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Joan Miro | Detrás del espejo

El límite y el despertar de los sueños

Zaide Barquet

Cartel: Sueño e Interpretación, XXI Congreso de la AMP “El Sueño, su Interpretación y su Uso en la cura Lacaniana”

Rasgo: Límite y Despertar

Más Uno: Susana Schaer

Cartelizantes: Heidy González, Miriam Ortiz, Marcelo Salazar, Zaide Barquet.

Los sueños y su interpretación son una vía al inconsciente. (Freud).

El sueño nos permite acceder al inconsciente real y conocer su ley. (Lacan)

En base a estos dos argumentos comienzo mi investigación sobre el límite y el despertar de los sueños, ¿qué relación guardan entre sí?… ¿En qué punto convergen Freud y Lacan?

Freud da inicio a su tesis sobre los sueños exponiendo que están inspirados en el deseo de dormir, el sueño es por tanto un cumplimiento de deseos. Lacan, expresa que los sueños están inspirados en el deseo de despertar, entonces el deseo de despertar puede considerarse el despertar fallido ante lo real de la pulsión. El límite de la interpretación de los sueños es el ombligo del sueño (el  vacío, el agujero); despertar con las interrupciones nos permite trabajar el icc real (las pesadillas). 

Investigar y trabajar la interpretación de los sueños y su uso en la cura psicoanalítica, nos permite entender que el sueño se une al cuerpo que sueña, al soñante que habla de su sueño llevándolo al análisis, el sueño enlaza al cuerpo hablante con su inconsciente manifiesto cuando está siendo analizado, cuando es desestructurado, es decir cuando se estructura como un lenguaje.

Desde Freud investigamos tres tiempos o momentos de su tesis, el primero cuando desarrolla su escrito sobre “La Interpretación de los Sueños” donde elabora la teoría del sueño como la vía directa al inconsciente donde los sueños son realizaciones inconscientes de deseos y que por ende son interpretables;  el segundo tiempo o momento en “Más Allá del Principio del Placer” donde los sueños no se presentan como una realización de deseos, donde encontró ciertos límites en su análisis frente a los sueños de angustia, siendo los mismos sueños los que producían un despertar;  y el tercer tiempo o momento donde los sueños presentan una falla, el encuentro con lo traumático cuando este retorna o en el ombligo del sueño ese vacío, lo no reconocido. 

Sobre la teoría de los sueños como realización inconsciente de deseo, Freud fundamentó el nacimiento del psicoanálisis. A la interpretación de los sueños siempre la vio como la vía de acceso a lo oculto, a los afectos e ideas que escapan de la consciencia, lo oscuro del inconsciente. A partir de entonces el psicoanálisis se transformó en un método de comprensión del psiquismo de cualquier sujeto y no sólo del funcionamiento del psiquismo patológico. Todas las conceptualizaciones conocidas que conforman el armazón teórico con el que explica el modo en el que el sueño se presenta al soñante despierto y le permiten establecer las reglas técnicas de desvelamiento de su sentido, son el proceso de interpretación de los sueños, descrito como un proceso inverso, opuesto, al trabajo del sueño, por el que se pasaría de lo manifiesto a lo latente.

Tiempo después se encuentra con los sueños de angustia, los que provocan una censura y no son interpretables, los que inducen un despertar. Aquellos sueños que no son interpretables o llevados a la consciencia son los sueños que tienen la capacidad de producir el despertar desde el propio sueño, perturban el dormir. Es por tanto que estos sueños no son cumplimientos de deseos porque no pueden brindar ningún tipo de placer al soñante, al contrario el deseo ha evitado la censura y produce angustia. Para Freud, la teoría de la realización de deseos tiene una importante dificultad cuando confrontó los muy frecuentes sueños de angustia reconociendo que ofrecen fuertes resistencias para la aceptación de su teoría del deseo. Explicó que estos sueños eran la representación de una angustia de contenido sexual, también podían deberse a la existencia de deseos reprimidos que no son tolerados en la conciencia y que al expresarse provocan displacer. Los consideró como equivalentes al síntoma neurótico. Finalmente expone que la única excepción a su propuesta de los sueños como realización inconsciente de deseo aparece cuando confronta los sueños traumáticos: «si los sueños de los enfermos de neurosis traumáticas reintegran tan regularmente a los pacientes a la situación del accidente, no sirve con ello a la realización de deseos…su función peculiar» (Freud, 1920, p.31). 

Es en el tercer tiempo o momento que Freud varia su tesis central sobre los sueños al hablar ya no de una excepción sino de una falla que presentan los sueños. Los sueños que son producto de una fijación traumática y esta fijación al trauma es lo que impide la función del sueño, pasa a ser un intento de realización con opción a una grieta ya que podría despertar, activar la pulsión aflorante de la fijación traumática. La función del sueño es trasladar un episodio traumático a una realización de deseo, pero se da un desprendimiento, cuando no es tolerado por el sujeto y lo enfrenta con aquello que no ha podido ser tramitado despertando al sujeto. Es entonces que Freud se encuentra con el límite de la interpretación de los sueños, con el ombligo del sueño, punto donde convergen Freud y Lacan al nombrar al límite y al despertar como el ombligo del sueño donde se anudan las ideas latentes, siendo un nudo imposible de desatar, volviéndose imposible de reconocer y nombrar, no pudiendo ser interpretado, no pudiendo avanzar, lo real.

Freud planteaba la idea de que el sujeto sueña para seguir trabajando, el inconsciente quiere que sigas soñando porque el inconsciente ya está interpretando. Es lo que Lacan explica sobre Freud, que él estaba dispuesto a ir más allá de su no querer saber, de lo indescifrable porque tenía agallas, sin embargo el sujeto soñante se enfrenta a interrupciones en los sueños, se enfrentan a la angustia. En lo imaginario y en lo simbólico todo se puede nombrar y descifrar, pero hay momentos en el sueño que te enfrentan a lo real, donde no se puede simbolizar la imagen ni imaginar el símbolo, al enfrentarte con lo real, el sujeto no puede avanzar, algo lo frena y se encuentra con lo impenetrable, lo que no se puede nombrar. La angustia por excelencia se encuentra en el mismo lugar de lo real, de la muerte y del órgano sexual femenino. 

Las interrupciones por la fijación al trauma están ligadas al despertar pero también están ligadas a un límite de la palabra, es decir al ombligo. En ambos casos explica Lacan, el despertar y el límite, son la estructura del sueño que te permiten la orientación a la cura.     

Para el primer Lacan, el objetivo del análisis para el analizante era conocer la verdad de sus deseos y que pudiera hablar de ellos; para el último Lacan, el deseo es su propia interpretación poniendo al sueño como un despertar. En el análisis el sueño se habla y se conceptualiza, se asocian y finalmente se anudan con lo simbólico y lo imaginario como consecuencia, pero al momento de prestarse mucha atención al sueño el sujeto sabe que está en el inconsciente y busca salir, despertar. Cuando sueña el sujeto está solo con lo real, el inconsciente real. 

Miller propone el despertar como uno de los nombres de lo real, como imposible, siguiendo las tesis de Freud y Lacan. Freud expuso que la angustia despierta al soñante y se despierta para evitar la realización del deseo del sueño y Lacan demostró que el despertar persigue el mismo fin, despertarse a la realidad para huir del horror que surge del sueño. En el último Lacan se explica que Freud despertaba del sueño y del dormir, Lacan despertaba del dormir pero no del sueño, ya que para él el despertar total sería la muerte. 

Miller expone que hay sueños donde puede estar presente el goce, el goce como acontecimiento del cuerpo y se hace presente. Para Miller, el sueño se monta en una lógica, la lógica en el sentido de lo real que empuja para ser demostrado en el acto, no en la lógica de la prohibición – permiso, ya que el goce no pide permiso, es un acontecimiento del cuerpo y es en el caso de la cura que el uso del sueño se liga al cuerpo hablante, al cuerpo del soñante. 

En el texto de Freud, traducido por Lacan como “Los Límites de la interpretación”, Freud caracterizó a los sueños como una actividad al servicio de una ganancia de Lust (lujuria) cuya función era evitar la interrupción del dormir, estos son los sueños que olvidamos, sin embargo aquellos sueños que pueden ser recordados y llevados a análisis, son aquellos sueños de elementos reprimidos que irrumpen y son los que una vez interpretados, hablados aportan sobre el inconsciente. Freud consideraba que no era fácil decidir si estaban completos ya que los sueños ofrecen significaciones múltiples. De esto podemos suponer que esta conclusión abre siempre a otros sentidos posibles. Este límite de la interpretación revela inconsistencia e incompletud del Otro convirtiéndose en una interpretación lógicamente indecidible.

Lacan invierte esta perspectiva y encuentra una solución lógica a lo indecidible de la interpretación. Explica que el goce consiste en el cifrado del sueño, el mismo que no estaría abierto al infinito. Por este hecho los límites de la interpretación no se encuentran del lado de la incompletud del sentido, sino más bien del lado del sentido que, producido por el cifrado, emerge poniendo allí un límite. Este límite se presenta en el momento en que el sueño se detiene para poner el dormir al abrigo del goce. En este momento el sueño alcanza el sentido del inconsciente, es decir el sentido sexual que emerge en el momento en que se deja de soñar para que el dormir quede a merced del goce. Lacan expone la imposibilidad de escritura del sentido sexual, lo que caracteriza la dimensión de lo real, incluso de lo imposible inherente a lo sexual, y es de allí que proviene el límite, no solo del descifrado, sino del cifrado.

Lacan ordena entonces el campo del psicoanálisis a partir del discurso del analista. Desde ese momento se concibe que la hipótesis de Lacan, según la cual es en el cifrado que está el goce, admite por una parte, que el significante introduce en el cuerpo una pérdida de goce, inscribe una pérdida, afecta el cuerpo de un menos, y por otra parte que el significante es productor de goce, bajo la forma de un plus de gozar.

Jacques-Alain Miller destaca que Lacan pone en evidencia que el discurso del analista, no es sino una vestimenta, una máscara, un semblante que viene a velar la pérdida de goce, la que sería efecto de que el lenguaje toma el cuerpo y la función de semblante, como función del lenguaje, es la que se inscribe en el lugar de la falta de escritura que caracteriza lo real.

Finalmente Lacan instaura el psicoanálisis como discurso, operando en la experiencia analítica a través de un analista para tener una incidencia en lo real. Entonces se puede entender a la sesión analítica como la estructura de un sueño freudiano, el analista produce el corte y ese corte invita a un trabajo, la causa de ese trabajo es la causa del deseo, no lo que interpreta el analista sino lo que causa el analista, el trabajo del inconsciente, que bajo la dirección de la cura, el despertar tiene una orientación. Citando a Miller: “toda sesión psicoanalítica que se respete, cualquiera sea su duración, tiene por función escandir el encuentro siempre fallido con lo real, aquel que ocurre entre el sueño y el despertar.” 

Bibliografía:

  • Lacan “El sueño: Un despertar posible” XXI Revista Fapol online ISSN2618-4109 volumen no 8, noviembre 2019. Raquel Cors Ulloa – NEL-AMP p. 33

http://www.lacan21.com/sitio/2019/11/09/el-sueno-su-interpretacion-y-su-uso-en-la-cura-lacaniana/#_ftn34 

  • Lacan “El sueño. Su Interpretación y su uso en la cura Lacaniana”. XXI Revista Fapol online ISSN2618-4109volumen no 8, noviembre 2019. Raquel Cors Ulloa – NEL-AMP. p. 13

http://www.lacan21.com/sitio/2019/11/09/el-sueno-su-interpretacion-y-su-uso-en-la-cura-lacaniana/#_ftn34 

Miller, JA “Despertar”, Matemas I, Manantial. Buenos Aires, 2010. P. 119

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