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El Bosco | El jardín de las delicias

El deseo y la psicosis, ¿un sujeto de cartel?

Luis Miguel Sánchez L.

Mi sujeto de cartel puede leerse de distintas maneras, si lo tomamos como «el deseo en la psicosis» encontramos inmediatamente un contrasentido teórico. Entonces pensé en trabajar cómo el deseo de la madre, las fauces de aquel cocodrilo que se podían cerrar sobre el niño eran capaces de convertirlo en un psicótico si no estaba presente, para evitar que se cerraran, un significante, el significante del nombre del padre.

Durante muchas reuniones, hablamos del deseo. Intervenciones, disertaciones, opiniones, iban y venían sobre el sujeto de cada uno de los cartelizantes. Poco a poco todas las reuniones fueron teniendo efectos en cada uno, efectos que permitirían una producción que hoy vamos a escuchar.

Mi entusiasmo iba creciendo y siempre salía de los encuentros con algo nuevo. Pero súbitamente me di cuenta de que mi sujeto de cartel había ido quedando en el olvido, que estaba desorientado en cuanto a lo que me había propuesto en el cartel y que no estaba produciendo nada que tuviera que ver con lo que me movía. Entonces comencé a preguntarme sobre qué me estaba pasando, aún cuando había ese entusiamo. Acudí como siempre, a los libros, seminarios sobre psicosis, seminarios de Lacan, varios artículos que sobre la psicosis se han escrito para tratar de encontrar algo que me diera una pista y así reorientar mi pregunta y mi sujeto, lo que no tuvo ningún efecto ni cambió esa condición.

Hice muchas preguntas y respondí otras tantas. La mayoría de estas preguntas iban dirigidas al Más Uno, buscando una respuesta que nunca vino. Una y otra vez me preguntaba qué pasaba?

Hasta que hace pocos días pude dar con una respuesta, mi pregunta estaba taponada por una idealización del saber que se daba en las reuniones y sobre todo encarnada en el Más Uno.

Buscaba en el Más Uno una respuesta que éste no me podía dar, mis preguntas estaban dirigidas hacia el Otro del saber y eso no me permitió elaborar, producir, algo nuevo sobre lo que en un principio me había propuesto.

Por eso ahora no traigo para ustedes elaboraciones sobre cómo el deseo puede estar ligado a la psicosis sino más bien como pueden girar los lugares de cada uno en el cartel, de la dinámica que este toma y de cómo, en mi caso, esa idealización del saber que antes nombré, taponó mis elaboraciones. Supe, en carne propia, la diferencia entre un cartel en una escuela lacaniana y un grupo de estudio o un grupo de investigación.

Me es difícil hoy traer en detalle esa diferencia pero lo que aprendí con seguridad es que el cartel no está planteado para aprender del Otro, no hay, aunque a veces suceda así, alguien que detente un saber que permita a los otros simplemente saber más sobre un tema u otro.

Es desde la subjetividad del Uno por Uno que se producen las elaboraciones que se esperan de un cartel.

Por eso Lacan plantea la estructura del cartel como un 4 Más Uno. Esto se refiere o tiene que ver con la estructura del discurso donde los cartelizantes giran de uno a otro lugar, mientras el más uno está a la distancia, tratando precisamente de producir agujeros y no de taparlos. Esta estructura es diferente a lo que pasa en el dispositivo analítico, en el cuál, el sujeto busca en el analista las respuestas que él mismo sabe pero que no sabe que las sabe, mientras que en el cartel no hay ninguno colocado en el lugar del saber. Esta estructura no la pude sostener en la medida en que yo coloqué al Más Uno en ese lugar, lo que trajo como consecuencia un deslumbramiento por este saber.

Me hace pregunta la relación que hay entre el lugar del objeto causa del deseo que tiene el analista en el dispositivo y el lugar del Más Uno en una estructura de cartel. Hay muchas diferencias ya que el Más Uno está fuera de la estructura del discurso. No es el agente, no es el otro, no es la verdad y no es la producción, aunque entiendo que en un cartel, cada uno de los participantes puede estar en cualquiera de los lugares del discurso e inclusive hacer de Más Uno dependiendo de la dinámica que se dé en cada uno de los carteles, uno por uno.

Aunque puedo decir que algo aprendí sobre el deseo y las psicosis, se abren para mi, después de esta experiencia, muchas más preguntas de las que antes tenía y no solo sobre el deseo o las psicosis, sino más bien apuntando hacia el por qué Lacan propuso una estructura tan particular para trabajar en las escuelas que le permiten a cada participante del cartel encontrarse con sorpresas, con lo inesperado y quizás también con la caída de ideales que permiten un vaciamiento de goce.

Debo decir que como en un cartel anterior a este, estuve angustiado por mi falta de producción y que estando dentro de esta estructura propuesta por Lacan, salen a relucir síntomas y rasgos estructurales propios de cada sujeto. Al menos en mi caso fue así.

Me alegra que los demás cartelizantes hayan logrado elaborar algo en torno al agujero de sus preguntas, en lo que a mí concierne, no pude elaborar mucho sobre mi sujeto pero esto que les traigo lo tomo como una enseñanza que tuvo efectos de formación para mi, que creo es lo que se busca cuando se conforma un cartel. Mi posición subjetiva en esta experiencia es parte de un fantasma relacionado con el saber y haber pasado por este trabajo movió algo en ese fantasma que espero en un futuro resolver y que me permita situarme de otro modo, apuntar hacia lo que me hace pregunta, una vez que cayó, al menos en parte, esa idealización que he nombrado ya varias veces y que hace que se obturen mis interrogantes.

Esto me ha demostrado una vez más cómo la formación y el análisis personal van de la mano y de que siempre que se da por sentado algo en el psicoanálisis de orientación lacaniana, la escuela y sus instancias nos demuestran lo contrario.

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