Franz Kafka nació en Praga el 3 de julio de 1883 y es considerado como uno de los más grandes escritores del siglo XX; no obstante, su relación con la escritura es muy singular; pues él consideraba a la escritura el propósito de su vida.
En una carta dirigida a Grete Bloch, escribe: “Cada cual se saca a su manera de los infiernos en que se halla sumido, yo lo hago mediante la escritura. Si he de mantenerme con vida, sólo puedo conseguirlo mediante la escritura, no mediante la calma y el sueño. Accedo mucho antes a la calma a través de la escritura que a la escritura a través de la calma”.[1]
A Kafka la escritura le permite vivir; no obstante, nos llama la atención esa posición subjetiva de la cual permanentemente da cuenta, ese “estar por los suelos”, o el “infierno en el que se halla sumido”, su no-calma, su tormento.
Rainer Stach, su más reciente biógrafo, menciona que muchas veces Kafka se preguntaba ¿cómo era posible que un niño incomprendido, y en última instancia rechazado como él, tuviera que convertirse en un hombre que no se comprende a sí mismo?
Franz Kafka de alguna manera responsabiliza a su padre y su educación, la consecuencia de ser el hombre que es, esto lo podemos encontrar en su escrito Carta al padre[2], donde se dirige a Hermann Kafka, con un estilo que él mismo denominó de abogado, más que un texto de ficción podemos verlo como un texto biográfico.
¿Qué nos enseña Carta al padre? En esta carta, así como en la experiencia analítica, sabemos del devenir del padre por el hijo. Los biógrafos dicen que Hermann Kafka, no era en modo alguno el monstruo que tiranizaba a todo el mundo a su alrededor, sino más bien la manifestación del patriarca tradicional anterior a la primera guerra mundial, pero eso no nos interesa tanto, más bien lo que en verdad nos importa es el decir del propio Kafka sobre su padre. Podemos captar ese decir en su escritura.
Como escribe Jacques Alain Miller[3], este texto nos brinda un testimonio del “nudo infernal que lo ata a su progenitor”. Podemos recoger algunas frases: “La imposibilidad de tratar contigo de manera apacible tuvo otra consecuencia, desde luego muy natural: perdí el habla”, “Lo que tú me gritabas era como una orden del cielo”, “Perdí toda la confianza en mí mismo”, “Me aterrorizaba oír: Te voy a abrir como a un pez”, “Yo flaco, débil, poca cosa, tú fuerte, grande, ancho”, “Yo ni siquiera necesitaba salir de la caseta para sentirme un esbirro, y no sólo delante de ti, sino a los ojos del mundo entero, pues tú eras para mí la medida de todas las cosas.”[4]
Vemos que en distintos pasajes de la Carta se lee o se presume que es el miedo, (Schreck) la sensación o sentimiento que más se presenta, Kafka está afectado por un terror, siguiendo a Miller, se trataría de “un estremeciendo permanente en el fondo de su ser. No es que el padre sea grande, es gigantesco. Lo que no significa más grande que grande, inconmensurable, fuera de toda medida, infecta el universo, el infinito está aquí en juego. No el límite, sino la ausencia de todo límite, lo no situable. Tal como lo escribe, “algo entre nosotros no está en orden”, nicht in Ordnung”[5].
Podríamos estar tentados a decir que Carta al padre, es un texto donde el escritor expresa su odio a su padre, sin embargo vemos que en Kafka este el odio nunca se da verdaderamente, es algo que podemos ver en la manera en que termina la Carta, donde tendría todos los argumentos para finalmente mandarlo al diablo, pero en vez de esto escribe: “hemos llegado, a mi parecer, a algo tan cercano a la verdad, que puede tranquilizarnos un poco a los dos y hacernos más llevaderas la vida y la muerte”.
El padre de Kafka no es alguien a quien le fue posible odiar, no es alguien a quién se le supone un deseo, o un goce al cual rechazar, aparece como una deidad insondable, inaprensible, ya el odio es una manera de localizar y poner el goce en el Otro, es rechazo, expulsión del Otro, el odio podría advertir una separación, Kafka nunca logra verdaderamente odiar y separarse de su padre, sigue buscando hacer más llevadera su relación en la vida, y sorprendentemente hasta en la muerte.
Sin embargo podemos prestar atención que si hay alguien a quien logra odiar Kafka, no sino a sí mismo, y esto se hace evidente en el permanente estado de culpa y vergüenza que da cuenta su vida y su obra.
Eric Laurent en la entrevista para el IX ENAPOL habla también de esta experiencia de culpabilidad, señala que “en El proceso o en La colonia penitenciaria se puede observar una culpabilidad que va más allá del padre, es decir, en el mundo Kafkiano el padre ya no tiene su lugar, el Nombre-del-padre no está ahí para sostener el universo, lo que hay es un castigo terrible, siempre ahí, singular. Kafka tiene una suerte de Dios absolutamente malvado, persecutor, odioso… cuya Ley, no apunta sino hacia uno” [6]. Da cuenta de esto perfectamente, el principio mayor que se rige en La colonia penitenciaria[7], “La culpa está fuera de duda”, no hay posibilidad de defenderse,
Mladen Dólar en Las voces de Kafka[8] siguiendo la propuesta de Giorgio Agamben, plantea que la “nuda vida”[9] se puede rastrear en los personajes, los héroes de Kafka, ya que en su mayoría están en una posición de exclusión respecto a la ley, son siempre homines sacri, con su nuda vida expuesta a ser asesinada con impunidad. Lo vemos en Josep K, de El proceso[10], en Gregorio Samsa de La transformación[11], en George Bendemann de La condena[12], en K de El castillo[13]. Kafka ha convertido al homo sacer[14] en la figura literaria protagónica[15].
En la última página de su novela El proceso, se lee: “fue como si la vergüenza debiera sobrevivirlo”[16], prestemos atención a esa frase, Jacques-Alain Miller señala que esa deuda y culpa pueden aparentar ser la culpa de un neurótico, sin embargo precisa que más bien se trataría de un “sentimiento de culpabilidad infinito”[17] que transcendería aún a la muerte, “El autor de La metamorfosis sabía que “en sí mismo”, en el núcleo de su ser, no encontraría paz incluso en la tumba, que no se sostenía en un nombre aunque fuera inmortal, que él era una forma de vida a-humana (desprovisto de toda característica humana).”[18]
Kafka escribe además en su carta, “también llegué a dudar de lo que me era más próximo, mi propio cuerpo y además esperaba a cada instante una nueva confirmación de mi propia existencia.”[19]
La extracción de goce que posibilita la escritura es importantísima para la vida de Kafka, pero hay un goce que resta, que se ve en el sentimiento íntimo de la vida, en la culpa permanente e infinita, la posición de desecho, en la relación con su cuerpo y su existencia.
Consideramos que el padre de Kafka según su decir, biendecir o maldecir, es un padre que va mucho más allá del Edipo, que se muestra en su desmesura y en su autoridad, un demasiado padre, que encarna la ley y que se confunde con el orden simbólico. Sabemos que para que opere la función paterna es necesario que el padre tenga un deseo cuyo objeto sea un goce perdido, es decir que haya algo de cesión de goce por parte de ese padre. Eso supone su castración. Y así hace transmisible el deseo. La función paterna, tiene como consecuencias poder hacer algo con ese goce, el padre es eso frente a lo que el goce se encalla, ese es el padre que Lacan traza en Subversión del sujeto como padre edípico, cuya función no es de oponer el deseo a la ley, sino de unir el deseo con la ley[20].
Kafka instala en su literatura al padre, él no escribía para ser leído sino para sino para garantizar cierto orden, de acuerdo con Miller es la literatura como Nombre del Padre.
NOTAS
- Kafka, F., Cartas 1900-1914, Galaxia Gutenberg. Barcelona, 2018, p. 827.
- Kafka, F., Carta al padre.Debolsillo, Barcelona, 2018.
- Miller, J.-A-, Kafka père et fils, Le Neveu de Lacan. Editions Verdier, Paris, 2003, p. 301.
- Kafka, F., Carta al padre. Debolsillo, Barcelona, 2018.
- Miller, J.-A-, Kafka père et fils, Le Neveu de Lacan. Editions Verdier, Paris, 2003, p. 300.
- Laurent, E. Entrevista a Éric Laurent para ENAPOL IX, Recuperado de https://psicoanalisislacaniano.com/2019/04/16/entrevista-laurent-enapol9-201904/
- Kafka, F., Ante la Ley. Escritos publicados en vida. Debolsillo, Barcelona, 2018, p. 129.
- Dolar, M., Las voces de Kafka, Una voz y nada más, Manantial, Buenos Aires, 2010, p. 195.
- La nuda vida es una vida abando-nada en el umbral de la excepción y que ha sido separada de todo estatuto jurídico-político.
- Kafka, F., El Proceso. Debolsillo, 2018.
- Kafka, F., La trasformación (La metamorfosis), Debolsillo, Barcelona, 2018.
- Kafka, F., Ante la Ley. Escritos publicados en vida. Debolsillo, Barcelona, 2018, p. 77.
- Kafka, F., El castillo. Debolsillo, Barcelona, 2018, p. 77.
- El homo sacer era el individuo que no podía ser sacrificado, pero podía ser asesinado sin impunidad, ya que su muerte no tenía valor alguno.
- Dolar, M., Las voces de Kafka, Una voz y nada más, Manantial, Buenos Aires, 2010, p. 196.
- Kafka, F., El Proceso. Debolsillo, Barcelona, 2018. p. 214.
- Miller, J.-A-, Kafka père et fils, Le Neveu de Lacan. Editions Verdier, Paris, 2003, p. 299.
- Ibid. p. 301.
- Kafka, F., Carta al padre. Debolsillo, Barcelona, 2018.
Lacan. J., Subversión del sujeto y dialéctica del deseo, Escritos 2, Siglo XXI, Buenos Aires, 2008. p. 784.