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Jean ARP | Composición abstracta

Las cóleras de Aquiles

María de los Ángeles Morana P.
7 febrero 2021

La cólera, “primera palabra”[1]de cuyo efecto en el cuerpo testimonia un relato en Occidente. “Canta, oh diosa, la cólera del Pélida Aquiles”[2]; inicio de la Ilíada. En Homero, khólos, ira suscitada en un mortal por la ofensa de otro. Se erige en defensa de la “areté”, potencia del guerrero como luchador, fundamental en su honor. En Aristóteles, afección mixta: procede de un desprecio inmerecido por parte de otro concreto y despierta un “apetito penoso de venganza”[3], al experimentar en su propia carne la “antiphatein” hacia su arrogancia, que le hizo sentirse disminuido. En Lacan, afecto fundamental[4] que incluye la irrupción perturbadora de lo real al interior de la trama simbólica del sujeto, cuando en el plano del Otro no se juega el juego[5].

¿Qué la provoca en Aquiles?, ¿es la misma a lo largo del texto?, ¿cómo manifiesta su cuerpo la perturbación (affectus)?, ¿cuál es, con Miller[6], su relación al “Otro goce”?.

El héroe, sujeto de apuesta de los dioses[7], “iuvenis”, “ferocior”, “bellicosus”, sostiene su inserción simbólica en el reconocimiento de su función guerrera, que le da consistencia.

El afecto acontece con relación al propio cuerpo[8]. Asomarse a éste en Homero intentando “decir casi lo mismo”[9] en nuestra lengua, requiere reconocer que en su narrativa el démas (forma e imagen), palabra usada en apelativo de relación, es distinto del sóma (cadáver) e indisociable de la physis como principio de crecimiento[10], que hace brotar la semilla y abrir la flor. La belleza del héroe, su brillo (kháris), no basta si es cobarde o mentiroso. Irá por su deseo, el que precisa un punto de vacío, sin importar obstáculos; con el enjambre de afectos que conlleva, pagando el precio de la felicidad, prohibida al sujeto de esta elección, según Lacan. En la epopeya arriesga su vida y bienestar por una causa, asumiendo las consecuencias de sus actos; lo que le confería dignidad y era encomiable. El conatus le empuja, como disposición del ánima indivisa del cuerpo[11]. A Aquiles sus insignias reunidas bajo la mascarada de arrogancia no le preservan de las derivas del afecto en las pasiones. Exaltado en el combate y tras la hazaña, el capricho de Agamenón, que “no toleraba que alguien gozase más que él”, le encoleriza: “eme nun ejolôsen”. El rey había raptado “la joven de ojos vivos”, hija de Crises, sacerdote de Apolo, cuyas flechas llovieron sobre los griegos. A cambio de devolverla, exigió el botín del héroe, objetivación de su honor. En el canto XVI clama que Briséis le fue otorgada por sus “grandes fatigas” (…) “al tomar una bien amurallada ciudad” (…) “me la quitó como si yo fuera un miserable advenedizo” (…) “frente a toda la tropa me ha deshonrado (êtimêsen)”. En el primer momento, la cólera irrumpe por el agravio a la dignidad; el significante se suelta de la cadena, pero Atenea al anunciarle que la injusticia será reparada, le detiene de matar a Agamenón. El orden del mundo tornará. Autoriza el insulto que vuelve crudo el verbo: “ojos de perro”, “ebrioso”, “devorador de tu pueblo” y acompaña la cólera, cuando las palabras no alcanzan y no se puede razonar ante el surgimiento de “a”, en tanto “ser del Otro en su abyección”[12]. Al enviar el rey por “la de bella cintura”, el héroe llora frente al ponto. Encerrado en las naves “consume su corazón”. No volverá al combate hasta que su honor “timé”, sea restituido. En el canto XIX, Agamenón se retracta del ultraje culpando a Zeus, pero Aquiles recuerda colérico su desvergüenza. Accedió a prestar su armadura a Patroclo, quien enfundado en ella amedrentó los adversarios. La epopeya ilustra la creencia en que el cuerpo puede representarnos, pero la imagen es inestable. Héctor mata a Patroclo en combate. La armadura prestada, reducida en su verdad a su ser de semblante, no recubre lo real. Ante el esquivo “goce del encastre”,[13] acudirá el afecto: junto a su tropa, Aquiles triste, se corta la melena sobre el cadáver para honrarlo. Contiene la furia contra el rey y va a vengar la muerte del amante. Abrochada a la venganza, dice el poeta, la cólera es “más dulce que miel chorreante en el pecho de los hombres”.

Bajo el goce del Otro, en el segundo momento, el héroe es sometido a una exigencia que no cesa: “cortaría tus carnes para comérmelas”, espeta a Héctor derribado. La cólera por la pérdida irreparable del objeto, brotando sobre el tronco del odio “la más intensa de las pasiones”[14], sostiene el “locus suspectus”, lo que espanta, en la relación del ser hablante con la pulsión[15] y alcanza la crueldad. Anuncia al agonizante que los perros le despedazarán y su madre no le llorará sobre un lecho. Transgrede la ley que dictaba el respeto y las honras póstumas al vencido en la lucha. Doce días le arrastra alrededor del túmulo del amigo. Somete así su cuerpo, a la devastación sin límite de los restos del otro.

Suspendido el enlace entre el S1 y el S2, prisionero de la locura como la sombra de su libertad[16], Aquiles no puede contenerse; hasta que el suplicante Príamo, al recordarle un padre, le conmueve a cederlo, ungido incluso. Al sobrepasar la rabia ciega renacen el respeto a su cuerpo y la dignidad.

Cóleras de Aquiles, presentes cuando se agita el mar con la tormenta[17]. Silencio de Briséis, malhumorada ante lo insoportable[18]; que la cosa no se sostiene como quiere[19].

NOTAS

  1. Sloterdijk, P. Los demonios han vuelto a Europahttps://elpais.com/cultura/2013/10730/actualidad/1383165263_629032.html.
  2. Homero. La Ilíada. Ed. Bilingüe. UNAM, México, 2005, 1078 págs.
  3. Aristóteles. La Retórica. Ed. Skla. Bogotá, 1982, 181 págs.
  4. Lacan, J. El Seminario. Libro VI. El deseo y su interpretación. Paidós, Bs., As, 2014, p.159.
  5. Lacan, J. El Seminario. Libro X. La angustia. Paidós, Bs., As, 2006, p.23.
  6. Laurent, E. Los objetos de la pasión. Tres Haches, Bs., As, p.95.
  7. Dumezil, G. Mito y Epopeya. Fondo de Cultura Económica. México, 2016.
  8. Laurent, E. Ibid.
  9. Bassols, M. Algunas observaciones acerca del semblante. https://junturas.blogspot.com
  10. Vivante, P. Sulla designacione del corpo in Omero. Archivio Glottologico Italiano, 1995, pp, 39-50.
  11. Clarke, M. Flesh and spirit in the songs of Homer. Astudy of words and myths. Clarendon Press. Oxford, 1999.
  12. Miller, J.-A. El banquete de los analistas. Paidós, Bs. As., 2000, p. 108.
  13. Arenas, G. Cólera, indignación y goce del encastrehttps://dialnet.unirioja/ejemplar/399415.
  14. Miller, J.-A. Le théâtre secret de la pulsión. Le Point, No 2062, 2012, p.46.
  15. Freud, S. Lo Siniestro. T. III. Biblioteca Nueva, Madrid, 1973, p.484.
  16. Lacan, J. Discurso de Clausura de las Jornadas sobre las Psicosis en el niñowww.scb-icf.net. NODVS publicats XXVIII.
  17. Lacan, J. Libro VI, Ibid.
  18. Miller, J.-A. Extimidad. Paidós, Bs. As., 2017, p.467.

Miller, J.-A. A propósito de los afectos en la experiencia analítica. En: Matemas II. Manantial, Bs. As., 1994, pp.147-164.

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