“El psicoanálisis no es una experiencia de lo íntimo, del Uno por Uno, que permite sustraerse al caos del mundo” J. A. Miller[1].
Las migraciones, en palabras de Joseba Achotegui[2], forman una parte muy importante de nuestra memoria colectiva, de nuestra historia y de nuestros referentes, del imaginario común de la humanidad, por ejemplo la Diáspora, la fiebre del oro …Las migraciones son uno de los grandes motores de la historia. Claro que hay muchos tipos de emigración: se ha emigrado como colono, como esclavo, como trabajador… En el siglo XXI muchos emigran como clandestinos. Para el psicoanálisis ser un emigrante, es también, digámoslo, el estatuto mismo del sujeto. El sujeto como tal es un emigrante- el sujeto tal y como lo definimos desde su lugar en el Otro.[3]
Parecía que el racismo había desaparecido en las sociedades posmodernas después de los movimientos contra su eliminación en los 60 y 70, y con el final del apartheid en Sudáfrica en 1994 como colofón. No se quería ver otra cosa, recubriendo de actitudes “políticamente correctas”, maquillando lo que sucedía en nuestras realidades de multiculturalidad[4]. Esta miopía ante la xenofobia soterrada, es desmantelada ante la emergencia en los últimos tiempos de un racismo manifiesto[5] y de gran dureza, conducido y expresado por representantes de partidos políticos y gobiernos como Marine Le Pen o Donald Trump.
Lo social tiene raíces en algo individual
Zygmunt Bauman en “Extraños llamando a la puerta”[6] usando la fábula de las liebres y las ranas, nos muestra cómo descubrir que el otro tiene una situación peor a la nuestra es un alivio. Los excluidos autóctonos pueden sentirse aliviados al pertenecer a la comunidad. Son pobres, pero pertenecen al lugar. Sobre sí brilla una bandera a la que acogerse. Se antepone aquí un sentimiento nacional frente a la exclusión total, práctica y legal de los migrantes “sin papeles” que se convierten en seres “ilegales” sin derechos. Su presencia inquieta y por eso en contrapartida toman fuerza los fenómenos de aferrarse fuerte a la identidad como españoles, europeos, estadounidenses, o la que a cada uno le represente. Mostrando así, que la identidad sólo se constituye a partir de la “extranjeridad”.
Nietzsche descubre que detrás de las cosas hay algo de otro orden. Tal descubrimiento implica que las cosas no tienen esencia o que su esencia fue construida pedazo a pedazo a partir de figuras que le eran extranjeras, forasteras y extrañas. Es decir, que desde el origen algo extranjero está en juego[7].
Dominique Paul Rousseu en su articulo “ Un derecho de odiar? Resalta que eso que divide, enlaza. J.- A. Miller indica que el odio “es un lazo social eminente” [8] y nos coloca en esa vía. Si “yo odio a los Musulmanes” ese odio es seguramente compartido por otros. Y si es mayoritariamente compartido, entonces, ese odio debe ser erigido en derecho. Así es como el odio que divide a algunos humanos conecta a otros entre sí. La cita de Lacan 1967 no podría ser mas actual: Nuestro porvenir de mercados comunes encontrará su contrapeso en la expansión cada vez más dura de los procesos de segregación[9].
No se trata de razas sino de goces
Sin que esto implique, tomando la presentación de Dolores Castrillo Mirat[10], en modo alguno considerar al extranjero como un ser angelical, a lo que apunta es que el odio al extranjero no se trata de razas, sino de goces.
Lo que el psicoanálisis descubre, siguiendo a Dolores Castrillo, es que culpar al otro de que no gozamos lo suficientemente bien es una forma de desconocer que en el sujeto mismo hay una radical inadecuación con el goce, que en su propio goce hay algo extraño, extranjero, que le resulta inconciliable. El goce del sujeto siempre es inadecuado, por exceso o por defecto, nunca es el que conviene. Aparece como una especie de cuerpo extraño, extranjero, instalado en lo más íntimo de su ser. Es un goce que divide al sujeto y que atenta contra su bienestar y le hace esclavo a la vez.
En su curso titulado “Extimidad” Miller plantea “Hay una constante de esta agresividad que merece el nombre de odio, y que apunta a lo real en el Otro… Es el odio del modo particular del cual el Otro goza”. La cuestión de la tolerancia o la intolerancia[11] (…)- visto así, se odia como el otro goza- se ubica en otro nivel, que es el de la tolerancia o la intolerancia al goce del Otro, en la medida en que es esencialmente aquel que me sustrae el mío. Si el problema tiene aspecto de insoluble, es porque el Otro es Otro dentro de mí mismo. La raíz del racismo, desde esta perspectiva, es el odio al propio goce. No hay otro más que ése. Si el Otro está en mi interior en posición de extimidad, es también mi propio odio. Podría resumirse así: Odio en tí lo que hay de más éxtimo en mí.
De la uniformización de los modos de goce y de la producción de un sujeto en falta de goce, surge la idea de lo Otro, y los procesos de segregación que van con el racismo[12].
Por todo ello, para Lacan racismo y raza tratan de otra cosa. En su texto L ́Etourdit[13] Lacan nos presenta su noción de raza: “me explico, la raza de que hablo no es la que una antropología sustenta por decirse física”.
Para Lacan[14], una raza se constituye por el modo en que se trasmiten, por el orden de un discurso, los lugares simbólicos. Es decir que las razas, esas que están en actividad entre nosotros, son efectos de discurso, lo que no significa simplemente efectos de blablablá. Significa que estos discursos están ahí como estructuras, y que no alcanza con soplarlos para que se vuelen.
Pero va mas allá: El racismo de los discursos en acción, como dice Lacan, no se reduce a un puro problema de lenguaje, o al problema de la identificación, sino que concierne a lo que en el discurso no es lenguaje, es decir al goce. El racismo entonces, se puede pensar en relación al goce del Otro. Es un odiar, un no soportar el goce del Otro. Definir al racismo como el rechazo de la diferencia no alcanza y apunta al odio a lo extranjero en uno mismo, que es un residuo irreductible en cada uno, ya que se ama lo igual, lo semejante y existe en cada quien una parte éxtima que se desconoce y se rechaza.
Un odio lúcido
Por ello la propuesta del psicoanálisis es mas actual que nunca, hacer del odio que existe en cada uno, algo advertido, lúcido resultado de establecer en un análisis una tensión entre saber y goce, un encuentro inédito con lo propio de cada uno que lleve a un cambio de su destino, incluyendo su destino de odio. Propuesta subversiva en una sociedad unificadora donde la negación del odio a favor de preparados de autoestima, es lo que está de moda. Y por ello retomo lo dicho, la propuesta del psicoanálisis es más actual que nunca.
NOTAS
- Citado por Laurent E. en el texto. “El extrangero extimo”. http://lalibertaddepluma.org/eric-laurent-el-extranjero-extimo-parte-ll/
- Joseba Achotegui es psiquiatra y profesor de la Universidad de Barcelona, responsable del Postgrado Salud mental e intervenciones psicológicas con emigrantes.
- Miller, J.A.; Extimidad, Ed. Paidós, Buenos AIRES, 2010. Pag.43
- Casaús Arzú, M. E. Racismo, genocidio y memoria, Ed. F et G, Guatemala, 2012. Pag .5.
- Idíd pag.6.
- Bauman, Z. Extraños llamando a la puerta, Ed. Paidós.Barcelona.2016.
- Foucault, M., “Hommage à J. Hyppolite”, Nietzsche, la généalogie, l’histoire Ed. S. Bachelard et al, París, 1971.
- Miller, J.-A., “Niños violentos”, https://psicoanalisislacaniano.com/ninos-violentos/
- Lacan, J., “Proposición del 9 de octubre de 1967 sobre el psicoanalista de la Escuela”, Otros escritos, Paidós, Buenos Aires, 2012, p. 276.
- Presentación de Dolores Castrillo Mirat ( Psicoanalista de la ELP y AMP) de la primera mesa de la Conversación “Los fenómenos migratorios: modos de la segregación” (Madrid, 3 marzo 2018).
- Miller, J. A., “Racismo”, Extimidad, Paidós, Buenos Aires, 2010. Pag.55.
- Derezesky, E., “Segregación y racismo”, http://www.revistavirtualia.com/articulos/494/miscelaneas/segregacion-y-racismo
- Lacan J., “Escansión 1”,El atolondradicho, Paidós, Buenos Aires,1984.
Miller, J. A. ”Racismo”, Extimidad, Paidós, Buenos Aires, 2010.pag.57.