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El Bosco | El jardín de las delicias

El malestar en la cultura

Eréndira Molina

La violencia se ha venido definiendo como síntoma de nuestro tiempo, no porque antaño estuviera ausente sino justamente porque ahora se extiende presentando nuevas expresiones, generando malestar y formando parte de la vida cotidiana.

Pensar la violencia para mí desde el psicoanálisis consiste en calcular sus efectos y contemplar la implicación subjetiva de los participantes en los fenómenos de violencia, es decir, las representaciones simbólicas que a nivel subjetivo le sostienen y le dan alguna consistencia determinada.

Violencia aparece como efecto de una perturbación de las identidades o una devastación de los vínculos, como expresión de fragilidad de las alianzas y los linajes. Y en ese sentido, parte de cada sujeto el análisis de la violencia como elemento constitutivo, estructural del lazo social luego entonces de forma directa o indirecta todos salimos afectados.

Alain Badiou, en el libro el siglo, se acerca a una explicación de la subjetividad a partir de anudar historia y política, diciendo que en la sumisión de ésta al orden de la historia existe un problema muy complejo; ya que se da una disyunción que marca una violencia particular que, más que ser objetiva, apunta a una subjetividad reivindicada, es decir, una irrupción que aparece de una manera abrupta en lo subjetivo y que sustituye a una unión faltante que sólo legitima con la creación de algo nuevo. Una creación de algo nuevo que trae destino y voluntad.

Por su parte Walter Benjamin sostiene que la violencia está vinculada al campo del derecho y se ejerce como riesgo o amenaza de perturbación para el orden de lo legal. Es decir, la violencia se presenta justo ahí donde todavía le es permitido manifestarse según las leyes y lo establecido. Para estos dos filósofos, la violencia oscila entre lo permitido-prohibido y desconocido e innovador.

En relación a la violencia, Freud no la va a conceptualizar completamente y por eso habla del «malestar»; en el Malestar en la cultura, Freud comienza en su prólogo adelantando cuál será el tema de fondo: la felicidad, la satisfacción, en donde señala: «Uno no puede apartar de sí la impresión de que los seres humanos suelen aplicar falsos deseos; poder, éxito y riqueza es lo que pretenden para sí y lo que admiran en otros, menospreciando los verdaderos valores de la vida. Más en un juicio universal de esa índole, uno corre el peligro de olvidar las variedad del mundo humano y de su vida anímica»

Lo que muestra que ya marcaba la posición yoica, del yo que se presenta deslindado de todo lo demás y en donde dejaba claro que estaba expuesta a perturbaciones y por lo mismo a buscar la forma de obtener satisfacción y placer sin mirar los riesgos, a lo cual prontamente recibia su castigo.

Para Freud, en todo el recorrido que realiza y en donde encuentra que es más accesible para nosotros el sufrimiento, el malestar; anticipa una conclusión, una apuesta, la apuesta del psicoanálisis, que es por medio de encontrar satisfacciones sustitutivas que pueden ser no placenteras los que facilitan los modos de gozar, es decir que cada quien en cierta forma inventa sus síntomas frente al malestar.

«Discernir la dicha posible en ese sentido moderado es un problema de la economía libidinal del individuo. Sobre este punto no existe un consejo válido para todos; cada quien tiene que ensayar por si mismo la manera en que puede alcanzar la bienaventuranza»

Lacan por su parte, reconduce la satisfacción pulsional al concepto de goce y reubica al sujeto en un plano estructural explicando que es en una relación con los fenómenos del lenguaje que el sujeto se estructura y se delimita, es a partir de lo simbólico que el sujeto se reconoce en y con el Otro, que el intermediario y soporte de este proceso se encuentra en el lenguaje y que las modalidades que adopta este es el que regula los lazos sociales, irrumpiendo en el campo del Otro: ya sea de sus objetos, de su tiempo, de su cuerpo y hasta de su propia vida.

Al hablar de lazo social y no de sociedad, Lacan nos dice que el sujeto no está solo, que el sujeto no es autista, que está siempre el campo del Otro; no hay una sociedad, hay el uno de la sociedad. Pero entonces en realidad no hay violencia de la sociedad ya que esta es consecuencia de las malas palabras y malos discursos, del rechazo, de la caída del discurso, del problema del lenguaje, del mal entendido de cada uno.

Si la violencia se distingue en su esencia de la palabra, es a partir de esta que puede ser reprimida, y esta seria correlativa a algo específico de la subjetividad de su época o se trata de una estructura particular que se manifiesta de forma diferente, de acuerdo a las ilusiones planteadas por los diversos discursos de la sociedad que buscan e insisten en homogenizar.

¿Es la violencia la posibilidad causal de algo nuevo?, ¿Cómo pensar desde el psicoanálisis la relación de lo creativo con la violencia?

BIBLIOGRAFÍA

  • Alain Badiou, El siglo, Manantial, Buenos Aires, 2005
  • Jacques Lacan, Psicoanalisis, radiofonía y televisión, Anagrama, Barcelona, 1977
  • Seminario 3. La psicosis, Paidós 1985
  • Sigmund Freud, El porvenir de una ilusión, Obras Completas vol. xxi
  • El malestar en la cultura, Obras Completas vol.xxi
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