La fórmula “analizante de pleno derecho”, traída a propósito de un caso por una colega de cartel que ejerce una parte de su práctica con niños, es un término acuñado por “los Lefort” (Rosine y Robert Lefort), fundadores del CEREDA en París, que apunta a que no hay diferencia entre el análisis de niños y el análisis de adultos. Miquel Bassols, en un “Homenaje a los Lefort” escribe lo siguiente: “Partieron de esta unidad que volvía a situar al niño, y especialmente al niño psicótico, en la dialéctica del objeto y del Otro y supieron transmitir esta dimensión clínica a varias generaciones de analistas. El niño deja de ser así el objeto víctima del discurso sobre la familia y se presenta como un sujeto que hace una elección (…)”¹Bassols, M.; “Homenaje a los Lefort”, en Consecuencias, revista digital de psicoanálisis, arte y pensamiento, Edición 13/14, noviembre 2014. En línea: http://www.revconsecuencias.com.ar/ediciones/014/template.php?file=arts/Derivaciones/Homenaje-a-los-Lefort.html

Esa fórmula me intrigó y me llevó a presentar un caso en el cartel: una paciente erotomaníaca que atendí en una institución pública en un principio y que, a pesar de mis aprehensiones frente a su propuesta de continuar las sesiones luego de mi alejamiento de esa institución, insistía con el siguiente argumento: “Usted habla poco y eso me permite sacar mis propias conclusiones,” cuestión que no habría conseguido hasta ese momento en su experiencia con el mundo psi. Acepté seguir viéndola en mi consultorio. Es una sujeto que efectivamente consiente al dispositivo analítico, escucha sus enunciaciones, elabora, trae sueños, escribe en transferencia. 

Un señalamiento de un colega sobre este caso en el cartel abre una vía de investigación: “Se te fue metiendo en el análisis… por tu posición.” 

Para pensar esa posición, que habilitó a esta paciente para hacerse un lugar y luego convertirse en una analizante de pleno derecho, propongo un antiguo término freudiano: la abstinencia. Junto a la asociación libre y la atención flotante, la regla de la abstinencia es uno de los pilares de la técnica psicoanalítica. Freud usa el término desde 1915: “Ya he dejado colegir que la técnica analítica impone al médico el mandamiento de denegar a la paciente menesterosa de amor la satisfacción apetecida. La cura tiene que ser realizada en la abstinencia; […] Lo que yo quiero es postular este principio: hay que dejar subsistir en el enfermo necesidad y añoranza como unas fuerzas pulsionantes del trabajo y la alteración, y guardarse de apaciguarlas mediante subrogados.”²Freud, S.; Puntualizaciones sobre el amor de transferencia (Nuevos consejos sobre la técnica del psicoanálisis III), Obras Completas, t. xii, Amorrortu, Buenos Aires, 2001. p. 168. 

¿Qué forma pueden tomar estos subrogados? Está, por ejemplo, la tentación de inyectar sentido, de explicar, dar respuesta, incluso instrucciones que toman la forma actual de tips. Abstenerse ahí. Está el empuje a teorizar, sobre todo con analizantes en formación, analizantes/colegas. Abstenerse ahí. Puede ocurrir también que alguna interpretación caiga en esa categoría de subrogado satisfactorio, especialmente si apunta a la comprensión. Dejar subsistir necesidad y añoranza como fuerzas pulsionantes del trabajo apunta a la función muy precisa de la abstinencia: sostener, incluso aguantar, soportar, los bordes de un espacio topológico donde pueda surgir la pulsión como fuerza puesta al trabajo. En términos lacanianos es proporcionar las condiciones para que surja y se ponga al trabajo el deseo. El deseo de saber por parte del analizante, el deseo del analista por la otra parte. 

En el Seminario 5, al abortar la cuestión de la transferencia y la sugestión, Lacan insiste en que hay que distinguir bien estas dos líneas: “¿Cuál es la operación que hace que las mantengamos distintas? Nuestra operación es precisamente abstinente o abstencionista. Consiste en no ratificar nunca la demanda en cuanto tal. […] [Las líneas] pueden permanecer distintas porque para el sujeto lo son y entre ambas está todo ese campo que, gracias a Dios, no es estrecho y nunca queda abolido. Se llama el campo del deseo.”³Lacan, J., El Seminario, Libro 5, Las formaciones del inconsciente, Paidós, Buenos Aires, 2010. p. 438.

Podemos postular que en la tentación indulgente (para oponer un término a lo abstinente) hay riesgo de colapsar la transferencia con sugestión, colapsar topológicamente la distinción, la distancia, entre las dos líneas. Esa distancia tiene un correlato en el sujeto que es su propia tachadura, su división, la que lo hace justamente deseante. Colapsar el espacio que se edifica con la abstinencia es simplemente cerrarle la puerta al deseo.