Para Freud la interpretación era el desciframiento para llegar a un sentido—oculto por cierto— pero que buscaba el efecto de incorporar a la consciencia vía la asociación libre aquello empujado al inconsciente y así desarmar esas soluciones de compromiso entre la consciencia moral y la pulsión. El hallazgo de un sentido oculto que hace aparecer un nuevo sentido allí dónde no se entendía nada del lapsus, del síntoma, del sueño. Del sinsentido al sentido. En su Psicopatología de la vida cotidiana, ante el olvido de la palabra latina “aliquis”, Freud no suelta a su joven interlocutor hasta que lo lleva desde ese incomprensible olvido de una palabra memorizada hasta la comprensión de ese olvido por su asociación a la menstruación y el embarazo temido. De la incomprensión a la comprensión.
Esa interpretación apunta a hacer consciente lo inconsciente y así avanzar en el desciframiento, pero no tiene la estructura de lo que llamaríamos, desde la orientación lacaniana, un corte.
¿Qué es un corte?
En la primera de sus dos conferencias en las XIII Jornadas de la NELcf, Graciela Brodsky desplegó de manera brillante la función, el uso y el efecto de un corte con un ejemplo:
Ay amor, así no podemos seguir
Ay amor, así no podemos
Ay amor, así no
Ay amor, así
Ay amor
Ay
Estamos, en este punto, entre la interpretación y el corte: la puntuación por un lado corta el sentido de la enunciación, mientras que por el otro, hace aparecer un nuevo sentido.
¿Hay, con Lacan, una interpretación que no sea corte? Podemos argumentar que en la orientación lacaniana una interpretación siempre tiene algo de corte porque su estructura es como mínimo la del equívoco. Para citar el argumento de las Jornadas: “La interpretación analítica es la práctica medular de la experiencia de un análisis en tanto se sostiene en la estructura del equívoco, posibilitando el surgimiento del malentendido”1Argumento XIII Jornadas de la NELcf, https://jornadasnelcf.com/xiii/argumento/. En su expresión mínima, la interpretación corta, al menos, el sentido. En su expresión jaculatoria podemos decir que simplemente no tiene sentido: puro sonido, toca el goce fuera-de-sentido, entre real y escritura.
En el título de las Jornadas hay una conjunción: la “e” de Cortes e Interpretaciones. Quizás mi rasgo de cartel intenta una falsa oposición. El argumento cita lo siguiente de Lacan: “Una interpretación cuyos efectos se comprenden no es una interpretación psicoanalítica. Basta haber sido analizado o ser analista para saberlo”2Lacan, J., “Respuestas a estudiantes de filosofía”, Otros escritos, Paidós, Buenos Aires, 2012, p. 229.
Hay algo en el vértigo de la interpretación-corte que en su calidad de acto no sabe qué hallará como efecto. No expone un sentido oculto a modo de revelación sino que produce un sentido nuevo que no se sabrá hasta después de su escansión. Esto tiene consecuencias para la concepción del inconsciente como lugar (que leemos en la topología freudiana) o como lo que Lacan lanza hacia el final de su enseñanza proponiendo el inconsciente como defensa ante lo real. Este inconsciente del último Lacan no está allí para ser hallado y revelado sino que se produce en acto.
Si un corte, como muestra el ejemplo de Graciela Brodsky, produce otro sentido, ¿qué diferencia con la interpretación freudiana? En la misma conferencia Brodsky daba cuenta de cómo la concepción que se tiene del fin de análisis va a incidir en la concepción del uso de la interpretación. La política del fin de análisis, que fue cambiando en la enseñanza de Lacan, cambia también cómo se entiende la táctica de la interpretación. Para Freud, a pesar de la pregunta abierta por lo terminable y lo interminable, la política es «Wo es war, soll ich werden”, donde ello era, yo debe advenir.
Hay un Lacan freudiano, para quien el corte es justamente producir un nuevo sentido para ir atravesándolo, reduciéndolo en la travesía del fantasma. Hay también un Lacan en el que el fin de análisis apunta al sinthome, a la identificación a él o al saber hacer con él. En este último Lacan la resonancia en el cuerpo de un significante que marca es lo que orienta la interpretación, más acto que operación lingüística. Pura resonancia, fuera de sentido.
No se anula un Lacan con el otro ni a Freud con Lacan. Pero se desplaza la cuestión del sentido y su relación con la interpretación. El corte, que es la apuesta lacaniana por el no saber y el fuera de sentido, llega a mostrar también su filo de bisturí en el cuerpo, lejos de la elaboración y lo que se comprende.
Entonces, ¿una interpretación que no sea corte? Desplazaría la pregunta: ¿hubo resonancia allí dónde se actuó con la palabra? Sólo se puede verificar vez por vez.
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