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Miguel Ángel Guarín | La mujer y la Lira

¿Entre la madre y el hijo: Relación o ligazón?

Yndira Parra Yncinoza, Asociada de NEL Maracaibo

Producto de cartel intersede: Estrago materno «M», preparatorio para las jornadas NEL México 2018

El amor de madre es causa de bellos poemas, canciones, refranes, que reflejan este afecto como el más puro y sublime, un fuerte empuje socio-cultural a sobrevalorar esta figura, fuente de vida y eje de la familia, por ende generadora de grandes sentimientos y emociones, pero no siempre por la vía de la ternura. Freud desde sus primeros escritos señala que el ser humano está atravesado por un lado «maligno», y las procreadoras no están exentas de ello, de igual modo lidian con su propio deseo, satisfacción y goce, por tanto no existe madre, padre, ni familia ideal, mucho menos fórmula para designarlos, nos recuerda Lacan. Por otro lado está el niño con su demanda infinita, «el amor infantil es desmedido, pide exclusividad, no se contenta con parcialidades»[1], «Tan grande es la voracidad de la libido infantil»[2] , advierte Freud, desde el inicio está condenado al desengaño y desilusión, una demanda infinita imposible de saciar, junto al azar y dentro del marco familiar, se van estableciendo marcas, en el modo de satisfacción, goce y sexualidad, con las cuales niño comienza a arreglárselas.

El término «relación» designa «Conexión, correspondencia, trato, comunicación de alguien con otra persona»[3], «Trato de carácter amoroso»[4]. En esta unión tan íntima, la madre despliega todo su poderío en el «complejo materno» que le confiere ser la proveedora de alimentos, cuidados y afecto, también asume el papel de «conciencia moral»[5], establece prohibiciones, limites, amenazas, a veces desmesuradas, que van forjando rencor y resentimientos en el hijo, se va tejiendo un entramado singular que da lugar a una «ligazón», tal como Freud lo nombra. La RAE define este vocablo como «Unión, trabazón, enlace de una cosa con la otra», nos aproxima a pensar en la tensión existente entre madre e hijo y las ataduras que pueden formarse. Para Freud la ligazón se produce por ser la primera relación establecida, de gran intensidad con la madre, ocurre en las primeras fases de la vida amorosa es evidente que la ambivalencia constituye la regla[6]. Especialmente con la niña que culpa a la madre por su castración, ausencia de pene, sin embargo puede encontrarse en varones, cosa que verificamos actualmente en la clínica, donde se escuchan frases como «la palabra de mi madre es sagrada pero también muy intensa», «mi madre me detiene», «mi madre no me deja vivir,» enunciados que influyen en la vida entera de un hombre.

«Es asunto de la hija, desasirse de esta influencia y decidirse sobre la base de una motivación racional más amplia, por cierto grado de permisión o denegación del goce sexual»[7]. Se establece en los primeros años de vida una fuerte ligazón afectiva con la madre, odio y amor entremezclados, pueden convertirse en una pesada cadena cuando la libido comienza a emerger[8] incluso la madre puede experimentarse como un estorbo en el camino del placer, interviene en el modo de encausar la sexualidad, llegando a formar en casos más severo «impotencia psíquica», una afección presente en hombres y mujeres de naturaleza altamente libidinosas[9]», es decir, a pesar de poseer gran intensidad sexual, esta es inhibida, como respuesta al mandato materno, manifestándose como «impotencia sexual» en el hombre, y rigidez en algunas mujeres.

Se establecen ciertas condiciones para enamorarse y embrollarse también. Siempre habrá consecuencias, pero, recae en el hijo el extraerse o no de la imposición materna, de la conciencia moral que a su vez la madre adquiere en gran parte de la cultura a la cual pertenece, posteriormente junto con sus prohibiciones, la moral y el incesto pasan a convertirse en el súper yo[10], cultivo de la pulsión de muerte, entidad psiquica presente en ambos sexos como límites al deseo propio y la satisfacción, cuya relación resulta ruinosa para el sujeto, por la tensión que produce entre el yo y la satisfacción. Lo anterior parece indicar que el súper yo es heredero directo del imperativo materno.

Un extrañamiento materno[11], de la conciencia moral por la vía de la revelación, «la ligazón-madre tiene que irse a pique»[12]; soltarse de la madre, uno de los procesos más complicados, poner límite al ser que da la vida, al primer amor, es posible por la misma ambivalencia presente, una vez inclinada la balanza hacia la hostilidad, el odio canalizado como impulso promotor de la rebeldía que conduce a la separación, generando inicialmente un recrudecimiento de la relación, pero al mismo tiempo abre un espacio necesario para la emergencia de invenciones propias, una liberación del deseo propio, la pulsión y del goce sexual.

Limites no establecidos durante la infancia, conllevan al adulto a buscar analisis, como un intento de liberarse de la devastación que causa. Responsabilizarse entre otras cosas de la propia satisfacción, «solo se puede tener acceso al goce a través de la infracción de la ley»[13], nos recuerda Miller, precisamente en Lógicas de la vida amorosa. Ni el goce del hijo puede quedar a la deriva, ni lo ilimitado del deseo materno, requieren de la interdicción del padre, que nombra, separa, organiza y traduce el deseo materno sin ley, una autoridad que debe ser aceptada o denegada por la madre, «….del lugar que ella reserva al Nombre-del-Padre en la promoción de la ley»[14]. Es una muestra más de este imperio.

El amor materno puede presentarse como una fuerza innovadora o represora en el hijo, se reflejara en la posición subjetiva en la vida, y la relación con el mundo. Para Freud el amor es repetición, la búsqueda de un objeto de amor sustituto, de uno fundamental, establecido antes de la barrera del incesto, en la etapa pre-edipica, es la madre el primer objeto de deseo, en algunos cambia posteriormente, en otros se mantiene. El flechazo condicionado por la elección de objeto anaclitica: es decir cuando la elección de objeto se dirige hacia la madre[15] lo que deja es una insatisfacción primaria. Se produce un cliché, una constante de repetición en la vida amorosa del neurótico que en algunos casos conlleva una repetición de la relación y la no-relación con el objeto primordial que es la madre.

El amor lacaniano por el contrario deja lugar a la invención, Miller en sus conferencias porteñas sobre el amor cita a lacan: «Un nuevo amor», la buena nueva que ofrece el psicoanálisis lacaniano, es que hay nuevos amores posibles[16]. Lacan en su última enseñanza manifiesta que el ser sexuado no se autoriza sino de sí mismo, punto muy importante a destacar, no hay garantía en la estructura familiar, al parecer es la elección de cada Uno[17] . Lo anterior nos inclina a pensar que independientemente de la madre que se tenga, el sujeto tiene la responsabilidad inconsciente o no del lugar que se ocupa y sus consecuencias, igualmente la posibilidad de soltarse de la ligazón originaria, que produce estancamientos, dependencia, miedo, manipulación, sumisión, relaciones complejas, inhibición sexual, celos desmedidos, complejos de inferioridad y un sinfín de síntomas. ¿Es la relación con la propia satisfacción la que puede establecer límite a la madre?

Un análisis produce el espacio donde puedan surgir nuevos modos de relación, no sin tropiezos, pero que funcionen más como un puente fluido en ambas direcciones, amores recíprocos, ya sea por la vía del lazo, vínculo o conexión con otros. Construcciones posibles por la vía de la palabra. «El amor es un modo de dirigirse al a partir del Otro del significante». Es la teoría del amor, el papel de las palabras de amor, de las cartas de amor. Amor es esfuerzo por dar un nombre propio al objeto a; construir alrededor una obra de lenguaje.[18] Concebir por la vía de la palabra un nuevo amor, fuera de la condena neurótica de la repetición, vivir desde sí mismo, y no desde el Otro materno y cultural, principalmente inclinado por la vía del deseo propio, apostando a la diferencia, lo más singular de cada uno como bandera. Construir algo inédito sobre el amor por la vía de la palabra, permite arreglárselas diferente con la libido freudiana, con el propio goce, esta última parece ser la verdadera relación primordial. Lo anterior es posible dentro del marco transferencial, donde se libran las más grandes batallas del ser humano consigo mismo. No hay psicoanálisis sin amor, es la invitación abierta de un análisis lacaniano.

NOTAS

  1. Sigmund Freud, Obras completas, Buenos Aires/Madrid: Amorrortu, 1980. La feminidad, pág. 233
  2. Sigmund Freud, Obras completas. Buenos Aires/Madrid: Amorrortu, 1980. La feminidad, pág. 236
  3. Diccionario de la RAE
  4. Diccionario de la RAE
  5. Sigmund Freud, Obras completas. Buenos Aires/Madrid: Amorrortu, 1980. La feminidad, pág. 236
  6. Sigmund Freud, Obras completas. Buenos Aires/Madrid: Amorrortu, 1980. La feminidad, pág. 236
  7. Sigmund Freud, Obras completas. Buenos Aires/Madrid: Amorrortu, 1980 Un caso de paranoia que contradice la teoría psicoanalista, 1.915. Pág. 267
  8. Sigmund Freud, Obras completas. Buenos Aires/Madrid: Amorrortu, 1980 Un caso de paranoia que contradice la teoría psicoanalista, 1.915. Pág. 268
  9. Sigmund Freud, Obras completas. Buenos Aires/Madrid: Amorrortu, 1980 Sobre la más generalizada degradación de la vida amorosa, 1912 Pág. 173
  10. Sigmund Freud, Obras completas. Buenos Aires/Madrid: Amorrortu, 1980 Algunas consecuencias psíquicas de la diferencia anatómica entre los sexos, 1.925.Pág. 275
  11. Sigmund Freud, Obras completas. Buenos Aires/Madrid: Amorrortu, 1980 La feminidad, pág. 236
  12. Sigmund Freud, Obras completas. Buenos Aires/Madrid: Amorrortu, 1980 La feminidad, pág. 236
  13. J.A. Miller, Lógicas de la vida amorosa, 1991. Pag.26
  14. Lacan, De una cuestión preliminar al tratamiento posible en la psicosis, 1958. Pág. 560
  15. J.A. Miller, Lógicas de la vida amorosa. 1991. Pag.22
  16. J.A. Miller, Lógicas de la vida amorosa. 1991. Pag.16
  17. M.H. Brousse Conferencia: Fuera sexo: Extensión del imperio materno
  18. J.A. Miller, Lógicas de la vida amorosa. 1991. Pag.17
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