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Escher | Cóncavo convexo

Los dispositivos de la Escuela. El Cartel y el analítico

Luz Elena Gaviria

Introducción de la experiencia como cartelizante
Cuando me invitaron a decir algo en torno del cartel, acepté de inmediato, por tratarse de un dispositivo de la Escuela que ha provocado efectos en mi formación como analista.

En un primer momento de la experiencia del análisis, el dispositivo del cartel siempre acompañó mi formación, como ese espacio en donde elegía temas de trabajo que estuvieran ligados a la experiencia del análisis. Temas como la función del padre, la transferencia, la angustia, la pulsión, la identificación; entre otros, son una serie de conceptos que provocaban el deseo de saber en ambos espacios.

En relación al saber, ¿Qué se adquiere? ¿Qué tienen en común? ¿Cuál sería la diferencia en ese saber adquirido?

Hoy luego de años de análisis podría decir en principio, que en ambos hay el encuentro con un no saber, que sorprende y entusiasma. Del lado del cartel el encuentro con el saber epistémico y del lado de la experiencia analítica el encuentro con un no saber de lo que ha sido la forma de gozar: bien sea en relación al deseo del Otro que hace referencia a la construcción del fantasma; y más allá, a la forma singular de gozar del lado del Uno del goce, sin ese Otro, que hace referencia al sinthome.

De otro lado es importante señalar lo que también se experimenta con respecto a la suposición de saber en ambos dispositivos: en el análisis hay una suposición de saber inicial, puesta inicialmente en el analista cuyo objetivo es buscar por vía simbólica, cuál es ese significante que falta allí en el agujero del no saber, y que se supone el Otro lo porta. Sabemos por los testimonios de finales de análisis que luego esta suposición de saber hace un viraje, del Otro en donde se ubica el goce, a suponer en el síntoma ese saber del Uno del goce del ser hablante. Es decir ya no del lado del Otro, sino del Uno del goce.

En el dispositivo del cartel esa suposición de saber se encuentra alojada en la función del más Uno, como provocador que hala la elaboración, en el cartelizante. Quien encarna ese lugar del Más Uno no es un maestro o amo, sino provocador de significaciones que toquen ese deseo de saber y causen elaborar alrededor de ese agujero de no saber estructural, que angustia, hace retroceder, inhibe, entre otras.

Tanto en un dispositivo como en el otro, se encuentra entonces ese agujero estructural del no hay relación sexual que tanto el analizante, como el cartelizante pretenden taponar, y es por ello que esos lugares requieren de un analista, que con su formación y su saber cómo resultado de su experiencia de ese imposible de taponar, pueda ocupar el lugar del no hay ese objeto que tapone y que en ambos dispositivos se le demanda al analista como al Más Uno: aportar ese objeto.

Cada uno ha de inventar arreglárselas con eso, el cartelizante hace su ruta de investigación por los significantes que lo interrogan, y el analizante se hace cargo a través de la asociación libre de sus decires, y de escuchar en ello qué es del orden de ese goce singular que le concierne solo a él.

Tanto en un lugar como en el otro, esos avances, no son sin la presencia real del cuerpo del otro que encarna con su función, diferentes lugares para quien hace la experiencia.

La empresa como creación de cada uno de los cartelizantes y del Más Uno se arma con el rasgo de cada uno, de estar en falta frente a un saber singular. Como dice Lacan «Júntense e identifíquense al (a)» que para el cartel es identificarse a ese saber que falta desde la teoría psicoanalítica y provoca el deseo de saber con los otros. Y agrega Lacan «…y después de un tiempo, sepárense». Es decir es necesaria la identificación a un punto; el del no saber, y aclara Lacan, que quien no logra esa identificación está de amarrar, es decir, que no logra alienarse a los otros y ocupar el lugar del no saber, sino que está en posición de no falta y no le va a suponer nada al otro, lo cual dificulta el trabajo en grupo. Esta identificación al objeto (a) para el caso del cartel puede ser el tema de trabajo elegido o alguna otra tarea puesta en común.

Evoco en este punto de la identificación en el cartel, el concepto de alienación/separación, y cómo Lacan introduce el tiempo en su formalización de los puntos, como lo que introduce y hace corte en lo real del dispositivo del cartel. Es decir que opera en función de separar eso que se juntó, ya que en esa experiencia de trabajo, también se puede dar un taponamiento al agujero, en donde los cartelizantes se contentan del trabajo con los otros, cuando de lo que se trata es de que, del funcionamiento, quede un resto para cada quien de lo que fue la experiencia: un producto escrito. Es por ello que en ocasiones, lo digo por la experiencia propia se vive como pérdida, el final de ese espacio de trabajo construido con los otros. Para esto Lacan sugiere que el cartel no puede durar más de uno o dos años. Al cabo de este tiempo, se disuelve. Esta eternización haría obstáculo al advenimiento de un saber nuevo para el sujeto. Por eso se permuta a otro tema y con otros.

Si bien la empresa del cartel es de todos, el trabajo efectuado no da lugar a un producto colectivo sobre un saber que implique la adhesión del grupo. Se trata para cada uno, en función del momento de su relación al psicoanálisis, de constatar lo que ha podido adquirir o modificar de su relación con el saber analítico. De otro lado en el dispositivo analítico, quien testimonia es quien hace la experiencia del encuentro singular con su ser de goce.

Las últimas experiencias de carteles han tenido como provocador, encontrarme con otros de la Escuela de la NEL, por fuera de la sede Medellín, a trabajar en torno a un tema como fue, » El sexo y el amor en el siglo XXI», y con agrado avalo la frase de Lacan, : «no sin los otros», ya que de un lado permitió abrir el trabajo con otros diferentes de la sede, a esos otros por fuera de la parroquia pero que hacen parte de la Escuela, y abrir transferencias de trabajo muy valiosas.

¿Qué decirles en relación a la experiencia del Más Uno?
He venido pensando en estos días acerca de la función del Más Uno, la función en el ser hablante del significante Uno y los efectos que ambos propician, uno de ellos en el cartel, y el otro en el ser hablante.

El Más Uno en el cartel es fundamental para garantizar el funcionamiento del grupo, de los cartelizantes, desde el lugar de supuesto saber, de uno diferente, de estar por fuera del grupo. Esto le permite al cartelizante elaborar nuevas significaciones, nuevos sentidos, nuevas elaboraciones.

El significante Uno en el parlêtre, es provocador de sentido y goce en la vida del ser hablante, sus construcciones a partir de éste hacen de la vida una historia que gira en torno a ese goce fijo, que incluye saber hacer y goce. Evoco el caso de Mauricio Tarrab con el «soy el soplo del Otro» y como alrededor de esto se hizo la vida, las significaciones, el goce. En este sentido estoy hablando del significante amo, del lado de lo simbólico, pegado a lo fantasmático pero que, igualmente tiene su pie en lo real, y allí sin fantasma, sigue operando, causando goce. De otra manera, es lo que nos ilustra su final de análisis, el soplo deja de estar pegado al Otro y de esta manera le permite gozar sin ese sentido sufriente.

Tanto el Más Uno del cartel para el cartelizante, como el significante Uno que surge en el análisis efecto del recorrido de la cura, provocan una singularidad en las construcciones de saber, es a lo que asistimos escuchando los testimonios de finales de análisis; o escuchando en las jornadas de carteles un producto singular de un cartelizante en su recorrido por la experiencia del cartel.

Con respecto al producto de trabajo de ambas experiencia en el dispositivo
La afirmación de Lacan «no sin los otros», en el texto «El tiempo lógico y el aserto de certidumbre anticipada», en donde muestra como los prisioneros para lograr su libertad, requieren de los otros, de la deducción del sujeto, frente a los otros, deseo resaltarla, como fundante de ambos dispositivos. Vemos cómo en el cartel, cómo en el dispositivo del pase, cómo en muchos otros espacios de la vida del ser hablante, se verifica la validez de esta frase.

Hay que afinar bien, eso de «no sin los otros», es decir de que otro con minúscula nos acompañamos. Es por eso que estamos hoy aquí, tratando de hablar de ese otro, que es un Más Uno y puede en vez de propiciar el deseo de saber, y el trabajo, hacer obstáculo. Tanto en un dispositivo como en el otro; ese lugar es posible de ocupar siempre y cuando el analista le apueste a su experiencia de análisis, a su formación como analista.

Para concluir, me pregunto ¿cómo ocupar esos lugares en los diferentes dispositivos, es decir el Más Uno y el analista? ¿Quién garantiza el saber hacer de estos lugares? ¿Quién avala?

La formación del analista; es decir su experiencia de análisis, la formalización de los conceptos, la experiencia clínica, la exposición a la luz pública de los productos del recorrido de ambas experiencias, aportan un saber hacer, que permite maniobrar con lo que se pone en juego tanto en un dispositivo como en el otro.

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