Cuando escogí este rasgo en el cartel pretendí trabajar sobre los inconvenientes que se producen en el cartel, sobre, en o con la figura del más uno.
Si pensé en la figura, era entonces en el momento, donde su función se corre de lugar. Dar cuenta de estos efectos y los que producía en el cartel como consecuencia era mi formulación de trabajo en principio.
Con el devenir del trabajo del cartel esto fue cambiando al profundizar más sobre el orden Imaginario, que no es sin lo simbólico y lo real, en tanto son un anudamiento. Lo que ocurre en uno de los registros produce efectos en los otros dos. Entonces es imposible que no se produzcan movimientos constantemente que tiene efectos en los otros.
Lacan nos propone que el trabajo, sea en el cargo que se esté ocupando, ha de estar sustentado, no en la persona, sino en su funcionamiento, es decir que haya un procedimiento tan preciso como para anular al máximo los efectos que vayan contra el trabajo
La resistencia y la tensión están presentes en cualquier actividad humana. Lo Imaginario se nutre de lo que es colocado en el vínculo con el otro, sensaciones de empatía o de rechazo, de identificaciones etc, hasta lo que llama “pegoteo”, es necesario despegarse del otro para que se inscriba algo en el sujeto del orden de lo escrito, de una escritura que le permita aislar algo y hacerlo descifrable. Esto descifrable para el sujeto es lo que lo empuja a continuar y entrar en un discurso dividido por el trabajo.
Pero ¿cuál es ese lugar que ha de ocupar el mas-uno, como función, para que el trabajo que se hace en un cartel no sucumba a los efectos imaginarios? Efectos imaginarios que tocan lo Real de cualquier grupo: la pulsión de muerte Freudiana.
Lo Imaginario en psicoanálisis, más allá de los efectos de grupo, que siempre están presentes, nos llevan a pensar en el Estadio del Espejo.
El espejo no solo devuelve una imagen: esto soy. El soy para el psicoanálisis es el no pienso, no se trata acá sino de hacer pensar en relación al saber, no del inconsciente, pero sí concernido en su entusiasmo por la causa analítica, por la Escuela. Si no hay transferencia de trabajo hacia la Escuela no funciona el cartel. Es un producto que a ella le entregamos. Y el mas-uno ha de promover este trabajo, lidiar con los impases para que algo pase de esa experiencia.
Un modo es por la permutación, el sujeto ocupa un lugar del cual ha de moverse para que se produzcan verdaderos cambios. Sino se produce un estancamiento, la fijación de goce que lleva a la repetición. Un cartel ha de durar entre uno y dos años, esto permite, al saber que hay un tiempo determinado, una precipitación en la entrega del producto. Hay algunos cartelizantes, que atraviesan momentos en que les cuesta soltar y quedan en la pura retención. Para eso está el cartel como conjunto, para relanzar el movimiento del o lo que se detiene.
El mas-uno también entra dividido por una pregunta que le incumbe y desea ponerla a prueba ante la comunidad. Es entonces este lazo de un orden particular no es un síntoma del grupo, ni un amo, ni un sujeto supuesto saber. Es alguien, que ha sido escogido por los otros cartelizantes para que vectorice el trabajo. Ha de estar dentro pero corrido también un poco, al lado, para que su persona no ensombrezca lo que ha de salir. Si bien es nombrado y encargado a alguno a ocupar esa función, es posible, y ocurre con frecuencia, que otro miembro del cartel tome ese lugar y mueva y relance el trabajo, echando a andar de nuevo al cartel que se ha estancado.
Se puede volver incomodo ocupar esa función por lo que esperan los otros integrantes del cartel del mas uno, al nivel de sus propios ideales y fantasmas, esto es el saber hacer del mas uno en un cartel: que pueda convocar, estimular, posibilitar la discusión y el trabajo, y además exponer su división frente al saber que lo cuestiona. Si no expone su pregunta también en el cartel, se queda como lugar propicio para la instalación del goce. De allí a que se produzca malestar, es un camino evidente.
Entonces el cartel es otra cosa que un grupo de trabajo cualquiera, es un esfuerzo por armar un dispositivo que cumpla con “ser el órgano de base de una Escuela”. El mas-uno ha de ser alguno cuya transferencia de trabajo con la Escuela sea lo que lo motoriza, esto es imprescindible para el trabajo del cartel.
El trabajo con la Escuela, el deseo por hacer existir la Escuela. Es con su trabajo, y la producción que entrega, que el cartel es un medio que permite saber sobre lo que cada uno está elaborando a cuenta y riesgo propio en la Escuela de Psicoanálisis tal y como la formuló Lacan. Y esto corresponde a cada quien que tome la posta como mas-uno de un cartel, es el deseo que ha de animarlo para poder contrarrestar, bordear y atravesar, cualquier efecto imaginario que se produzca en los distintos momentos de trabajo.
Podemos decir que en nuestro cartel, el mas-uno fue alguien que asumió su lugar de un modo particular: entre lo sutil –sin una demanda agobiante- y un trabajo propio constante en su deseo.
Lo Imaginario en psicoanálisis, estadio del espejo, las masas, los grupos. El lugar de un líder, saber etc. ¿Como se enfrenta ello en un dispositivo?
No es devolver una imagen, el esto eres, o soy. El soy para el psicoanálisis es el no pienso, no se trata acá sino de hacer pensar en relación al saber, no del inconciente, pero si concernido en su entusiasmo por la causa analítica, por la Escuela. Si no hay transferencia de trabajo hacia la Escuela no funciona el cartel. Es un producto que a ella le entregamos. Y el mas-uno ha de promover este trabajo, lidiar con los impases para que algo pase de esa experiencia.