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Rufino Tamayo | Niños jugando con fuego

Tratamientos a un desarraigo con deseos de pertenecer*

Jessica Jara Bravo

Jessica Jara Bravo, NEL Guayaquil.

Más que identificar su síntoma, hoy los sujetos buscan nombrar el goce que los habita, esfuerzos dan cuenta de que siempre se trata de domesticar un goce que nunca es «straight». Ante la ominosa pregunta ¿qué soy?, quien podría soportar la respuesta de Yahvé: «Soy lo que soy», pero sí se puede responder con certeza: «soy gay». Y aunque se alivie un poco de angustia, luego se producirá un malestar por el ingreso de este «gay», -que en principio no es igual a este otro gay-, a un grupo identificatorio que te dirá «cómo-ser-gay». Allí, un modo de responder al malestar es parti-cipar activamente en la multiplicación de un dispositivo clasificatorio cuyas siglas proliferan GLBTTI… y donde, en cada casilla, se replica el malestar. En cualquier caso, como no hacen lo que deberían, o no obtienen la satisfacción que suponían, sienten ahora doble culpa por no poder cumplir con el ideal «heteronormativo» ni el «gay»; y tal como Lacan anticipó: estas son nuevas demandas de análisis que recibimos.

Que el gay imagine, se pregunte, qué es el deseo hétero para modelar el suyo[1] es un ejercicio de subjetivación en la mezcla, un intento de tratar el sentimiento de inautenticidad del «todos debemos representar» gideano. En esa dirección, el matrimonio homosexual sería un esfuerzo más por «curar» la angustia de castración, un ir más allá de la respuesta colectiva «soy gay» a la pregunta por el ser, en una elección de a uno, que como un efecto lo colocará frente a la castración de otro modo. Si del enlace matrimonial los que participan lo hacen a título de amado y amante, este amor como metáfora puede suplir la ausencia de relación sexual y quizás empuje a ceder al goce de ser en la infracción, desde sus propios imperativos, ocasionando nuevas emergencias sintomáticas que, esta vez, incluyen al Otro.

Si bien, la tentativa matrimonial aporta a la pareja una cierta estabilidad, da un «soporte», no logra cerrar del todo la brecha entre dos, no ahorra el sufrimiento y la posibilidad de que uno se convierta en un estrago para el otro, en tanto esta unión hará que se ponga en escena, necesariamente, la disimetría de los goces. Sin embargo, el lobby por el «matrimonio gay», se contrapone en su paso necesario del Uno al Dos, a los pedidos de reconocimiento de otras comunidades identificatorias que buscan legalizar sus modos de goce solitarios, lo que les aportaría según indica Laurent «un fundamento imaginario de una neo garantía simbólica»[2].

¿La cuestión es entonces cuál es el mejor modo de «pertenecer» y a qué conjunto?

Desde una lista pseudoborgeana podemos apuntar la existencia de: 1) Gays que quieren-ser-integrados por la vía de la identificación, ya sea por medio de su adscripción a un grupo GLBBTI… y su implícito malestar; o el matrimonio como institución del «tú eres… mi pareja», sin participar del equívoco «tú eres mi mujer»/ «maten a mi mujer». 2) Quienes se han creado un lugar en el Otro, a partir de restos, por un trabajo de sublimación. 3) Algunos que luchan activamente para no ser integrados, considerándose en desarraigo permanente, y rechazan o están desabonados del inconsciente. 4) Otros, que se aplican a eso que no marcha en un tratamiento psicoanalítico orientado por el síntoma. 5) Aquellos que de lejos parecen disidentes furiosos y que están en transferencia salvaje.

Eduardo Solá Franco (Guayaquil 1915-Santiago 1996) manifestó su sentimiento íntimo de ruptura con el Otro como «un desarraigo… con deseos de pertenecer»[3]. Desarraigo que se le tornó un avatar, en su equivocidad, y del que testimonia en su bellísimo diario ilustrado «My book of pleasure» de 3.600 páginas. Solá, llamado «mundano» por el crítico de arte I. Zapater[4] y «el excéntrico» por R. Kronfle[5], no puede ser mejor nombrado que Solá, el trasplantado, como tituló a uno de sus poemas. Solá con otros, pero en soledad y desarraigo subjetivo logró una producción artística incesante e inclasificable: más de 150 retratos, incontables novelas, obras de teatro… Su invención será «lo escenográfico», a partir de lo que trabajará múltiples semblantizaciones que proliferan «en medio del gran desierto sin nombre»: un saber-hacer artístico donde antes sólo estaban «los restos del Titanic».

El queer, en cambio, es un disidente declarado que vive en tránsito entre las identidades sin anclarse en alguna, pues esto le remite a la muerte. Es conducido por el imperativo de lo nuevo: quiere ¡más! y quiere ser «lo» único. El queer es el homosexual que no quiere ser alegre, sino que aspira ser «libre», sin querer saber de la comedia/tragedia. El queer no fantasea sobre cómo goza el Otro pues tiene una certeza de goce. Si el «queer» está en un permanente pasaje al acto es para ahorrarse la castración. Paúl Preciado (antes Beatriz) exhorta en Haz tus maletas sin saber donde te mudas: «Prepara una maleta vacía y vete. Pasa una frontera. No hagas ninguna obra nueva. Abandona a tu mujer por un caballo… Aprende el griego. Entra en un matadero y reproduce la escena central de Rebelión en la granja…»[6].

Las redes sociales también se pretenden tratamientos del goce mediante la identificación, así 22 nuevas identidades han ingresado a Tinder[7], disidentes queers incluidos. El cofundador de la app señaló: «Queríamos hacer esto bien… a la vez que respondemos a las necesidades de todo el mundo». Así, podemos precisar que ante la declinación de la figura paterna tiene ocasión «la feminización del mundo». Y como bien señaló Freud sobre Medusa: la proliferación lo que señala es la castración. Las comunidades de goce responden a un «individualismo democrático de masa»[8], y están conformadas muchas veces por no incautos que no se permiten el engaño del amor y rechazan el inconsciente; donde los militantes, guiados por una supuesta fraternidad universal, trabajan sin querer saber, por la homogenización y el rechazo del goce más singular del parlêtre, sea este hombre o mujer.

Lacan anticipa la llegada a la consulta de sujetos problematizados porque no son «buenos homosexuales». Y nunca está por demás recordar que el análisis no tiene como fin la normalización: la norma-macho. Hoy existen sujetos homosexuales que sufren por no sentir el orgullo gay, que «deberían». Siguen llegando al analista sujetos divididos porque su elección amorosa no converge con su deseo, sean estos dos hombres/mujeres o no. Otros están registrados en aplicaciones para contactos sexuales, pero mantienen relaciones amorosas, lo que les resulta un «pero» al imperativo de goce. Algunos hacen existir a La mujer sosteniendo un matrimonio blanco a lo Gide o privilegian un partener sexo de ángel. Uno quiere saber por qué lo «muchachean», mientras hace existir un Otro que lo «detiene» en su metonimia, en su errancia… Otro dijo que quería operarse para «marcar los rasgos», idea que dio ocasión a un relanzamiento de su trabajo como analizante para ir más bien en búsqueda de esos rasgos que marcan, mediante la operación analítica. Una mujer comentó que su novia le dijo para casarse, pero que ella no le creyó porque «eso se lo decía a todas»…

El psicoanálisis es una opción válida para quienes quieren salir de una angustia infernal; de la compulsión mortífera de ir, tanto en busca de la «plaga» -como la llamaba Reinaldo Arenas-, como de impulsivamente, «hacerse la prueba». El análisis conviene a sujetos con particulares elecciones de sexo y de amor, incluso a quienes preferirían no hacerlo y se ausentan de la elección a lo Bartleby. Muy particularmente lo requieren cuando se les dificulta dar sustancia y color a su propia persona y sexo. Los analizantes, algunos de ellos artistas, traductores y poetas, están en la búsqueda de un nuevo amor y de modos renovados de hacer con el deseo y el goce que los habita, algunos entre el desafío y la de-excepción. Quizás, alguno de ellos, en algún momento, se interese y consienta en pertenecer a un conjunto Otro, uno que nos es caro: de singulares, dispersos, descabalados.

NOTAS

* Producto de cartel: «Sexuaciones, leyes de identidad de género y matrimonio igualitario», hacia ENAPOL 2017.

  1. Critica de J.-A.Miller, ¿Gays en análisis? Bitácora Lacaniana, N°1. Octubre 2012.
  2. Laurent, E. «Un nuevo amor por el padre». En TRANSformaciones. Ley, diversidad, sexuación. Grama, 2013.
  3. Encuentro con el minotauro.
  4. http://www.eltelegrafo.com.ec/noticias/cultura/7/la-obra-de-eduardo-sola-franco-fue-disidente-politica-estetica-y-socialmente
  5. SOLÁ FRANCO: el teatro de los afectos.
  6. http://paroledequeer.blogspot.com/2017/01/haz-tus-maletas-sin-saber-donde-te.html
  7. www.eluniverso.com/vida/2017/06/28/nota/6252334/genero-ya-aparece-como-opcion-perfil-tinder
  8. www.telam.com.ar/notas/201403/56862-la-epoca-en-que-la-politica-daba-respuestas-a-la-pregunta-por-el-sentido-esta-terminada.html
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Editorial
Claudia Velásquez