades a miembros con la participación de un más uno en un movimiento de remolino en el que se sostiene el deseo de Escuela.
Bienvenidos sean los productos del remolino.