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Alejandro Obregón | Violencia

Mujeres: ¿consentimiento hacia la violencia?

Fernanda Gómez de la Torre Zöllner

Cuando se habla de la violencia hacia la mujer, o de violencia de género, surge una pregunta, entre varias, y es ¿a qué se debe la universalidad de la violencia?, no sucede en un lugar apartado del mundo, no son casos aislados, no se circunscribe a una determinada época ni cultura. Los discursos actuales apuntan, mayoritariamente, a una sola causa: el machismo, el patriarcado, la heteronormatividad. Sin embargo, desde el psicoanálisis lacaniano, es importante tratar de responder desde otro lugar. 

Una de las primeras cuestiones que apuntamos es la referida a la diferencia sexual, relacionada con la experiencia subjetiva de la sexualidad de cada ser humano. Esta diferencia, en cada cultura, siempre ha sido asimétrica, la supuesta complementariedad de los sexos es algo que Lacan postuló como inexistente. Es así, que a pesar de entender las relaciones entre los sexos como asimétricas, no llega a explicarse del todo la frecuencia de la violencia contra la mujer y su poca reciprocidad, en términos de violencia contra el hombre. 

La segunda cuestión sería la agresividad, entendida como constitutiva de las imágenes del Yo (personalidad) y de las imágenes de los demás, a partir de las cuales se construye esa misma personalidad. Como fundamenta Lacan, citado por Bassols: “en el pasaje al acto agresivo el sujeto golpea en el otro aquello que no ha llegado a integrar de su propia alteridad en la imagen narcisista y unitaria del Yo, de aquello que llamamos la personalidad. El acto violento se revela entonces como el rechazo más absoluto de lo que es diferente y, en especial, de lo que hay de diferente, de heterogéneo, en la propia unidad narcisista.” Con respecto al tratamiento, por el lado del sujeto masculino, se trataría de encontrar lo que se está golpeando de su propio ser en el otro (es por esta razón que en muchos casos, hombres que golpean y agreden a mujeres, terminan autolesionándose, y no necesariamente por haber asumido la culpa); por el lado del sujeto femenino, interesa la posición de consentimiento al maltrato que muchas mujeres adoptan, y que podría entenderse en muchos casos como una complicidad inconsciente con la posición de su pareja, en aras de cumplir con esta idea idealizada del amor y de que existiría una complementariedad entre los sexos. Sobre esto volveré después.

La tercera estaría relacionada con el goce, Jacques Lacan, en sus fórmulas de la sexuación, plantea que el goce femenino es un goce que es, por un lado, fálico y, por otro lado, es Otro goce, que sería opaco, al que no se puede acceder del todo a través del lenguaje, no es cuantificable, ni localizable. Este goce, vendría a ser lo que se propone desde el comienzo de los tiempos como el misterio de la femineidad. Este goce que las mujeres poseen, también ha sido llamado como un goce algo “loco”, refiriéndose a lo inédito, inclasificable, “no todo”, de éste, algunos autores han traducido y utilizado el término “ilimitado” para referirse al goce femenino, lo que, a su vez, en la mayoría de ocasiones, ha sido interpretado como “excesivo” o “extralimitado”; sin embargo, en las mujeres no se encontraría con frecuencia lo extralimitado; por el contrario, como postula Marcelo Barros, sería el goce masculino el que ignora los límites, y el que lleva a los hombres a cometer desde meras infracciones hasta los crímenes más violentos.  El goce fálico, por su parte, en palabras de Patricio Álvarez, “está orientado por lo paterno y tiene ciertas características: es medible, cuantificable, localizado en una parte del cuerpo, y ordenado por una ley que indica lo posible y lo imposible.” Asimismo, sería un goce que se une con lo simbólico, y que por lo tanto es transmisible de generación en generación, a través del lenguaje, como lo son los ideales, tradiciones, determinaciones inconscientes y deseos. Es así, que, para el psicoanálisis lacaniano, la violencia de género estaría ligada, no solamente a factores culturales como el machismo, sino, también, a la estructura masculina, que, cuando tiene al frente el goce femenino (que como se dijo anteriormente, aparece como inédito e incomprensible, muchas veces) surge una respuesta violenta como salida para lidiar con eso sobre lo que nada se puede decir.

Hasta aquí, los intentos de entender la violencia de género, desde los hombres hacia las mujeres. Pero, surge una pregunta más ¿qué pasa con las mujeres que se quedan con su agresor? Hay algunas teorías que se apoyan en lo que han llamado el “masoquismo femenino”, sin embargo, no parecería una explicación suficiente, y más bien parece remitir a un fantasma masculino. Aquí retomo el asunto del consentimiento a la violencia y propongo revisar lo que Lacan dice acerca del estrago: del hombre como estrago para una mujer.

Indart nos recuerda a Lacan en el Seminario 20: “Por eso Lacan dice bien cuando piensa qué puede llegar a ser un hombre para una mujer, que él no puede ser un sinthome, porque sinthome es algo bien acotado. Si dice un sufrimiento- su peor es nada- si lo tomamos en esos términos-, o estrago, quiere decir que es un sufrimiento que no tiene límites. Es en esto que se inicia esa acción devastadora.”  Cuando hace referencia al “sin límites” haría alusión a la posición femenina, y sería, también, cuando una mujer está en posición femenina que su partenaire se podría volver del orden del estrago. Dice Lacan en el Seminario 20: “La mujer, dije, sólo puede amar en el hombre el modo que tiene de encararse al saber con que alma”,  y luego dice que “la cuestión del amor se liga a la del saber.” Con respecto a esto, entonces,  podríamos sugerir que cuando una mujer se encuentra en una relación de violencia, muchas veces se ubica en posición femenina, en el vector del goce que Carlos Márquez denomina del “goce devastación” (texto aún no publicado), para diferenciarlo del goce suplementario, una posición desde la cual ama el “tú no sabes nada” del decir del hombre, asumiendo en él un Otro que sí sabría. 

Aquellos que hemos escuchado los decires de los hombres violentos en boca de las mujeres violentadas, reconocemos los dichos que apuntan a dejar a la mujer por fuera del saber (y del saber hacer): sobre los hijos, la economía, el trabajo, el hogar, la sociedad, el amor. Las consecuencias serán el sufrimiento sin límites, el estrago, el goce devastación, cuando el precio que pagan por amar ese saber, es, en muchos casos, su propia vida.

Será importante, entonces, poder ubicar en la clínica ese saber que “alma” la mujer violentada, y poder orientar hacia recuperar el saber sobre su propio inconsciente.

Bibliografía

Álvarez Bayon, P. (s.f.). FAPOL. Obtenido de https://fapol.org/blog/portfolio-items/el-empoderamiento-de-la-mujer-y-el-psicoanalisis/?portfolioCats=58

Barros, M. (2011). La condición femenina. Buenos Aires: Grama Ediciones.

Bassols, M. (24 de Noviembre de 2012). Desescrits de psicoanàlisi lacaniana. Obtenido de http://miquelbassols.blogspot.com/2012/11/la-violenciacontra-las-mujeres.html

Indart, J. C. (2021). El Padre en Cuestión. Buenos Aires: Grama Ediciones.

Lacan, J. (2012). El Seminario, Libro 20, Aún. Buenos Aires: Paidós.

Datos del cartel
Estado:

Título:

"La mujer no existe" Cartel #21

Fecha de inicio: 4 septiembre 2021
Temática: Política
Modalidad: Ampliado (más de 4 + 1)
Integrantes

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Nombre: Fernanda
Gómez de la Torre Zöllner
Rasgo: Violencia de género y psicoanálisis, el goce en juego

cartelizantes

Nombre: Juan José
Abastoflor
Rasgo: Las mujeres y lo social
Nombre: Carlos
Márquez
Rasgo: Síntoma y sexuación
Nombre: Edgar
Vázquez
Rasgo: La homosexual y la pedagogía del amor
Nombre: Isabella
Sabatini
Rasgo: La insatisfacción en lo femenino
Producto publicado en la edición a-ritmo propio
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