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Armando Reverón | Paseo por el parque

La intimidad del rasgo en el trabajo de cartel

Marián Brando

Este texto corto, surge a partir de la necesidad de escribir sobre cierta dificultad presente – al menos para mí – en el trabajo sostenido dentro de los carteles en los que he participado; la dificultad para dar cuenta de aquello que se quiere trabajar, un malestar que permanece allí, lateral, y que intentaré nombrar un poco.

Se escribe mucho sobre el lugar del más uno y su función en el cartel como dispositivo, de los miembros del enjambre como los llama Miller en 1986, es decir de los cartelizantes como trabajadores sin abeja Reina[1] , tengo la impresión de que se dice menos. Sobre los miembros del cartel, he leído sobre la importancia de evitar que el trabajo se desarrolle en torno a la identificación entre ellos, al pegoteo que se instala como estructural en los grupos. También se hace alguna mención a la posición perezosa de quien planta al más uno en el lugar del amo, y sobre todas las crisis que esto genera, principalmente la de la imposibilidad de producción. En este texto de Miller, Cinco variaciones sobre el tema de la elaboración provocada, hay un frase puntual que recojo: «Considero que este enjambre está bien formado cuando cada cual tiene razones para estar ahí.»

Me propongo hablar un poco sobre este elemento: la razón para estar.

En el Acta de Fundación de su Escuela (1964) Lacan dice lo siguiente: «… Para la ejecución del trabajo, adoptaremos la norma de una elaboración constante en un pequeño grupo. Cada uno de éstos (tenemos un nombre para designar a estos grupos) se compondrá de tres personas al menos, y como máximo de cinco; cuatro es la dimensión justa.»

Un poco más abajo en esta misma Acta, añade en una nota adjunta un punto llamado Del compromiso en la Escuela especificando el Cartel como una de las vías de entrada a la Escuela, un compromiso. Esta presentación y su lugar precisamente en el Acta de Fundación, deja ver la importancia que Lacan concede al Cartel, no solo como una de las puertas de entrada a la Escuela, sino como La forma de trabajo en su interior, un trabajo dirigido como sabemos, nada menos que a la reconquista de la enseñanza Freudiana nombrada en su dimensión de verdad, la vuelta a la praxis original, sosteniendo un trabajo crítico, atado por supuesto a la formación.

La lógica de esta forma de trabajo es afinada nuevamente en el texto institucional D`Écolaje[2] o Despegue de la Escuela (1980), el Cartel es nombrado allí como el órgano base de la Escuela, y se exponen 5 puntos para dar cuenta de el. Quiero resaltar el cuarto de ellos:

«Cuarto – Ningún progreso se ha de esperar, salvo el de poner a cielo abierto, periódicamente, tanto los resultados como las crisis de trabajo.»

Sobre esta definición de Cartel, inscribo este texto como producto de una crisis, y esbozo a partir de la dificultad que esta supone, mi curiosidad sobre las razones que sostiene esta conjunción de cuatro más uno, que posibilitarían este dispositivo de trabajo provocado, la razón que cada trabajador tiene para estar allí, estaría amarrada al rasgo. Se dice que en el trabajo de cartel, cada uno aloja un rasgo para la elaboración, el nombre del cartel hace eco en cada uno de forma singular. Ese eco, al menos en mi caso siempre ha sido opaco al inicio, ha resultado que la temática a trabajar lo elige a uno, nos elige inconscientemente antes de que podamos dar cuenta de del interés específico que nos convoca desde lo íntimo. Entonces, el rasgo de trabajo no es en primera instancia un efecto de voluntad, es por eso que muchas veces cuesta tanto «elegirlo», ponerlo sobre la mesa, descubrirse en eso que nos eligió como razón para estar allí.

Sin embargo, el rasgo, o lo que solemos llamar «la pregunta» de cada uno, más que un asunto teórico en la formación, se reconoce como pregunta verdadera en tanto concierne al cartelizante en su intimidad, en lo que conoce y sobre todo en lo que se desconoce de sí mismo en ella. Pensándolo así, es lógico que desarrollar, o trabajar sobre ese rasgo presente ciertas dificultades, adicionalmente hay que decir. Ciertamente el dispositivo de cartel no está pensado para generar un trabajo cómodo y fluido, es necesario sostenerse interrogado frente a la incomodidad, saberse resistido muchas veces a asistir, a escribir, a despejar lo que inicialmente puede surgir como un interés borroso, o no. A esto se le suma otro elemento, en el trabajo de cartel, el rasgo rasga al sujeto en la escuela o por fuera de ella en el lugar de encuentro que se haya dispuesto, pero no en el diván a solas con su analista.

Eso que nos ata a cada tema, nos rasga en tanto toca un real para cada uno, más o menos sabido, más o menos elaborado, pero a fin de cuentas, un real. Así las cosas, si el producto de cartel se toma en serio, tiene entre sus efectos acotar, delimitar, bordear la realidad del rasgo. Y digo si se toma en serio, porque frente a la incomodidad, la resistencia que genera la rasgadura, es posible elegir retroceder y dejar intocado eso que verdaderamente interroga, hacer en lugar de un producto, un trabajo del orden de la continuidad, del conocimiento, donde el sujeto no se juegue.

El trabajo de cartel, como decía al inicio y retomando las palabras de Lacan en el Acta de Fundación, es indisoluble de la formación, y también del análisis personal, pues en ocasiones deviene como un espacio de reunión, donde frente a unos otros hay que trabajar con lo íntimo por fuera del dispositivo analítico y en voz alta. Entonces, ¿de qué manera hacerlo?… Una respuesta posible es el esfuerzo de formalización de los elementos que teóricamente arropan ese rasgo, que lo rodean sin taparlo para ser abordado más íntimamente por fuera del espacio de cartel. Hay que hacerlo como se camina sobre un filo, haciendo equilibrio para no caerse, se trata de sostenerse en el trabajo de dilucidar un rasgo, sin quedar rasgado en la imposibilidad, o paralizado en la angustia.

Para terminar, me sirvo de los dos prefijos que menciona Miller en cuanto a la elaboración provocada3 : «ex (fuera de, a partir de) y pro (hacia delante, delante de), siempre es así como se elabora: a partir de… siendo llamado, suscitado por… El trabajo es suscitado siempre por una llamada, una llamada de provocadores que va a buscar lo que es latente y que llamando revela, véase crea. La llamada al trabajo es el toque de diana para despertar, llama.» Miller utiliza estos dos prefijos hablando del más uno como provocador, los tomo en este escrito para anclar una elaboración sobre el cartelizante, este debe esforzarse porque su trabajo tenga sus raíces en ese «ex» un llamado por fuera, por fuera de la conciencia y su faro en el «pro», poder atrapar un rasgo empujado por el deseo y no anclado en el goce.

Bogotá, Septiembre de 2018.

NOTAS

  1. JAM Cinco variaciones sobre el tema de «la elaboración provocada». Intervención en l’ecole de la Cause Freudienne (Reunión de los
  2. El título en francés D’Écolage condensa en su escritura misma el despegue (dècolage) de un avión y escuela (école y su correspondiente homofonía, imposible de reproducir en castellano. N. de T.)
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