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Jean ARP | Composición abstracta

¿Cómo se mantiene el deseo en indignación?

Estela Castillo

Cuando me devino la pregunta sobre el cómo, temía correr el riesgo de caer en un loop infinito de debates internos entre reduccionismos y elucubraciones entorno a un fenómeno inconsciente que me ocupa, a saber, el deseo. El uso del cómo, parte de mi impresión tomada por la sorpresa sobre ¿cómo es esto que ocurre? en relación a aquellos que bajo la posición de indignados aún logran seguir deseando, ¿cómo sostener la pregunta por el deseo en un lugar de amenaza al Ser y su singularidad? ¿qué particularidades fantasmáticas subyacen en el indignado deseante? ¿qué de la relación del sujeto con su falta lo empuja a mantenerse en la búsqueda de La- Cosa?

Ya es sabido gracias a Lacan que el deseo del sujeto es el deseo del Otro, entendiendo el Otro no como un ser, sino como un lugar, el lugar de la palabra1. Pero ¿qué lugar tiene, la palabra de un sujeto frente a un Otro que intenta desdibujar su identidad?

Es en el primer encuentro del sujeto con el Otro donde la palabra, incluso falsa, se inscribe como verdad[2]. Particularmente, en indignación, sorprende cómo el quatum del deseo es calibrado por el Otro percibido como totalitario, cuyos significantes hacen marca el cuerpo del sujeto, dónde la respuesta al llamado al Otro se presenta como apatía, queja o ignorancia. Entonces aparece un deseo amenazado por aquello construido como aplastante del deseo del Otro.

Son innumerables los momentos de indignación que en tanto a la amenaza del yo, confrontan al sujeto con la angustia, es decir con la nada. Angustia que al mismo tiempo se le devuelve como respuesta, al darse cuenta de que el deseo en realidad nunca es tocado por el otro, ni siquiera por sí mismo. Entonces deviene del saber que aquello que no puede ser atrapado, mucho menos podrá ser destruido[3]. Sería posible decir que aunque -como dice Lacan- no es a nivel del deseo que se produce la angustia[4] ¿la aparición de ésta pudiera dar luces en la clínica sobre la relación que sostiene el sujeto indignado con el objeto que lo causa?

De acuerdo con Spinoza[5], si bien el sujeto indignado se identifica a la realidad del amo, el deseo opera en el exilio del campo propio del hombre, siendo a su vez la esencia misma, en tanto que ésta es concebida, determinada y dominada a partir de alguna de sus afecciones a hacer algo. Será entonces, la imposibilidad en el hacer en pro de su deseo donde el sujeto indignado se topa con la falta? O qué de lo indignante permite al sujeto moverse hacia aquello que cree haber perdido?

Es curioso observar como en la subjetividad misma, aquella trastocada bajo la indignación, la dimensión donde se halla el sujeto que se resiste ante su objetalización, donde emerge y surge una nueva interpretación para dar cuenta de la fortuna del deseo, y he allí su metonimia, deslizándose y buscando su parcial realización en las formaciones del inconsciente, el fantasma y el síntoma[6].

Pareciera ser entonces que el deseo se mantiene no sin antes resultar problemático para quien lo causa, da cuenta de la falta y se presenta como una brújula singular y pista de salida del sujeto ante la indignación. Falta que a su vez, permite sostener la pregunta sobre el deseo y que repercute como tratamiento del goce que lo fronteriza.

Es así como la ética del deseo, parece ser un buen lugar para tratar la indignación, aquello que permite reconstruir la responsabilidad subjetiva que haga frente a la ignorancia, generar un saber sobre lo imposible de decir[7], encontrar un mejor hacer, evitando consentir al deseo del Otro y emprendiendo así la búsqueda de un objeto de deseo digno.

NOTAS

  1. Lacan, J., El Seminario, Libro 6, El deseo y su interpretación, Paidós, Buenos Aires, 1958- 1959, Cap. 1 pp. 21.
  2. Ibíd., Cap. 16 No hay Otro del Otro pp.114.
  3. Freud, S., La interpretación de los sueños, Traducido por José López Ballesteros, Biblioteca Nueva, España, 1923, pp. 621-626.
  4. Ibíd., Cap. 1 pp. 22.
  5. Spinoza, B., Ética demostrada según el orden geométrico, Traducido por Atilano Domínguez (2000), Trotta, España, 1677, pp. 126-127.
  6. Lacan, J., El Seminario, Libro 5, Formaciones del inconsciente, Paidós, Buenos Aires, 1957-1958.

Lacan, J., El Seminario, Libro 7, La ética del psicoanálisis, Paidós, Buenos Aires, 1959- 1960, Cap. 24 Las paradojas de la ética, pp. 188.

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