Mujeres y hombres experimentaron el conflicto armado de modos diferentes […] A las mujeres sobrevivientes, la guerra marcó sus cuerpos, su intimidad, sus relaciones sociales, su salud, sus estados de ánimo, sus deseos de vivir y de amar […] las mujeres entendieron que la guerra no era más que un refuerzo del patriarcado […] un sistema que oprime, subordina, discrimina a las mujeres […] Controlarlas a ellas, controlar su tiempo, sus palabras, era traer la destrucción de las vidas[1]
La violencia contra las mujeres no es un fenómeno nuevo; en la actualidad, las ciencias políticas y sociales lo denominan violencia de género, dado que los estudios de género sustentan las líneas de investigación sobre el tema.
El discurso del amo, desde el psicoanálisis, se ha pensado que es el mismo discurso patriarcal que ha imperado hasta ahora y ha ordenado al mundo; un orden que, por la lógica del padre, está en el inconsciente. No hay un mundo ordenado de una manera, y de otra para los hombres y las mujeres.
Lacan, en el Seminario 20, hace una diferencia entre lo femenino y lo masculino, en cuanto a los modos de goce; modos de goce que no son naturales; son posiciones que el sujeto asume, independientemente del cuerpo biológico que se tenga. La posición del goce masculino se rige por la lógica fálica, por la lógica del todo, la lógica cuantificable del 1+1+1…, se vive cuantificando todo. En cambio, la lógica femenina se orienta por el no-todo, por un goce suplementario que va más allá de lo fálico. «Para el cuerpo de la mujer, cuyo cuerpo es no-Todo, el goce se produce sin embargo “en el cuerpo”, bajo las características deducidas de lo inconsistente: lo abierto, lo infinito, lo localizado»[2]. Este goce femenino es un poco más innombrable, es algo de la condición femenina que ni ella misma alcanza a nombrarse.
Podría plantearse entonces que, de acuerdo con el psicoanálisis, lo que ordena lo femenino es una lógica que es diferente, la que Lacan llamó la lógica del no-todo. Si oponemos la lógica del padre, que es la que ordena para todos lo mismo, la lógica del no-todo quiere decir que lo que nos ordena es que no todo es lo mismo, no todo se puede decir, no todo se puede saber, no todo se puede pensar, es decir, hay un agujero.
Ahora bien, en la propia subjetividad femenina existe rechazo a la feminidad. En la feminidad hay algo junto con esta lógica del no-todo, un goce que se llama el goce femenino; es un goce que va más allá del goce que habita a todos los seres humanos, que es el goce fálico, el goce de la palabra, de hablar, el goce del sin sentido. En la mujer habita un goce diferente que no está ordenado por la lógica del padre; por eso ella siempre es incómoda para la cultura, porque la cultura lo que pretende es abarcar el mundo en la lógica del padre.
En este orden de ideas, cito lo siguiente del Informe final de la Comisión de la verdad, del volumen «Mi cuerpo es la verdad»:
Los actores armados comprendieron rápidamente que controlar los territorios implicaba controlar a las mujeres, y para esto era necesario controlar su vida y su cuerpo, y romper el tejido social […] una mujer que ha acompañado a víctimas de esta región, recordó que el dominio paramilitar implicaba el dominio sobre la vida privada de las mujeres como una forma de control de la población y el tejido social: «Las mujeres tenían que estar en sus casas a cierta hora […] Por ejemplo, las mujeres no podían hablar en las terrazas; ya dos mujeres sentadas en una terraza eran motivo de castigos[3].
Se podría plantear, como hipótesis, que en la violencia colombiana se juega un rechazo a lo femenino. Hay un temor, tanto para hombres como para mujeres, frente a lo femenino como lo otro, lo distinto; hay una dificultad para decirle sí a lo femenino, aceptar la castración y hacer algo con la mujer. De aquí se derivan diferentes formas de idealización de discursos que intentan restaurar un padre.
Todo esto me permite decir, también como hipótesis, que el psicoanálisis le ha abierto las puertas a lo femenino al ocuparse de las mujeres desde la escucha, y dándoles la palabra, ya que históricamente ellas permanecían calladas, hablando poco, reprimidas de sus palabras, su subjetividad; lo que predominaba era la lógica paterna.
Es así como Éric Laurent se refiere al ser hablante femenino:
El ser hablante femenino muestra o encarna un goce diferente, un goce que objeta cualquier ideal de goce universal, que sueña con un modo de gozar homogéneo para los seres hablantes. Ese goce diferente es el que se intenta aniquilar en dichos fenómenos de violencia[4].
Referencias
- Comisión de la verdad, «Mi cuerpo es la verdad. experiencias de mujeres y personas LGBTIQ+ en el conflicto armado», Informe Final de la Comisión de la Verdad para el Esclarecimiento de la Verdad, la Convivencia y la No Repetición, Tomo 7, Bogotá, 2022, pp. 28 a 33. Nota: la negrilla es mía.
- Borderias, Andrés, La sexuación en el seminario «aún» de Jacques Lacan, p. 4. https://es.scribd.com/document/213791491/Andres-Borderias-LA-SEXUACION-EN-EL-SEMINARIO-AUN LACAN
- Comisión de la verdad, «Mi cuerpo es la verdad…», p. 51.
- INES, Mesa de debate (9 de noviembre de 2023), Laurent, Éric, Criminología y Violencia-EIPCyV ¿la violencia, amo de la época? Consecuencias para el sujeto, (video). Youtube. https://www.youtube.com/watch?v=VR7nCr2z6j8
Título: