A lo largo de la historia las mujeres han sido llamadas de distintas formas: hechiceras, brujas, locas, histéricas. Podemos ubicar estos significantes con las marcas que han dejado y que hacen un esfuerzo por describir algo de lo femenino que está en juego en el goce que excede y que rebasa el límite fálico.
Respecto a la verdadera mujer, Lacan plantea dos ejemplos: Madeleine que al quemar las cartas de la correspondencia de amor que mantuvo con Gide, se venga de él cuando descubre que éste está enamorado de un chico, ya que dichas cartas tomaban para ambos el lugar de los hijos que no tuvieron, la gran obra de Gide; y por otra parte toma de la obra de Eurípides el personaje de Medea, quien teniendo algo de hechicera, pone sus poderes al servicio de su amor por Jasón, pero con la misma intensidad con la que lo amó, al verse engañada y traicionada, desata su venganza matando a sus hijos. Miller plantea que en Medea y en la mujer de Gide hay una reacción de castigo por la traición del hombre que no las quiere, destacando que nunca hay que olvidar que cada mujer puede ser una verdadera mujer [1].
Para Lacan, la madre no tapa a la mujer. Miller hace referencia a que las verdaderas mujeres tienen algo de extravío. La feminidad no se agota en la maternidad, por lo cual se dice que una madre solo es suficientemente buena a condición de no ser toda para sus hijos, ya que el lugar del deseo debe ser preservado fuera de la relación con el hijo [2]
El extravío en el acto de la verdadera mujer deja marcas determinantes, en una mujer que se ha convertido en madre, ahí encontramos una forma de pensar el asesinato a los hijos en un acto de venganza.
La historia de Medea me parece vincular a una figura popular en las leyendas de América Latina, una mujer cuya característica principal es justamente el extravío, vagar en pena lamentando y gritando ¡Ay mis hijos!, es decir, La Llorona. La historia es muy parecida, cuenta de una mujer mestiza enamorada de un joven español, con el que vivió una historia de amor de la cual nacieron dos hijos, sin embargo, ésta historia se turbó cuando él elige desposar a una mujer española y rechaza continuar su vínculo con esta mujer y sus hijos… Un desenlace que conocemos al leer a Lacan y su mención sobre el Mito de Medea, es decir, la mujer mata a sus hijos ahogándolos en el río… sin embargo, su destino es muy diferente al de Medea, y más parecido a lo que vemos en la clínica cuando estas mujeres son atendidas después de un pasaje al acto tal como el infanticidio, mujeres devastadas, con una sombra que ha caído sobre ellas y de cuyo evento no han podido decir mucho, quizá nada.
La Llorona es una figura que representa una leyenda, una figura temida que según cuentan “cuando la escuchan lejos es cuando más cerca se encuentra”, curiosa manera de establecer con algún velo aquel horror que causa el acto de verdadera mujer, tratando de poner un velo para aquello que se asoma de lo real en esta figura, que vaga en pena, lamentándose, sin embargo, no es apreciada con compasión o empatía, es temida y la cercanía latente que puede existir con una verdadera mujer es así. Ya no hablamos de la madre lamentándose por sus hijos, sino de la mujer haciendo énfasis de su acto que, como nos lo recuerda Miller, el acto de una verdadera mujer es siempre una crueldad, que tiene que ver con el sacrificio de lo que ella tiene de lo más precioso para abrir en el Otro un agujero que no se puede colmar [3].
NOTAS
- Dessal, G., Chorne, M. (2017) El psicoanálisis y su aporte a la cultura contemporánea
- Miller, J. A. (2011) Donc. La lógica de la cura
- Miller, J. A. (2006) Introducción a la clínica lacaniana.