Sea pasión, afecto, o posición histérica, la indignación toma al sujeto que da consistencia al Otro. No cualquiera se indigna y no indigna cualquier cosa. Irene Greiser propone que la indignación debiera ser un “precepto ético del analista”[1] cuando se presencia la ignorancia hacia la singularidad del sujeto, o cuando el respeto a ésta se pone en riesgo; “Escuchen a los autistas”, carta abierta de Enric Laurent es producto de la indignación del analista, ZADIG es una invención que surge desde la ética, no sin la indignación que provoca la crisis sociopolítica mundial. El “analista en institución” también puede verse tomado frecuentemente por la indignación, pero la soporta al aprender a hacer con ella por medio del semblante.
Dentro de los textos sobre Indignación que fueron enviados en los Boletines OCI, decido seguir el hilo que recorre la relación entre dignidad, goce y sublimación, y hacer un esfuerzo para esclarecer(me) el estatuto de la sublimación en la dignidad del sujeto. Guía este recorrido la definición de sublimación a la que Miller hace eco en muchas ocasiones: elevar un objeto a la dignidad de la cosa[2]. Ese objeto va a ser el goce, que no está elevado ni social ni subjetivamente, pero está, es el mal para la cultura. Esta condición de estar (y de ser), propia del goce, fue tomada en algún momento como un límite para el psicoanálisis[3]; para Freud era la resistencia, el resto sintomático, lo que no dejaba operar al psicoanálisis, su límite. Lacan por otro lado, y por esta misma condición, apuesta por ubicarlo como el elemento que rescata la dignidad del sujeto, pues es lo que lo constituye como un uno. En palabras de Mercedes Iglesias “Lacan puso las esperanzas de la ética del psicoanálisis en una ruptura de este circuito de renuncia, retomando el término freudiano programa, como el programa del psicoanálisis. Un programa donde el goce pueda tener un estatuto diferente del sufrimiento y la muerte.”[4]
El goce “como tal” es inmune a la indignación. Miller[5] hace una distinción entre goce fálico y goce femenino que nos orienta en el desciframiento de la química de la indignación. El goce opera a pesar de los múltiples obstáculos que devienen de la división subjetiva, es por estructura insuprimible, porque escapa al significante, está allí en el síntoma y en las formaciones del inconsciente, es el núcleo del fantasma, y el eje del synthome. Si puede ser en esas formas es porque encuentra vías para operar, la vía es el lenguaje, al menos en el neurótico. La transformación de un acontecimiento de cuerpo del que se goza, en seco, al recubrimiento en significantes es posible por la operación de tomar la interdicción que conlleva ser un ser de palabra, que es hacerle lugar al vacío, a la castración, y valerse de la única ganancia posible, el lenguaje, y usarlo para inscribir al goce “en el registro de la cultura”[6]. A partir de una lectura de Freud, se entrevé que la sublimación tiene una función profiláctica[7], que sirve para preservar o proteger, y si el goce es eso que se escapa del sentido, que se resiste al significante, es imposible de captar por medio de la palabra, es porque está protegido.
La orientación lacaniana no define la sublimación como un “mecanismo de defensa”. Desde el ámbito universitario se suele enmarcar a la sublimación como una operación inconsciente, por la que el Yo busca satisfacer una pulsión sexual en un objeto distinto a su destino original. En “La salvación por los desechos”, Miller percibe la sublimación como “el sesgo por el que el goce profundamente autista de lo Uno conecta con el discurso del Otro y viene a inscribirse en el lazo social”. No hablamos entonces de un mecanismo, sino de una acción sostenida del sujeto para apostar, defender y elevar su goce, a la dignidad de la cosa, la cosa para él.
El goce reducido al acontecimiento real del cuerpo no requiere del Otro ni del sujeto que lo porta para existir o satisfacerse, pero otorgándole subjetivamente un valor, que lo eleve a la dignidad de la cosa, una apuesta por él, el sujeto inventa vías para sostenerlo en el campo de lo social. En la cura, se apuntaría entonces a que el sujeto “soporte su singularidad con dignidad y no precise sacrificarla en el altar de los lazos amorosos”[8]. ¿Es en este punto donde la sublimación empuja para que el sujeto socialice su goce? ¿por qué medios el sujeto conducirá eso que itera? ¿es el testimonio de pase, como texto, una creación literaria producto de la dignificación subjetiva del goce?
La dignidad del sujeto viene por el lugar dado por él mismo a su goce.
NOTAS
- Irene Greisner, Holocausto e Indignidad Humana. Boletin OCI.
- Miller, J. A. “La salvación por lo desechos.” http://www.nel-mexico.org/articulos/seccion/radar/edicion/61/59/La-Salvacion-por-los-desechos
- Miller, J. A. “El ser y el uno”, Clase 5, 02 de marzo de 2011.
- Iglesias, Mercedes. “Indignación: Subjetividad y Política.” https://ix.enapol.org/es/boletin-oci-2/
- Miller, J. A. “El ser y el uno”, clase 6, 9 de marzo del 2011. El ser y el uno.
- Ibid.
- Graciela Amorín. “Primeras referencias a la sublimación” https://nucep.com/wp-content/uploads/2012/09/Graciela-Amorin-_LA-SUBLIMACION1.pdf
Comisión Científica del IX ENAPOL. Argumento. Boletín OCI 1. https://ix.enapol.org/es/boletim-oci-0-2/