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El Bosco | El jardín de las delicias

Globalización, subjetividad y violencia

Paula Del Cioppo

En las últimas décadas[1], se realizaron varios esfuerzos para situar la práctica analítica en el marco de la globalización y de la subjetividad contemporánea. ¿Qué partida debería jugar el psicoanálisis en el nuevo orden social mundial? La pregunta ha sido muy oportuna, dado que Lacan pensó que el psicoanálisis podía entregar las armas (Miller & Laurent, 2005, p. 14) Primero, se verificó que entre la época en que nació esta disciplina (victoriana) y el final de los sesentas (pos movimiento del 68) existen discontinuidades en cuanto a cómo se realiza la interdicción del goce, cambios que los analistas no pueden desconocer, porque se revelan en las afecciones que sufre el hablante-ser. Luego, se estableció de qué se trató ese cambio de época. Finalmente, se acordó que cuando el Otro se reduce a un puro semblante (relativismo, el Otro que no existe), las relaciones del sujeto con el goce cambian. La ley del Otro pierde su capacidad de localizarlo y los sujetos deben inventar[2] soluciones para orientarse en las nuevas coordenadas significantes, más lábiles que en el pasado. En esta invención el tratamiento analítico puede aportar mucho.

Globalización es un concepto de las ciencias sociales que se refiere a las transformaciones que sufren las relaciones económicas, políticas y sociales a nivel mundial a partir de los años setentas[3]. Algunos estudios destacan el cambio en la percepción espacial y temporal que produce la revolución tecnológica que le subyace, lo que tiene un impacto en las subjetividades. Miller y Laurent (2005) retomaron el concepto para referirse a la reorganización hegemónica[4] característica de esta época, donde la alianza entre capital y ciencia rompe la «fixión» (fijar- ficción) de lo real. Lo real se suelta del discurso y la tarea de un psicoanálisis es ubicar el real de cada ser hablante para detener su fluctuación. Una característica de la globalización es el «movimiento hacia una desmaterialización vertiginosa», es decir, un malestar de lo real que se realiza sobre un trasfondo de angustia. Vértigo y angustia afectan el cuerpo y son indicaciones de lo real.

Por otro lado, la subjetividad contemporánea se caracteriza por el aislamiento, la retracción a la esfera de consumo de bienes y cuerpos, el culto a la novedad y el estrago con todo tipo de objetos[5]. Se trata de una subjetividad «arrastrada, cautivada, envuelta en un movimiento casi irresistible que la sumerge industrialmente en semblantes cuya producción siempre acelerada constituye, en lo sucesivo, un mundo que no deja a la idea de naturaleza más que una función de nostalgia» (p.14). En este punto Miller se refiere al impacto del trastocamiento de lo real que produce la ciencia, particularmente la genética y los experimentos de clonación. Y lo hace para afirmar que lo real en psicoanálisis tiene otro estatuto, aquello de lo que el inconsciente testimonia: la repetición.

Ahora bien, en este nuevo escenario, ¿cómo abordar la violencia? Lacan pensó que la violencia se realiza «por fuera de la articulación significante»[6]. Por otro lado, en este texto se estableció que la globalización contribuye al debilitamiento del orden simbólico, porque la ley pierde eficacia para interceptar lo imaginario y para estabilizar lo real. ¿Esto llevaría a pensar que vivimos en un mundo más violento? Es decir, si lo simbólico no es capaz de organizar la experiencia a nivel imaginario y real, ¿la violencia tiene más posibilidades de propagarse? La historia está llena de ejemplos que muestran que la violencia es inherente al lazo social en todos los tiempos. Por lo tanto, no es conveniente pensarla en un continuo de más a menos (o viceversa)[7]. Sin embargo, tal vez se puede decir algo sobre las discontinuidades en los usos y modalidades de la violencia, por ejemplo, en las nuevas formas de la guerra. Acordes con la fragilidad de lo simbólico, estas no empiezan con una declaración formal ni acaban con un armisticio. Se trata de guerras permanentes o «preventivas» como la «Guerra contra el crimen» y la «Guerra contra el terrorismo». En éstas la frontera entre legalidad e ilegalidad es porosa, los agentes de la violencia son múltiples y el Estado no monopoliza el uso de la fuerza. Pero lo más interesante de las nuevas guerras es lo que concierne al tratamiento de los cuerpos en el escenario del conflicto. En este sentido, la ciudadanía mexicana ha sido testigo de formas de violencia que se asemejan al castigo ejemplar estudiado por Foucault en Vigilar y castigar. Hoy por hoy, el cuerpo asediado por la brutalidad es el campo de batalla de las nuevas guerras. Entonces, el cuerpo destrozado, humillado y exhibido a la vista del público u ocultado en fosas comunes empuja a una lectura de lo que las nuevas formas de la violencia actualizan en relación a la pulsión librada a su suerte en la «época del Otro que no existe».

NOTAS

  1. El seminario El Otro que no existe y sus comités de ética es de 1997.
  2. Según Laurent, a la manera de la invención psicótica.
  3. Intensificación de algunos fenómenos: mayor fluidez de las relaciones internacionales, nuevos procesos de producción global, más transferencias financieras, mayor difusión de la información gracias a la modernización de las telecomunicaciones y mayor movimiento de personas (turistas, trabajadores migrantes, refugiados, etc.).
  4. Recordemos que hegemonía es un concepto que utiliza Gramsci para explicar que el poder se ejerce, en parte por la fuerza, pero también con el consentimiento de los sujetos. Es interesante para pensar en cómo se subjetivan las relaciones de dominación.
  5. Hanna Arendt se refirió a la «masa de individuos aislados» para describir el tipo de sociabilidad que engendra el régimen totalitario. Valdría la pena pensar en las continuidades entre el totalitarismo y globalización. Globalitarismo es un neologismo creado por Ettienne Tassin para hacer un eco entre globalización y totalitarismo en cuanto a los efectos en la subjetividad.
  6. Según la definición que da Lacan en el Seminario 5.
  7. Además, medir la violencia es problemático dado que se trata de un concepto multidimensional (violencia simbólica, psicológica, física, contra otros, auto infligida, etc.).
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