Cuerpo, Síntoma y Goce

Sandra Patricia Rebellón Ruiz

1 agosto 2022

Lo que se escucha y lo que se lee en el consultorio de un psicoanalista de Orientación Lacaniana, lo desafía permanentemente, son muchas las formas en que un sujeto lleva, lo que aún no se ha desplegado como su padecimiento. Quejas que giran alrededor de lo que para ese ser hablante se constituye en su incomodidad o mal estar. Para el psicoanálisis, el mal estar es un elemento clave, pista fundamental hacia lo que se instala en el corazón mismo del sujeto: Freud lo plasmó en su descubrimiento del Inconciente, en su trabajo sobre el Malestar en la Cultura y que en cuyo retorno a este Lacan formuló como aquello que por estructura nos afecta: Un mal-estar incurable!

Escuchando algunos consultantes en su esfuerzo por nombrar su mal estar, atender a la sutileza de los significantes empleados en este esfuerzo, para hacerles oír algo más allá de lo que estos mismos significantes nombran, quebrar el sentido y apuntar a un real en juego: “no puedo parar” “ No sé qué me pasa” “Esto es insoportable” “Es momento de dejar de darle la espalada a lo que me sucede”, entre otras, son expresiones que develan, aunque sutilmente otra escena: ¿Acaso no sería una frontera con aquello pulsional, difícil de nombrar pero hablado por el cuerpo? Este interrogante me orienta: lo pulsional que puede hacerse leer en eso que se escucha de la queja de un ser hablante. ¿Qué hay allí?

El síntoma: De Freud a Lacan.

El cuerpo de las histéricas causó en Freud una enigmática inquietud, los síntomas descritos por estas ponían en jaque a la comunidad científica, y aunque los efectos fueran tan reales a los presentados por las enfermedades orgánicas, no había un compromiso orgánico en estos. Freud afirmaba que las parálisis histéricas, como síntoma se comportan como una lesión cuya producción era independiente de la anatomía, “la histeria se comporta en sus parálisis y demás manifestaciones como si la anatomía no existiese o como si no tuviese ningún conocimiento de ella” ¹ Freud supo leer estos acontecimientos, el decir de las histéricas sobre su cuerpo le iluminaron en un camino frente al cual no retrocedió siguiendo la huella del síntoma.

Osvaldo Umeréz en su texto Deseo – Demanda, Pulsión y Síntoma, enfatiza en el elemento crucial que aportó Freud en las conferencias sobre Los Caminos del síntoma y La Formación del síntoma: “Que los síntomas tienen un sentido y que sólo se interpretan correctamente en función de sus primeras experiencias, a saber, […]… la realidad sexual” ² ¿Qué tipo de vínculo entonces del síntoma con la realidad sexual?

Siguiendo este mismo texto, Umerez retoma de Lacan, en el seminario XI, su crítica a la insistencia Freudiana sobre el autoerotismo a partir del historial clínico de Juanito, mencionando que lo que se presentifica en el circuito de Juanito no es del lado de lo autoerótico, sino, lo hetero-erótico. Juanito relata el encuentro con ese goce fuera del cuerpo: su wiwimacher, nombre que le da a esta experiencia de goce, inédita y enigmática: goce de las primeras erecciones. “En Juanito, el síntoma es rechazo de su goce hetero, […] de ese goce absolutamente externo. Acá el síntoma empieza a conectarse con la pulsión, en tanto el autoerotismo es pulsión autoerótica”³.

En Inhibición, Síntoma y Angustia, el síntoma adquiere otra connotación a modo de un “cuerpo extraño que se alimenta sin cesar de fenómenos de estímulo y de reacción dentro del tejido en que está inserto, el yo intenta cancelar la ajenidad y el aislamiento del síntoma”⁴ El síntoma ya no ocurre en el campo del yo, está por fuera de este y en estrecha relación al superyó y el ello. El síntoma más allá de comportarse al modo de una formación del inconciente “puede asimilarse a una estación fronteriza con investidura mezclada. […] encuentra su expresión más nítida, quizás, en el síntoma obsesivo. Freud asegura que constituye un triunfo de la formación de síntoma el hecho de que la modalidad obsesiva del síntoma negativo —una prohibición— se enlace con la otra modalidad, positiva —la satisfacción sustitutiva—, de tal forma que la prohibición cobre el significado de una satisfacción teñida de placer masoquista” ⁵ Esta otra cara del síntoma que va más allá de la satisfacción sustitutiva, de ser mensaje encriptado o resultado de la represión bajo la expresión de una formación del inconciente, se devela una cara pulsional y que en un análisis se trata de hacer legible ese eco: “hay síntoma cuando el sujeto no da su asentimiento al propio goce, y a lo largo del análisis él estará en busca del goce que habita en ese síntoma” ⁶