Como parte de un país en conflicto y fracturado, la Escuela de Caracas no es ajena a muchos significantes que resuenan, a veces más, otras veces menos.
Un cartel inter-sede implica trabajar con colegas de distintos países, distintas sedes, así como distintas culturas, quienes, sin embargo, comparten una apuesta en común por la causa analítica, lo cual hace de esta experiencia una apuesta singular.
La experiencia ha implicado el encuentro repetido con distintos lenguajes, desde lo singular de cada cartelizante. Es interesante apreciar que lo imaginario pareciera reducirse a su mínima expresión cuando se trata de cartelizantes con quienes la cotidianidad no está implicada, siendo evidente la causa analítica la razón fundamental que nos reúne.
En este cartel, se abordaron temas muy diversos, desde la dignidad del cuerpo ante la muerte con respecto a la situación de los desaparecidos en México. Lo indigno en el final de análisis con la pregunta por una salida digna. El tema de la indignación en la clínica a partir de un caso. La indignación en su estatuto conceptual en psicoanálisis. Y salidas dignas en la experiencia de escuela.
Mi pregunta inicial de cartel tenía que ver con la dignidad de la palabra, tomada por el tema político y los discursos armados que permiten decir cualquier cosa como cierta, más allá de la ética, ofreciendo como resultado salidas indignas.
A partir de esta pregunta por la dignidad frente a la indignidad, me encontré con la obra de un fotógrafo venezolano, Nelson Garrido, quien viene trabajando con los desechos de las imprentas, donde él es capaz de apropiarse de algo digno de eso que se desecha.
El artista se apropia del registro de una superposición de imágenes que permitían adentrarse en otro lenguaje, a partir de prubas de impresión de su obra sobre material de desecho de la imprenta. Él percibe en este material una posibilidad plástica inagotable. Entonces, reconoce en las máculas una metáfora del país, de la realidad nacional. Dice: “En ese sentido es una metáfora de lo que nos ocurre, en un momento donde la gente está comiendo de la basura, donde lo bolivariano tiene un talante fascista, donde lo militar se ha impuesto sobre lo civil, no es casualidad que el arte también salga de los desechos”. y decide recoger todos esos desechos para jugar con el conjunto de nuevos códigos que se le presentan.
El manejo que hace Garrido de lo que se desecha, resuena en mi experiencia de escuela y el abordaje de la biblioteca de la Nel Caracas, una biblioteca fracturada, -acontecida por su historia de división, que ha implicado mantener en cajas los libros, perdiéndose en depósitos la oportunidad de nuevas lecturas- sumado al encuentro de numerosas donaciones dejadas por los miembros que han fallecido o migrado. De esta manera, la comisión de biblioteca se topó con una biblioteca plena de pérdidas por elaborar, para entonces poder dar cuenta de la riqueza de la misma. Frente a este panorama, se empezó por definir los libros de ambos grupos y de pronto se entendió que solo se debía juntar lo que ahora había. La tarea que teníamos por delante consistía en superponer una biblioteca sobre la otra para poder contar nuevamente con una biblioteca que pudiera abrir sus puertas como lo que realmente es, “una biblioteca de psicoanalisis”. No aquel lugar donde se dejaban los libros que ya no se usaban más. Rescatar la hemeroteca, hablar de la historia y reordenar lo que encontramos en las cajas nos llevó largas jornadas de trabajo, para finalmente invitar a nuevas lecturas.
Este encuentro me llevó a trabajar el seminario 7, sobre la ética, a partir de este texto gana sentido el tema de la sublimación en mi recorrido, remitiéndome inevitablemente al texto de Jacques Alain Miller en Punto Cenit. Política, Religión y el Psicoanálisis, donde hace referencia al tema de los desechos, cito a Miller: “¿Qué es el desecho? ¿Qué es lo que es desechado, y especialmente desechado al término de una operación de la que no se retiene sino el oro, la sustancia preciosa que ella aporta? Es lo que cae, lo que se desprende, como por otro lado se eleva. Es lo que se hace desaparecer mientras el ideal resplandece. Y lo que resplandece tiene una forma. Se podría decir que el ideal es la gloria de la forma. Mientras el desecho es informe; es extraído de una totalidad de la que no es sino pedazo, pieza suelta”.[1]
¿Cuándo los libros de una escuela de psicoanálisis se convierten en piezas sueltas? ¿Qué hacer con ese resto que incomoda cuando de “una” Escuela se pasó a ser “dos” grupo y luego esos dos grupos a ser “una” sede de la “Escuela Uno”? ¿Cómo se llega aquí? ¿En qué condiciones? ¿Cuál es el trabajo por hacer?
En palabras de Guy Briole en su reciente visita a Caracas, cito: “La idea sería basura cero” Un ideal capitalista sin resto o dejados los restos a cargo de otro. “Actualmente hay lo que llamo una dimensión melancólica del mundo en relación con este tratamiento del desecho. Se trata de desplazar los desechos a los países de donde vienen los migrantes y añadir, con el máximo cinismo, que eso les va a dar trabajo y que ¡serán útiles al mundo!”[2]
Los artistas suelen permitirnos entender sin proponérselo, quizá por eso lo logran. Así, Garrido juega contrastando imágenes, superponiéndolas, dejando en evidencia al ideal para dar valor a otra historia, a otro lenguaje posible de leer, enfocando la mirada sin poder callar, en un compromiso, como ciudadano de este país.
En palabras de J.-A. Miller en Punto Cenit, cito: “Cuando el goce es elevado a la dignidad de la Cosa, cuando no es rebajado a la indignidad del desecho, es sublimado, socializado. Lo que se llama sublimación efectúa una socialización del goce. El goce es socializado, integrado al lazo social, al circuito de los intercambios. Es puesto a trabajar en el discurso del Otro, y para satisfacer”. [3]
Garrido crea un nuevo lenguaje que al colocarlo en la galería cobra un nuevo sentido y sorprendido, pero contento, dice: “Hasta me han pagado por algo sacado de la basura”
El entusiasmo del trabajo compartido con las otras sedes abocadas al trabajo de bibliotecas, ganó valor para asumir movilizar lo que no se lograba mover, hacernos cargo de lo que estaba arrumado, generar un nuevo espacio que tiene que ver con nuestros modos de goce, subvertir lo establecido. Tener un nuevo lugar de intercambio no solo para los analistas de la Escuela sino tambien para invitar a otros discursos, que permitan morder las certezas que como sociedad nos apoltrona en el malestar establecido, así como acceder al goce socializado, al lazo con los otros. A la Acción Lacaniana. (Al momento que escribo este texto, hemos tenido que mudarnos nuevamente, toca volver hacer el trabajo y seguro, no por azar.)
Otro concepto que introduce Briole en la conversación de Caracas que me resulto útil para mi recorrido, trabajando el tema de la superposición y las nuevas lecturas, es el de la “corrupción” que apunta a una ética relacionada con la responsabilidad que tenemos de leer un texto. Cito: “Importa, antes de revolcarse en lo imaginario que facilita la lectura corrupta de un texto, aplicarse a leerlo. ¡Es la opción ética! En esta relación con la ética hay, para todo sujeto, la posibilidad de elegir cómo actúa y qué dice en la sociedad en la que vive y se desplaza.”[4]
Me detengo acá, compartiendo mi reflexión sobre la responsabilidad que tenemos cada uno de los implicados en la causa analítica para hacer de la Escuela un lugar posible de tramitar lo singular más allá de los ideales, resistiendo siempre a cualquier tipo de estandarización.
NOTAS
- Miller, J.-A., “La salvación por los desechos” , PUNTO CENIT, Política, religión y el psicoanálisis, Colección Diva, Buenos Aires, 2012. p.56.
- Briole, Guy., Conversaciones Políticas en Caracas, “Zadig en todas partes” 20 de julio, inédito.
- Miller, J.-A., “La salvación por los desechos” , op. cit., p. 57.
- Briole, Guy., “Zadig en todas partes”, op, cit., inédito.