“¡Cuánto ha progresado la humanidad!
En la Edad Media me hubiesen quemado a mi.
Ahora se conforman con quemar mis libros”[1].
Es sabido que Freud ha sido muy amado por algunos, pero también muy odiado por otros. No es el único al que le ha sucedido; quizás pasó con todos aquellos que introdujeron una herida narcisista[2] en la Humanidad. Pero el odio a Freud ha cundido también en un odio y rechazo al psicoanálisis, más aún en nuestra época; donde se lo acusa de obsoleto, ineficaz, pansexual, etc.
I. Ausstossung aus dem Ich:
¿Es el odio el primer afecto humano? Claramente no, pues en todo caso ese título quedaría mejor asignado a la angustia: el único afecto que no engaña[3], a decir de Lacan; siendo que es el único afecto que no tiene asidero en lo simbólico. El odio, como el resto de los afectos posee una dimensión real y otra simbólica, y en eso sí –dejando de lado la angustia como afecto real, carente de simbólico- se podría afirmar que el odio es el afecto más primario que existe. Además que, según Freud, tiene una incidencia instituyente en el aparato psíquico: puesto que se funda en un rechazo primordial. Es así como Freud va a concebir el odio, a partir de sus conversaciones con Stekel, entre los años 1913 y 1915; pero su tesis final sobre esta Ausstossung aus dem Ich[4] aparecerá en el texto sobre “La negación”, de 1925, cuando Freud localiza el juicio de atribución y el juicio de existencia; y que Jean Hyppolite[5] retoma de manera brillante.
El planteo freudiano versa sobre lo siguiente: que existe un rechazo primordial a todo aquello que produzca displacer, una expulsión total que será correlativa a una afirmación primordial (Bejahung), introduciéndose así una configuración simbólica de adentro-afuera, interno-externo, placer-displacer, que será fundante del psiquismo mismo, permitiendo la formación del Ich freudiano; dando lugar al sujeto y a lo real, según Lacan, más que a la realidad.
Este rechazo está articulado al odio, en Freud; y podríamos definirlo como un odio puro o un odio primario, que no conoce del lenguaje, y cuya característica principal es la expulsión del objeto displacentero en su totalidad. De ahí que la esencia del odio apunta a la totalidad del objeto, a destruirlo o rechazarlo completamente; como dirá Lacan en el Seminario 20: se dirige al ser[6]. No es así con el amor, parte comúnmente pensada como antagónica y la opuesta natural al odio, ya que el amor se constituye mucho después y apunta siempre a rasgos del Otro, con la intención de hacer de dos-uno; algo que con el odio jamás se pretende. A decir de Miller: “El odio es la más intensa de las pasiones. El amor concierne las apariencias, mientras que el odio es radical: apunta al ser”[7].
II. El odio impuro:
Podría denominarse así al odio corriente, a aquel que conlleva su articulación con el amor, y que tiene su origen, freudianamente hablando, en el asesinato del padre de la horda primitiva[8]. En este último mito humano, según Levi Strauss, Freud presenta un odio al protopadre que disfruta de todas las mujeres, padre que es a la vez amado, respetado y obedecido por estos hijos, que planean su muerte y la concretarán; a partir de un “odio compartido”. En este punto, el odio puede llegar a hacer lazo, como dirá Bassols[9]. Con Freud diríamos que instituye la fraternidad, con Lacan, y a la altura de la época, podríamos aseverar que alienta las segregaciones y los racismos. “El odio al extraño, al extranjero, al enemigo, refuerza los lazos de pertenencia y el sentido de comunidad”.[10] Refuerza el vínculo empujando al Todo, a partir de una localización de lo ajeno y de su expulsión como extraño. Freud dice: “ese extraño es, en general, indigno de amor; tengo que confesar honradamente que se hace más acreedor a mi hostilidad, y aun a mi odio”[11].
Siguiendo la línea de Freud, el odio primario se anudará al amor a partir de la figura del padre, y existirá “la necesidad de sepultar el odio (particularmente al padre), en un amor que lo incluiría eventualmente”[12]. En este orden de cosas, Freud habría sido amado, sobre todo, por sus discípulos por el simple hecho de ser el padre del psicoanálisis y suponerle un goce en esa posición; lo cual conllevaría de trasfondo un odio que ha sido manifestado por más de uno de sus seguidores en fuertes conflictos teóricos y rupturas con la causa psicoanalítica[13].
Dichos conflictos no podrán simplemente reducirse a cuestiones imaginarias: el narcisismo de las pequeñas diferencias; sino que es posible leer también que desde el momento en que se trata del odio como pasión, también se encuentra en juego la dimensión real, gozosa de aquel que odia sin saber que se trata del rechazo a su propio goce[14]. En todo grupo humano, institución, Escuela psicoanalítica, se debe estar atento a lo real odioso que atenta destruir la singularidad del otro, en pro de una supuesta uniformidad; más allá de las apariencias y argumentos que versan solamente sobre lo imaginario.
Si avanzamos un poco más, Freud también articulará en el famoso Complejo de Edipo el odio al padre, a partir de la frustración; ya que la frustración produce un efecto odioso sobre aquel que la ejerce. ¿No es esa en cierta medida parte del accionar del analista: frustrar la demanda? ¿No sería esa una razón para producir efectos de hostilidad o de odio hacia el analista, conocido como transferencia negativa? Lacan planteaba que la transferencia negativa permitía un mayor avance en el análisis, a la vez que valoraba mucho más las observaciones y comentarios de aquellos que lo odiaban, a lo largo de todo el Seminario: “me leyeron bien, como ninguno de mis discípulos, porque me odian un poquito”[15].
III. Desuposición de saber:
A partir de esta última frase, donde Lacan nos da a entender que “quien lo odia sabe también leerlo”, Lacan nos presenta una forma de odio que va desde el sujeto al Otro, y que tiene que ver con descubrir la incompletud del Otro. Ya que el odio al padre freudiano en el Edipo, podría traducirse justamente por eso: descubrir la castración en el Otro, y frente a ese punto de no garantías y caída del Otro, surge un odio, que me arriesgo a decir, es antesala a la posibilidad de inscripción de un deseo propio. Este fenómeno es también apreciable al final del análisis. Y es quizás uno de los motivos, para mí el más importante, de por qué Freud ha sido y, quizás, será odiado siempre: que presenta una práctica y una concepción teórica incompleta en sí misma, siempre renovándose sin llegar a un saber concretado, como es esperable en todo caso de la ciencia.
Dicha incompletud, castración en el Otro, produce efectos de odio sobre Freud, sobre Lacan, sobre el psicoanálisis mismo. Asistimos a una época en la que se ha declarado una especie de guerra de desprestigio al psicoanálisis, intentando excluirlo de los dispositivos de salud mental, devaluando su alcance terapéutico y clínico, queriendo reducirlo a una simple filosofía un poco anticuada, más de paso; y más radicalmente aún, intentando no reconocer la singularidad de su discurso, tratando por todos los medios de eliminar activamente esa diferencia. ¿De qué diferencia se trata? ¿Qué es lo diferente que el psicoanálisis introduce en el malestar en la cultura? La posibilidad de otorgar la palabra a un sujeto. Este siglo da a ver el esfuerzo por desconocer la palabra del otro, a hacer desaparecer la singularidad del síntoma y expulsar la dignidad de cada parlêtre[16]. Por supuesto, eso requiere de enorme energía y esfuerzo, quienes odien al psicoanálisis y traten de eliminarlo en favor de la estandarización tendrán que esforzarse; porque ese mismo rechazo alimenta nuestra cohesión pero no basada en un odio o discriminación de lo extraño, sino sostenida en un deseo decidido por la causa freudiana.
NOTAS
- Frase de Freud antes de su exilio a Londres, al enterarse que las juventudes nazis quemaban sus libros en el frontis de la biblioteca de Berlín).
- Copérnico, Galileo, Newton, Darwin, etc.
- Lacan, J., Seminario 10: La angustia, pp. 87.
- Freud, S., Obras Completas. Tomo XIX: La negación, pp. 256, 257.
- Lacan, J., Escritos 2: Comentario hablado sobre la Verneinung de Freud, por Jean Hyppolite, pp. 842-843.
- Lacan, J., Seminario 20: Aún, pp. 120
- Miller, J.-A., El teatro secreto de la pulsión. Artículo en: CEIP Lacaniano de Chile: https://ceiplacan.blogspot.com/2015/12/el-teatro-secreto-de-la-pulsion-ja.html
- Freud, S., Obras Completas. Tomo XIII: Tótem y tabú.
- Bassols, M., El odio como vínculo y ruptura. Artículo en: Desescrits de psicanàlisi lacaniana: http://miquelbassols.blogspot.com/2009/01/el-odio-como-vnculo-y-ruptura.html
- Pujó, M., La sustancia odiosa. Artículo.
- Freud, S., Obras completas. Tomo XXI: Malestar en la cultura, pp. 107.
- Fridman, P., Psicoanálisis y Derechos Humanos: El derecho a que no se arrase lo singular”, del libro: “Consecuencias subjetivas del terrorismo de Estado”. Compilador: Osvaldo Delgado.
- Arenas, G., Sobre la tumba de Freud.
- No hay que olvidar que para Lacan, el amor y el odio conllevan siempre un grado de ignorancia.
- Lacan, J., Seminario 20: Aún, pp.62.
- Han, B.-Ch., La expulsión de lo distinto.