Cartel «La formación del analista en la Escuela»
El pase tiene la ventaja en la comunidad analítica de hacer a un lado la idea del analista-practicante-clínico como el que tiene el saber sobre qué es un analista. (JAM) Coloca el saber en un otro lugar, en una zona en la que cada uno entra uno por uno en soledad, y sin ambages políticos. Solo hay que dar lugar, consentir a la contingencia para que ocurra. No se trata de un ideal, de un anhelo o de un deseo. La contingencia es algo que podría ocurrir como también que no podría ocurrir. Quizás para muchos eso está presente en el largo recorrido de la experiencia analítica pero no se trata de eso –no es un asunto de necesidad– si lo que está de por medio es un encuentro con lo real. El real del psicoanálisis es el de la no relación y es el real de la modalidad del encuentro, es decir, de la contingencia. Precisamente porque se constata que todo lo relacionado entre los sexos tiene que ver con la contingencia, se puede inferir que en esa relación no hay una necesidad que trabaje. El acento está puesto en la contingencia y no en la necesidad. En la experiencia del análisis se puede constatar que todo lo que concierne al goce, a los modos de goce, a la emergencia del modo de goce particular de un sujeto es siempre del orden de la contingencia. (JAM El partenaire-síntoma, Paidós, Bs. As., 2008, p. 357)
Pensando en el tema del cartel, tal como fue abordado al inicio y lo discutimos largamente –cómo ser analista, autorizarse como analista, formarse como analista, el deseo del analista, devenir analista, el analista practicante y otras aproximaciones al punto neurálgico singular de cada uno sobre el tema–, recordé a JAM cuando indica: «El deseo del analista, al menos bajo la forma del deseo de ser analista, emerge indudablemente de la patología neurótica y de la terapéutica de esta patología. Los fundamentos del deseo de ser analista se ven en la neurosis la forma más simple y la más frecuente en la que se ve aparecer esta emergencia es por la transformación de una vocación curativa. Vemos, en efecto, sujetos cuya primera vocación es la de ser médico o psicólogo, una vocación de curar o de comprender al otro y que, en el análisis, elucidan esta vocación hasta modificarla, con una modificación que tiende al deseo del analista, y que preserva, de todos modos, esta orientación al Otro. Se ve lo que era el atractivo de fondo de la vocación primera, que luego es modificada, y como atrapada hacia el deseo del analista.» («Fundamentos neuróticos del deseo del analista») Como he mencionado lo discutimos, sin nombrarlo como fundamentos neuróticos del deseo del analista, pero cada uno fue encontrando la ficción que se había construido alrededor de la formación y los engaños fantasmáticos a los que la neurosis nos empuja y condiciona.
Hay algo de un fundamento neurótico también en hacer del pase una exigencia para la Escuela si es que las condiciones no están dadas para la constitución del dispositivo. Aclaro que la Escuela es del pase, tal como se indicó cuando la NEL fue constituida: La Escuela asume la «Proposición del 9 de octubre de 1967» de J. Lacan, y reconoce los títulos de AE y AME. El fundamento neurótico se presenta en tanto se piensa que la Escuela es «menos Escuela» si el dispositivo del pase no está constituido y no hay AEs. Eso es lo que me preguntaba al inicio del cartel al plantear que con el pase Lacan nos propone cómo llegar a ser psicoanalista de la Escuela.¿Qué
implica la falta del dispositivo en la NEL?, ¿cómo afecta la vida en la Escuela y nuestra vinculación con las otras Escuelas? Son cuestionamientos sobre sus fundamentos y su anudamiento con la Escuela Una y el lugar del psicoanálisis en el mundo. La Escuela es el lugar de la formación del analista y del pase, ahí está el agalma.
Si el pase verifica algo, algo del analista, es para ser demostrado. El pase es equivalente a una demostración. Y esa demostración puesta en juego en el pase es lo que hace avanzar al psicoanálisis. Concebir así al pase hace que el pase sea solidario con la práctica psicoanalítica. No es un suplemento puesto en reserva y que se puede obviar sino que es inseparable, es consustancial a la idea que Lacan nos transmitió del psicoanálisis en la Escuela y la existencia del analista. La demostración no es para uno solo, es para la comunidad de la Escuela, por eso es que hay Escuela. (cf. JAM «Intervención sobre el mutualismo»)
Lo «analítico» es el significante amo de la Escuela, el discurso histérico en la Escuela está comandado por ese S1, es el instrumento de la pregunta en y por la Escuela.
Lacan concibió la Escuela como el lugar de una experiencia y que esta experiencia es analizable: «la Escuela como experiencia susceptible de ser interpretada analíticamente».
La Escuela también es una asociación con una gestión que incide a veces en una «justicia distributiva» en contra de la causa. ¿Una tensión, una dialéctica?
Esto hace a la diferencia entre una agrupación psicoanalítica que se resguarda contra lo imprevisto, la sorpresa, el horror, lo azaroso del inconsciente y la Escuela que es la experiencia de estar-en-análisis. Recordemos siempre que el concepto de Escuela fue la respuesta política, clínica y epistémica de Lacan a las derivas de las otras agrupaciones psicoanalíticas.
El análisis parte y se establece a partir de una suposición de saber. Suposición que nunca termina por alcanzar una verdad última ni determinar una regla ni llega a explicitarse (cuando se explicita ya es otra cosa). Si no hay transferencia analítica, tanto en la propia experiencia analítica como en la experiencia de la Escuela, la suposición produce insatisfacción y cae, se abandona. Por eso Lacan propone que seamos analizantes también en la Escuela, poner en juego la suposición de saber.
Se aprende mucho de los testimonios del pase: se aprende sobre la práctica analítica, sobre la clínica, sobre los obstáculos, sobre los puntos ciegos, sobre los éxitos, sobre los efectos de formación, sobre los puntos límites del psicoanálisis y también sobre los efectos terapéuticos.
De la demanda de análisis a la demanda del pase hay todo un recorrido y diferencias. La demanda de análisis se hace a un analista y el recorrido produce un efecto de formación y tiene una conclusión. La demanda del pase es a la comunidad analítica y la nominación tiene como finalidad la transmisión de una experiencia en la Escuela. Es para hacer avanzar al psicoanálisis, para que el psicoanálisis subsista (solo subsiste si hay analistas).
Por otro lado, en ambos casos la urgencia pone en tensión toda la experiencia de la demanda de análisis y de la demanda del pase, si es que entendemos con Lacan que la urgencia surge de lo que hace agujero, del fuera de sentido, de lo que ya no se sostiene más sintomáticamente, del modo como la neurosis se había acomodado. La urgencia responde a la inserción contingente de un traumatismo. La urgencia guarda relación con la contingencia y en ambos casos esto es lo que está puesto en juego. Para ambas demandas, primero está la urgencia.
No hay manera de «apurar o empujar» esa urgencia anudada a una contingencia ya que tiene que ver con la resolución traumática de cada uno. La experiencia del análisis es un tratamiento de lo real. Cada tropiezo, cada urgencia no hace más que reproducir lo ilegible del traumatismo inicial. El pase es la demostración del mismo, de lo que no se puede decir, esa es la paradoja del psicoanálisis.