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Xul Solar | Cuatro pagodas, 1951

Toxicomanía, goce autista en un goce entre varios *

Christian Arias Toscano

Es necesario esclarecer que la toxicomanía no es una estructura sino un síntoma. Me empecé a interrogar si este síntoma deviene de la postmodernidad únicamente como respuesta a la fragilidad de los vínculos humanos de la que habla Bauman. Los sujetos de hoy buscan su anhelo, cual Aladino, por medio del genio de la lámpara, el mercado, quien le ofrecerá prácticamente un catálogo, «tus deseos son órdenes», de la mano del imperativo de hoy, ¡consume! Evidentemente la lógica del deseo es la insatisfacción, en tanto no hay un objeto que lo colme, está perdido, dijo Freud. Pienso plantear, en esta producción, cinco modalidades sintomáticas y dos formas en las que el sujeto se ubica con respecto al goce.

Para Fabián Naparstek [1] la historia de las drogas es mucho más amplia. Este autor va a hacer un recorrido histórico muy importante. «En el budismo y la meditación hay una relación especialmente con la marihuana, el alcohol aparece nombrado de diferentes maneras en la cultura judeocristiana, en los hindú, en los aborígenes, en los movimientos liberalistas como los hippie, etc.» Para este autor es importante la etimología del término griego Pharmakon cuyo significando esremedio y veneno. Pareciera que este término remite a lo que es el goce en la orientación lacaniana: placer en el sufrimiento.

Naparstek cita a Platón, quien en Las leyes habría dicho: «Empezaremos haciendo una ley que prohíba el vino hasta los dieciocho años, consumo hasta los treinta pero con mesura y desde los cuarenta solo para el banquete». Parecería que aquí Platón ya supiera lo que es el nombre del padre, un posibilitador que prohíbe pero da acceso, es decir, regula.

Para Freud, en el malestar en la cultura, «la vida es gravosa, nos trae hartos dolores, desengaños, tareas insolubles. Para soportarla no podemos prescindir de calmantes. Los hay de tres tipos: satisfacciones sustitutivas, poderosas distracciones y sustancias embriagadoras.» Evidentemente el tóxico está entre estas sustancias que embriagan al sujeto. El síntoma de toxicomanía se presenta aquí como un medio de escape, una suerte de solución para hacer con el real de la no relación sexual. Lo que J. A. Miller explicó en Buenos Aires el año anterior, en su conferencia Lo real en el siglo XXI: «Lacan ha rebajado al nombre del padre nada más que a un sinthome. Es decir, la suplencia de un agujero colmado por el síntoma nombre del padre, en la inexistencia de la proporción sexual en la especie de los seres vivientes que hablan».

Si bien es cierto no hay «EL TOXICÓMANO», sino caso por caso, ¿Cómo se da la toxicomanía en las diferentes estructuras?, me pregunto. El incesto es de interés para el niño, en tanto es prohibido. Para que quede más claro: lo prohibido seduce al sujeto. Me pregunto entonces: ¿Debe legalizarse las drogas?, ¿Responde la toxicomanía a este desorden en lo real que propuso Jacques Alain Miller? Ciertos sujetos postmodernos acogen el «soy un adicto», como su tarjeta de presentación. Silvia Ons [2] dirá que «Ahora estos son significantes que representan al sujeto dando lugar a las comunidades de goce: pandillas, parejas swingers, anoréxicas, toxicómanos, entre otros». Si bien es cierto el goce es autista, autoerótico, como lo es la adicción primordial, la masturbación, dice Freud. En esta propuesta hay un «goce en común, compartido entre varios». Cada sujeto goza de una manera distinta, singular, pero también hay un disfrute en esta modalidad que es análoga a la masa. Eric Laurent[3] comenta un claro ejemplo de esto que sucede en países como Alemania y Holanda, «un dispositivo, las salas de <shoot> a la que los heroinómanos pueden ir, para no inyectarse en la calle o en los baños públicos sino en un local más higiénico y que reduce los riesgos». Alexandre Stevens [4], menciona que, «el consumo es uno de sus rasgos de goce o de inserción en el campo social, una identificación comunizante. El sujeto se inscribe en un conjunto en el cual su subjetividad se disuelve». En este caso el tóxico es un modo de alcanzar el reconocimiento del otro. El síntoma se presenta aquí como medio para hacer lazo social.

Otros ejemplos de estas comunidades de goce pueden ser como se lo evidencia en la película «El Cantante» o en «Inhala» un grupo de gente que, cual comunidad de goce, buscan el reconocimiento juntándose a consumir o traficar, a diferencia de películas como «Réquiem for a dream«, donde se observa un goce netamente autista sin ponerlo en relación con el otro.

«El sujeto al principio maneja la relación con la sustancia después esta lo maneja a él», dice Naparstek. Es un sujeto que lo pierde todo, por su consumo. Aquí podríamos plantear al síntoma como puro goce a diferencia del consumidor que aún tiene algo de controlSe puede ubicar en estos casos el concepto de Automatón planteado por Lacan, un punto de detención donde el sujeto va repitiendo eso de lo cual goza. En la lectura que Eric Laurent [5] va a hacer de Lacan menciona: «Nada, en la droga, nos introduce a otra cosa que un modo de ruptura con el goce fálico. No es una formación de compromiso sino una formación de ruptura». Aquí está el síntoma como puro goce. Esto hace que me interrogue también sobre las adicciones en mujeres, cuando se sabe que el goce femenino ya es un goce no regulado por la significación fálica.

En la canción Las drogas, de la banda Segismundo Toxicómano se puede ubicar esto, «Las drogas, mi fin, no puedo salir porque hoy he vuelto a caer sin poderlo entender, hoy he vuelto a caer. Tirado en los callejones vomitando autodestrucción, vicio vicio, hay mucho vicio en cada poro de mi piel». Se puede entender aquí esta imposibilidad de salir del sujeto adicto, estos intentos errados y en otros casos ni siquiera eso, una identificación al desecho donde se juega la pulsión de muerte en el real del cuerpo.

Lipovetsky [6] va a decir que «el universo de los objetos, de las imágenes, de la información y de los valores hedonistas, permisivos, han generado nuevos modos de vida. Hay un culto a la liberación personal, a la expresión libre, un nueva significación de la autonomía.» Esto se puede ver claramente en la sociedad de hoy. Para ejemplificar pudiéramos recordar la película «A los 13″donde dos adolescentes, Evie y Trace, buscan «estar a la moda», compran ropa compulsivamente, realizan vandalismo, piercings, cortes, encuentros sexuales, música, alcohol y drogas, un empuje al goce vía el libertinaje.

Desde la estructura histérica se puede explicar cómo Tracy intenta hacer con la feminidad, hace una serie de maniobras para responder a la pregunta fantasmática y esencial en el modo que se ubica con respecto a la sexuación, ¿Qué es ser una mujer? Es cierto que el fantasma es una respuesta pero parte de una pregunta, a la que se le pudiera llamar pregunta fantasmática, ¿Qué es ser una mujer?, ¿Qué es ser padre?, ¿Qué quiere el otro de mí?

Tracy no busca responder a esta pregunta por medio de un hombre, un padre desinvolucrado que no vive con ella y una pareja novio de la madre, adicto también. De esta manera, lo que Tracy hace para responder a esta pregunta es ubicar a su amiga Evie en el lugar de LA MUJER, esta mujer que sabe hacer con la sexualidad y logra ser objeto causa de deseo de un hombre, a diferencia de Tracy que aún no elaboraba un duelo con su imagen infantil. Tracy tiene este «falso modo de respuesta» de ser mujer vía el masoquismo, como lo explica Graciela Brodsky en Clínica de la Sexuación. Evie busca ser usada por quienes solo quieren acostarse con ella. No necesitará de la palabra de amor, lo que importa es gozar y no ser amada.

En este caso, el síntoma de la toxicomanía es un modo de gozar vía el reconocimiento del que se carece. Tracy pasa del abandono a la aceptación bajo el semblante de «popularidad». Un síntoma que tenía un mensaje a descifrar, su relación con la historia que vivía. Ya no funcionan los dispositivos tradicionales que regulaban las relaciones humanas, ni la educación ni la religión tienen la preponderancia de antes. Ha caído el significante del nombre del padre dijo Lacan. Dios ha muerto dijo Nietzsche. Sin embargo, Miller «encuentra admirable como, aun hoy, la iglesia católica lucha por proteger al orden natural de lo real, en las cuestiones de la reproducción, de la sexualidad, de la familia, etc. Es admirable, en tanto causa perdida», añade.

En una entrevista a La Nación el año anterior, Vattimo [7] menciona que: «La técnica es siempre algo más allá que lo sorprende a uno. Hoy nos rodea toda esa incertidumbre de no saber cómo manejar bien los medios de los cuales disponemos». La utilización de las drogas ya no es solo para la medicina. Esta incertidumbre que plantea Vattimo es el no saber qué hacer con cada cosa nueva que impone el mercado. Si el Otro es un lugar, tesoro del lenguaje como lo llama Lacan en el seminario XVI, donde el niño ubicará algo o alguien allí de cuyo afecto depositado es de extrema importancia y en el mayor de los casos es la madre, me pregunto si ¿Se pudiera decir que el gran Otro del toxicómano es el tóxico, de allí la imposibilidad para devenir deseante, rehacer con la vida, con la familia, con la carrera, con un trabajo por mantenerse alienado en una relación dual con el consumo?

Con esto me planteo proseguir mi trabajo hacia una atrevida propuesta, hacer una variante del discurso histérico para apostar por una suerte de discurso en las comunidades de goce. Un discurso que sirva para toxicomanía, anorexia y bulimia, cirugías plásticas u otras en las que los sujetos congregan, un discurso que tome en cuenta a un sujeto con algo de control, repito con algo, y reunido en una masa que comparte una práctica y un reconocimiento. No se trata del toxicómano que está tirado en el suelo, desnudo, perdiéndolo todo, ni la anoréxica al borde de la muerte, ni de otros identificados al desecho.

En tanto es una variante del discurso histérico, sería un matema donde solo se invierta S2 al lugar del Otro, el S2 la comunidad de goce que da este saber con respecto a cómo gozar y de qué gozar, el S tachado como este sujeto falta en ser, sujeto a una sustancia: la droga, la silicona, la comida, etc., el a en el lugar de la verdad. Es un sujeto que aún tiene algo de control pero que puede llegar a perderlo todo. Si hablamos de discurso, aun no hay esta formación de ruptura planteada por Laurent. Aún hay un modo de hacer lazo.

Con esta lógica se produce entonces un S1 que le permita representarse y decir: «soy un adicto». De ahí que haya un encuentro directo entre a y S1, en tanto que sin el a no se pudiera formular dicho enunciado. ¿Qué pasa con la función paterna en la toxicomanía? Y ¿Cómo sostener esta hipótesis en una época en la que, como ya lo dijo Lacan, el Otro no existe?

Son algunas interrogantes que me he planteado en este motivante trabajo de cartel impulsado por el deseo, una experiencia distinta que abre un espacio para la pregunta a diferencia de falsos carteles, los grupos de estudio, apegados al discurso universitario, el nuevo discurso del amo como lo llamo Lacan.

NOTAS

  1. Relación histórica entre el sujeto y la droga. 2005, Grama Ediciones.
  2. Ons, Silvia – Comunismo Sexual, 2012 Paidos Editores.
  3. Laurent, Eric – El objeto droga en la civilización, 2010, Pharmakon 12.
  4. Stevens, Alexandre, El errar del Toxicómano, 2002, Pharmakon 10.
  5. Laurent, Eric – Tres observaciones sobre la toxicomanía y alcoholismo, Conferencia en diciembre 1988 en el marco del Campo Freudiano, en Bruselas.
  6. Lipovetsky, Gilles, La era del vacío, 2003, Anagrama.
  7. Entrevista a Gianni Vattimo realizada por Pablo Sirvén en lanacion.com, 9 de Diciembre 2012.
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