Cartel: Todo el mundo es loco
Más-uno: Raquel Cors
Cartelizante: Dalia Virgilí Pino (Miembro EOL)
Rasgo: Delirios en la infancia
Producto: Forclusión y solución delirante en la infancia
Forclusión y solución delirante en la infancia
Dalia Virgilí Pino
Mi pregunta de partida estaba formulada de lleno en la psicosis: ¿un delirio en la infancia cumple también la función de estabilizar?
A partir del Seminario 5 sabemos que la operación de la metáfora paterna tiene que dar un resultado preciso para que se produzca la neurosis o la psicosis: hay o no hay la significación fálica. Pero es el mismo Lacan, fiel a su ética del saber abierto quien, en el mismo Seminario, realiza otra pregunta que invita a mantener viva la interrogación sobre el saldo estructural: ¿hay neurosis sin Edipo?[1]
A propósito de la diferencia sintomática entre la neurosis y la psicosis infantil, Esthela Solano afirmó durante un seminario: “el síntoma en la neurosis infantil está articulado en términos de sentido. Es signo de un sujeto, remitiendo a la suposición de un saber descifrable, puesto que se supone que quiere decir algo. En cambio, el síntoma en la psicosis infantil se presenta como desprovisto de sentido, como no queriendo decir nada, como puro goce fuera de la producción de saber”. [2] Y refuerza: “El niño psicótico […] está desalojado de la metáfora fálica”[3].
De manera que el síntoma en el niño psicótico señala que durante la constitución subjetiva no advino un sujeto efecto de la articulación significante sino que el niño ha quedado atrapado como objeto en la contiguidad del deseo materno, o sea, en el primer tiempo del Edipo. Esta posición objetal del niño es asible, por ejemplo, en el padecimiento o la mansedumbre ante voces de comando o en los pasajes al acto.
“Si tuviéramos que representar la posición de la psicosis en el esquema, diríamos que este deseo – no quiero decir en cuanto existente, pues todo el mundo sabe que incluso las madres de psicóticos tienen un deseo, aunque no es seguro que siempre- no está simbolizado en el sistema del sujeto psicótico, y, por este motivo, la palabra del Otro no pasa en absoluto a su inconsciente, sino que el Otro en cuanto lugar de la palabra le habla sin cesar”.[4]
Ahora bien, dado que el niño psicótico dice palabras en el consultorio, el analista tiene la ocasión de:
- dejarse enseñar sobre los arreglos que inventa frente al real que le invade
- contribuir al arreglo, si fuese necesario
Desabonado de la función del Padre y desabonado del inconsciente en su vertiente simbólica, ¿cómo hace ese niño y cómo podría hacer mejor? El saber delirante, la construcción de un delirio es una vía posible, entre otras, considerando que saber y saber hacer son dos vías distintas. La misma Esthela Solano, en otro texto, nos recuerda que frente a la forclusión hay dos respuestas:
[…] “Son dos puntos de referencia que podríamos emparejar como forclusión y solución delirante o bien como forclusión y solución por el sinthome. En el caso del delirio, nos la veríamos con la reconstrucción que el sujeto hace del sentido por el bies de una elucubración, de una construcción lenguajera que forma sistema, comporta una interpretación, un saber delirante, y puede compartirse perfectamente con otros”[5].
Esto no sería muy distinto del arreglo neurótico, dado que si seguimos el aforismo Todo el mundo es loco, es porque el inconsciente fue definido por Lacan como “elucubración de saber sobre la lengua”[6]. La cadena significante teje un saber-arreglo frente a un real singular. El saber del inconsciente no es menos delirante, sí, aunque el real en su centro esté más velado, menos a cielo abierto.
¿Cómo puede armar un niño un delirio? ¿De qué se sirve?
La clínica con niños permite verificar que no pocas veces los niños psicóticos toman las piezas sueltas estalladas en el encuentro mismo con el agujero para armar delirio. A veces, también, logran sostener sus lazos familiares o escolares precisamente a partir de la construcción delirante.
La radicalización del rechazo al saber que es la forclusión se adorna con lo fantasioso de la invención delirante. El mismo Lacan, revisando la psicosis de Schreber, anotó ese detalle: “Estos últimos meteoros del delirio ¿no aparecen como el rastro de una estela, o como un efecto de franja, mostrando los dos tiempos en que el significante que se ha callado en el sujeto, de su noche hace brotar primero un fulgor de significación en la superficie de lo real[7], luego iluminarse a lo real como una fulguración proyectada desde debajo de su cimiento de nada?”.[8]
¿Se alcanza a responder entonces la pregunta por la estabilización? Como función, el delirio tiende a ello, también en los niños. Sirve como defensa frente a lo real y como envoltorio simbólico para recolocarse en el Otro o en relación al Otro. Agrego que es necesario verificar los efectos que el delirio tiene en la relación con otros, por si fuese necesario o posible intervenir sobre las piezas que han servido a la construcción, para reducir al mínimo la brecha entre estar en el lenguaje y estar en el discurso, evitando que sea motivo de segregación en la infancia.
[1] Lacan, J., (1957-1958). El Seminario, Libro 5, Las formaciones del inconsciente, Paidós, Bs. As., 2005, p.166.
[2] Solano, E. “El síntoma en la psicosis infantil”. ¿Cómo cura el psicoanálisis? NEL, Serie Bitácora, 2002, p.191.
[3] Solano, E. “El síntoma en la psicosis infantil”. ¿Cómo cura el psicoanálisis? NEL, Serie Bitácora, 2002, p.192.
[4] Lacan, J., (1957-1958). El Seminario, Libro 5, Las formaciones del inconsciente, Paidós, Bs. As., 2005, p.490
[5] Solano, E. 2007. “El saber en la psicosis: de la Verwerfung al sinthome”. Freudiana 50. (Sin página, por haber consultado versión digital).
[6] Lacan, J., (1972-1973). El Seminario, Libro 20, Aun, Paidós, Bs. As., 2007, p.167.
[7] El subrayado es mío.
[8] Lacan, J. 2008. “De una cuestión preliminar a todo tratamiento posible de la psicosis”. Otros escritos, Buenos Aires, Paidós, p. 536.
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